Cigüeñas que llegan de Oriente
La adopción es un proceso muy complejo que impacienta durante años a las familias que esperan un hijo del otro lado del mundo · Granada es la provincia andaluza que más ha aumentado su número durante el 2011
Para algunas madres, tener un hijo no es tarea fácil y pasan mucho meses intentando quedarse embarazadas hasta que lo consiguen. En ese momento, su mundo se vuelve de otro color y su único anhelo es ver la cara de la criatura que llevan dentro. Una espera de nueve meses que puede parecer eterna hasta que lo tienen en los brazos. Otras familias también lo tienen difícil y el deseo de ver por fin cómo es su hijo se puede prolongar durante años debido al gran papeleo que tienen que tramitar para adoptar a un niño que proviene de otra parte del mundo. Es el caso de los padres adoptivos, que advierten que se sienten como los demás, "porque el hecho de que no haya lazos de sangre no significa que los quieran menos". Consuelo Ramos, madre adoptiva de María Lisha, asegura que se sintió madre desde que la documentación llegó a China. Durante los cuatro años siguientes, mientras esperaba, sabía que al otro lado del mundo había un niño aguardando su llegada. "Como se suele decir, madre no es la que pare, es la que pasa noches malas al lado de su hijo cuando está enfermo" , afirma.
Pero, hasta ese día, pueden suceder muchas cosas. Acontecimientos imprevistos como que el país cierre el proceso de tramitación de las adopciones -como ha ocurrido ahora en Vietnam-, mucha incertidumbre antes de su llegada y noches en vela esperando una respuesta " porque durante el proceso no se tiene mucha información".
Consultas en el ordenador, llamadas telefónicas, lágrimas de alegría por las buenas noticias o de desesperación ante hechos inesperados. En definitiva, un proceso muy complejo que se puede dilatar en el tiempo hasta cinco años y hace que las familias experimenten muchas emociones. "La ilusión se cultiva durante todo el proceso. Pero, si al final no hubiera llegado a buen puerto, para nosotros hubiera supuesto un duelo, una pérdida importante en nuestra vida", añade. Por ello, la demora puede hacer, a veces, que algunas familias quieran tirar la toalla y abandonar el procedimiento. "Algunas madres se encuentran solas al comienzo de este camino que tiene muchas dificultades y contratiempos. Por eso, varias familias adoptivas nos hemos unido en una asociación en Granada para apoyarnos los unos a las otros", arguye Loreto Castillo, presidenta de AFAAM y madre adoptiva de tres niños.
Bajo el lema Una esperanza para el sueño de la adopción nació AFAAM de Granada hace dos años para ofrecer amparo y ayuda a todas aquellas personas que quieran adoptar a un niño. La asociación, que organiza foros, talleres de formación o charlas, funciona gracias a la colaboración de socios y entidades como CajaGranada, el centro María Zambrano y el servicio post adopción de la Junta de Andalucía. Además, personas anónimas ofrecen espacios y su tiempo desinteresadamente a todos los padres adoptivos de Granada. De hecho, la provincia, dentro de este marco, se consolida como cabeza de la comunidad andaluza por el número de adopciones internacionales que se han realizado. Una cifra que asciende en relación al año pasado y que alcanza un aumento del 130%. Una escalada que dista mucho de los datos globales en Andalucía, que ha visto como se redujeron en un 40% las adopciones en los primeros seis meses del año pasado.
El descenso en el número de adopciones internacionales comenzó en 2007, en vísperas de la crisis económica, y está motivado "por mayores políticas de protección de los países de origen y más garantías en los procesos", advirtieron fuentes del Gobierno andaluz. Pero, a pesar de todo, muchas familias lo siguen intentado.
Loreto Castillo tiene una historia peculiar porque convive bajo el mismo techo con tres niños de procedencia totalmente diferente. Su hija china Irene Mei, de siete años; su hijo Pablo, que es mulato y tiene quince meses; y Antonio Manuel, un niño adoptado mediante el trámite nacional y que tiene cuatro años. Un marco multicultural que le aporta otra forma de ver la vida. "Soy más solidaria y tolerante. Cuando me cruzo con un señor de color o asiático hace que esboce una sonrisa y una mirada cómplice", admite feliz. A ella, esta experiencia le ha cambiado la vida. " Dicen que los padres adoptivos somos diferentes. ¡Y tanto que los somos! Porque durante días, semanas, meses y años, no vemos la cara de nuestros hijos, sin una ecografía que nos confirme que se encuentra bien" , comenta Loreto.
Los tres hermanos se llevan muy bien y Loreto afirma sentirse encantada de poder disfrutar de la diversidad que le aportan sus hijos, pero en ningún momento se planteó adoptar a tres niños tan diferentes. "Simplemente, la vida me ha llevado a ellos. Yo en casa no noto las diferencias, me las hacen ver los demás cuando salgo a la calle porque llamamos mucho la atención. Algunas veces la gente me pregunta si soy su verdadera madre y les contesto siempre que sí porque es la verdad", añade convencida.
Por su parte, Consuelo siempre supo que quería adoptar a un niño, independientemente de si se casaba o si se quedaba soltera. Cuenta que, desde que tuvo uso de razón, era consciente de la cantidad de niños sin hogar que había en el mundo. "A los hijos no los hace la sangre sino el roce y yo siempre he querido ser madre ", admite.
Pero, durante el proceso, se pasan por momentos bastante duros. "Hay veces que estás contenta, pero otros días te levantas con la moral por los suelos. Para mí es como el malestar que se siente en el embarazo". Porque para adoptar, no sólo basta con querer, sino que hay que cumplir una serie de requisitos excepcionales con los que las autoridades evalúan a la familia. "Tienen que darte un certificado de idoneidad y pasar una serie de pruebas psicológicas, además de justificar que tienes un determinado nivel de ingresos. Los padres adoptivos somos los más convencidos porque te da tiempo a pensar mucho el paso que vas a dar".
Pero tras la tormenta llega la calma y ahora María Lisha, que llegó a sus vidas con dos años, ya se ha adaptado a vivir con ellos. " Ya sabe contar el dinero y las frutas en castellano, pero hay cosas que sólo dice en chino. De todas formas, tiene una profesora para que aprenda el idioma y no pierda sus raíces. Es importante que sepan de dónde proceden, así que con seis años la apuntaremos al instituto Confucio. Incluso estoy pensando ir yo para aprender cosas de la cultura de mi hija", afirma Consuelo.
Elena del Castillo se planteó, como hacen otras parejas, ampliar la familia porque sólo tenía un hijo biológico. En vez de buscar un segundo embarazo, le propuso a su marido adoptar a una niña china. En su caso, a la pequeña le costó un poco de trabajo habituarse porque "era muy insociable". Pero, después de un tiempo, sonríe feliz junto a su madre. "Ahora me reconforta haber esperado para tenerla, pero en otros momentos he estado desesperada". La alegría rebosa en su cara y cuenta que entre los dos hermanos se llevan muy bien y se quieren mucho. "Se enseñan cosas el uno al otro. Entre ellos se llevan muy bien ".
Queda patente que la paciencia ayuda a afrontar las vicisitudes del camino, por lo que hay que confiar y no perder la esperanza. En el mundo de la adopción en China es muy famoso el proverbio del Hilo Rojo, que dice que cuando dos personas están destinadas a encontrarse el hilo puede estirarse o contraerse, pero no romperse. Una perspectiva optimista que ayuda a las familias a seguir a delante y no desesperase ante la incertidumbre.
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