Chiqui cascónLa vehemencia personificada

pasado con presente incluido

Fue enviado por Fraga para ayudar al afianzamiento en Granada de Alianza Popular

Llegó a ser secretario general provincial del partido

Fue expulsado del PP, intentó afiliarse al PSOE y fundó otro partido

Ahora, y jubilado, ejerce su pasión periodística en la radio

Con Manuela Ibáñez, que fuera esposa de Díaz Berbel.
Con Manuela Ibáñez, que fuera esposa de Díaz Berbel.
Andrés Cárdenas

25 de marzo 2018 - 01:56

Tiene patria en la vehemencia, una vehemencia que a veces no controla y que sube o baja el volumen según lo requiera la ocasión. Algunos días lo oigo perorar por la radio, siempre entusiasta, siempre combativo, muchas veces indignado y otras tantas con la razón en la boca. Tiene esos prontos malhumorados del que está seguro de que una cosa es así y no de otra forma. El habla enfática, la risa pronta y la pomposidad robusta del que habla sin tener nada que temer. De vez en cuando compartimos alguna peripecia etílica en uno nuestros bares preferidos y cuando vemos juntos los partidos de fútbol de nuestro Atlético, me divierte ver cómo chilla a los jugadores que fallan y cómo critica a Simeone su forma de plantear el partido. Nos alegramos y sufrimos mucho con nuestro equipo y entremedias hablamos de lo que nos parece bien o mal del barrio, de la política o de los amigos comunes. Jesús María Cascón Murillo, siempre conocido por Chiqui Cascón, tiene sus ojos embalsados en los lacrimales, la cabeza de patricio romano y una biografía tallada a base de desilusiones políticas. A este hombre cuando era muy joven lo envió a Granada Fraga Iribarne a ayudar en esta provincia al afianzamiento de Alianza Popular, aquel partido que fue el basamento humano del PP. Su papel, siempre discutido, es fundamental para entender el papel del centro-derecha en Granada, "aunque todo el mundo quiere olvidarlo y mantenerme marginado, no sé por qué". Desinhibido y muy enterado de la actualidad, Chiqui Cascón va un poco por la vida de insurrecto, de contestatario, de mosca cojonera y de pepito grillo. Cuando el PP lo echó del partido, él voló por libre sin problemas. Se montó un nuevo partido y hasta tuvo veleidades con el PSOE. Entonces los tacharon de vendido y de chaquetero, pero él dice que esa es una forma muy corta e infame de ver la vida. Cuando le hablo de ese tema, lanza una mirada maliciosa y precavida por encima del armazón de sus gafas con montura verde, congela una sonrisa irónica y dice: "He llegado un momento en mi vida, voy a cumplir 65 años, que solo me preocupa lo que puedan pensar de mí mi mujer, mi hijo y mis amigos. Lo que pueda pensar el resto, la verdad es que ni me preocupa ni me quita el sueño. Siempre he intentado ser consecuente y fiel a mí mismo y creo que eso lo he conseguido. Y quienes me conocen bien pueden dar fe de ello".

Un salmantino en Granada

Quedamos en Los Luises, un bar de dos amigos donde los vinos y las tapas cobran prestancia de delicatesen. Chiqui viene de chándal y con la bandera de España en la solapa. Un cuerpo lastrado con casi noventa kilos de carne mortal que se mueve con aire a la vez cansado y decidido. Nos sentamos y, por supuesto, la primera pregunta es para que me cuente cómo se inició en la política.

Fue en Béjar, en la ciudad en la que nació en 1953. Me refiere que su verdadera pasión era el Periodismo y que, con 20 años, empezó a colaborar como corresponsal en el Adelanto de Salamanca. "Escribía unos artículos muy críticos con el empresario textil de Salamanca, por entonces muy importante. Aquello no gustaba y hasta hablaron con mi padre, que también era un representante importante del sector textil, y le amenazaron con dejar de comprarle si yo seguía por esa línea. Él dijo que si yo quería estudiar Periodismo él no iba a impedirlo porque era mi pasión, pero yo comprendí que no podía seguir haciendo daño a mi padre y me matriculé en Historias". Es en la Universidad donde iba a tomar contacto con Alianza Popular, el partido de la derecha que se estaba construyendo en España. "En un acto organizado en la Universidad en el que estaba hablando Fraga Iribarne, comenzaron a encresparlo y tratar de boicotearlo. Yo me levanté y tomé la palabra para decir que en una Universidad donde había dado clase Unamuno y en la que se había defendido la inteligencia, no podíamos negarle la palabra a nadie. Y que la Universidad debía ser un ejemplo de convivencia y saber escuchar a los demás. A partir de ahí se calmaron los ánimos. Cuando Fraga terminó su intervención me dijeron que quería hablar conmigo. Me invitó a una cena y me sentó en la mesa presidencial. Yo estaba obnubilado y desconcertado. Me explicó su idea de profesionalizar Alianza Popular y me preguntó si me gustaría entrar en política". Y ahí empezó todo. Jorge Verstrynge, por entonces delfín de Fraga, se encargó de foguearlo y lo envió a Granada como asesor personal de Gabriel Díaz Berbel, un diamante en bruto que había que pulir para alcanzar todo, políticamente hablando, en la provincia de Granada. "Yo había trabajado ya como secretario técnico provincial en Salamanca y Madrid había entrado en el vicesecretario de Acción Territorial, pero Fraga dijo que el partido me necesitaba en Granada. Así que vine aquí como gerente. Una parte de Alianza Popular de Granada me acogió bien porque venía nada menos que de la mano de Fraga, pero otro sector me trataba de intruso, no podía ver que alguien de fuera viniera a solucionar problemas del partido". Su labor en Granada tiene que ver con que los candidatos sean conocidos y valorados, pero lo tuvo mal con Guillermo Kirkpatrick, aquel paracaidista, candidato a diputado en las elecciones del 82, que nada más aterrizar aquí dijo que el principal problema para Granada era la pesca y que se fotografió para la prensa en el Alhambra Palace con un puro en la boca y un sombrero cordobés. Aquel 'Kirkpatrick del Realejo' como lo llamó Guillermo Soria en una de sus viñetas.

Pero con Díaz Berbel lo hizo bien. Llegó a ser su hombre de confianza y el que lo nombró secretario provincial del partido. En ese puesto duró menos de dos años. "Yo nunca quise ser candidato ni estar en las listas, lo mío era estar entre bastidores y proponer a aquellas personas que para mí eran las más relevantes. Pero dejaba muchos muertos en las cunetas y eso no me lo perdonaban". Cuando Díaz Berbel fue alcalde lo nombran director del Área de Cultura del Ayuntamiento. "Yo no tengo más remedio que hablar bien de Díaz Berbel, fue una figura muy importante en Granada, lo mismo que fue Hernández Mancha en Andalucía. Modernizaron el partido y no permitieron que sectores muy conservadores se hicieran con el mando".

Lágrimas de impotencia

Chiqui Cascón parece estar de vuelta de todo y cree que ha conseguido olvidar los sinsabores de la política. "La única vez que lloré fue cuando me dijeron que Álvarez Cascos, entonces un hombre fuerte en el partido, había dicho que a mí se me utilizara, pero que nunca me dieran un cargo público porque, según él, era una caja de bombas. Lloré de impotencia porque no lo comprendía".

En el año 2000 el Partido Popular lo suspende de militancia durante seis años porque se presenta como candidato a la presidencia del PP, en el que ya estaban de candidatos Juan de Dios Martínez Soriano y José Luis del Ojo. "Eso cae muy mal en el partido y cambian los estatutos para que no me presente. Me convertí en un apestado". Por eso decide montar un partido político. Se llamó Agrupación Social Andaluza (ASA). Pero él mismo sabía que no tenía futuro. También intenta afiliarse al PSOE porque le sigue atrayendo la política y porque conoce demasiado bien los entresijos de la misma. "Me dieron de alta, pero fui amenazado, insultado… Tanto por los de mi partido como por un sector del mismo PSOE. Entonces pensé que no valía la pena seguir intentando hacer política".

Es entonces cuando tienen la oportunidad de atender a su vocación de periodista. Fue subdirector del Faro de Motril, estuvo en Canal 45 y montó un periódico digital, pero todo de la forma más altruista porque no cobra por lo que hace. "Es que además soy gilipollas. Lo hacía porque vi que esa era la única manera de que me respetaran y decir algo de la manera más libre posible". También colabora en algunas radios locales como comentarista, pero dice que sus opiniones emitidas por las ondas no sentaban bien a las direcciones de dichas emisoras. Por eso va de un sitio a otro intentando decir todo lo que sabe sobre lo que se cocina en la política local. Hasta que encuentra acomodo en una emisora relativamente nueva: esRadio. "Ahora me siento como un marrano en un charco. Hago un programa por la mañana con Sergio Mesa y me dejan decir lo que quiera. Aunque en la radio la militancia queda fuera, intento ser honesto conmigo mismo".

Pasado el tiempo de la suspensión, vuelve a ser militante del PP. En 2016, cuando se disputaron la presidencia Sebastián Pérez y Juan García Montero, vuelve a presentar candidatura, pero más que nada para hacerse notar y remover el patio.

-Me pregunto si algún día dejarás de ser una mosca cojonera -le digo.

-Creo que no. No puedo ser de otra forma.

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