Comercios centenarios
Cada vez son menos, pero en los barrios históricos de la ciudad todavía hay dignos representantes del comercio tradicional y con solera

No todos han sobrepasado la centuria, pero van camino de hacerlo y, desde luego, al sumar sus años de trayectoria se superan de sobra las tres cifras. Son cinco de los últimos supervivientes de un sector sacudido por la llegada de las grandes superficies y las multinacionales y dejado a un lado por el consumo rápido. El comercio tradicional cada vez tiene menos presencia en las calles de la ciudad, pero hay quienes, aferrados al saber hacer y a la fidelidad de sus clientes, pueden seguir presumiendo de cumplir años.
Desde 1878, la Droguería La Giralda 'vigila' el paso entre la Plaza Bibrambla y la de Romanilla. En su esquina en la calle Pescadería, la histórica droguería granadina conserva intacto el espíritu del comercio tradicional. Tanto que desde su inauguración el establecimiento no ha experimentado ninguna reforma. Su responsable, José Ángel Vega, lleva al frente del negocio 52 años, desde que entró como aprendiz siendo apenas un niño. El comerciante reconoce que el negocio cuenta con una cartera de clientes de toda la vida -que ya compraban en la tienda con sus padres y sus abuelos-, pero que la crisis también hace mella en quienes llevan años y años bregando en el sector. "Hay mucha competencia. Con tantas grandes superficies los comercios pequeños estamos más parados", asegura el encargado de la droguería, que reconoce que si las cosas siguen así, uno de los más antiguos comercios granadinos podría verse obligado a cerrar sus puertas.
Quizá la clave para superar la crisis y lo que venga por delante es la especialización. Quien busque productos artesanales de esparto sabe a dónde tiene que dirigirse. En la calle Jáudenes, la espartería San José lleva desde 1907 vendiendo a los granadinos manufacturados de esparto, mimbre y madera, además de cordelería y cestería y persianas de plástico y madera. Con el paso de los años, el negocio ha ido incorporando nuevos productos -y dejando de lado otros como los aperos del campo-, pero manteniendo la esencia que le ha permitido sobrevivir 105 años: la especialización y el buen trato al cliente. Así lo explica Manuel Molina, que dejó en manos de su hijo el negocio tras su jubilación. "Hay que trabajar mucho y tener de todo", explica Manuel, que recuerda que antes en el barrio del Sagrario había al menos cuatro o cinco tiendas que trabajaban el esparto. "Nosotros somos los únicos que hemos resistido".
Tampoco hay muchos negocios como el de Remigio Suárez. La Casa de las Especias el Barranco lleva haciendo 'carteritas' de especias y tés desde 1930, como atestigua la fotografía que preside el establecimiento. Tras suceder a su padre y a su abuelo -el fundador del negocio- Remigio continúa junto a su hijo despachando a la abundante clientela habitual que acude hasta su tienda para encontrar productos que no abundan en las grandes superficies. El propietario de La Casa de las Especias reconoce que el trato al cliente es fundamental para explicar la longevidad de su negocio, pero también es importante modernizarse. "El té es ahora lo que se vende más porque es la novedad y nosotros tenemos que adaptarnos. Cuando llegaron las grandes superficies muchos negocios como este murieron. Somos el único que sobrevive, y para eso hemos tenido que salirnos de la monotonía". Desde luego, la fórmula tiene éxito, porque Remigio tiene "clientes de cuarta generación", que entraron por primera vez en la tienda de manos de su abuela o su bisabuela.
La tradición también es importante para la Mercería Viuda de Sáez, tanto por su clientela como por el producto que maneja. Sin embargo, José Sáez -que pertenece a la tercera generación de la familia- reconoce que el negocio también ha evolucionado para adaptarse a los nuevos tiempos. "Nos hemos renovado", indica José, que señala, por ejemplo, que el punto está tomando ventaja frente al bordado o al ganchillo. La mercería, especializada en productos cofrades, cuenta con la gran ventaja de que la competencia no es tan feroz como en otros ámbitos. "No hay muchos competidores porque el nuestro es un tipo de negocio difícil que necesita muchos años para consolidarse. Además, nadie va a una gran superficie para comprar hilo".
Pilar Serrano no tiene la suerte de trabajar sin apenas competencia, pero sí la de regentar un negocio que es toda una institución en el centro. Tras el fallecimiento de su madre, la hija de Enriqueta sigue adelante con el célebre quiosco de pan de la plaza de la Trinidad, que lleva alimentando a los granadinos más de 50 años. "Tenemos clientes de toda la vida, porque esto es como una gran familia", explica Pilar. La familia, que tiene una panadería en Alhendín, decidió que el quiosco debía seguir abierto. Por sus clientes y, sobre todo, por su madre. "Para mi madre este quiosco era su vida. Cómo íbamos a dejar este trocico... Aquí hay un cariño muy especial".
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