Covid-19: una pandemia que nos paralizó y fue todo un reto informativo
20 aniversario Granada Hoy
Lo que supuso el coronavirus con los confinamientos, partes diarios, desescalada y muertes, centró la información de 2020 y 2021
La redacción también se tuvo que adaptar y el periódico fue testigo de noticias únicas en la ciudad
Contar la pandemia sufrida en 2020 es relatar un universo paralelo, una distopía que parecía sacada de la cabeza de Phillip K. Dick. Nadie querría haberla contado. Eran principios de ese año, las noticias internacionales ya empezaban a dar visos de que algo anómalo estaba sucediendo por todo el mundo. A escasos kilómetros de España, en Italia, ya estaban creciendo el número de casos de una nueva enfermedad de la que apenas teníamos conocimiento, tan solo sabíamos que era altamente contagiosa y que procedía de China, donde ya se había decretado el estado de emergencia nacional y ya estaba causando grandes estragos. Este mismo periódico, de hecho, publicó el 22 de enero de 2020 un artículo donde se avisaba de que el extraño virus de Wuhan podría llegar a Europa con facilidad dada la afluencia de viajeros procedentes primero del país asiático y después del resto del mundo. “En un mundo globalizado y ante una enfermedad desconocida y contagiosa, el riesgo inherente es un hecho”, decía ese artículo que contó como fuente con el reputado investigador de la Escuela de Salud Pública, Joan Carles March.
Un mes más tarde, el 25 de febrero, Granada Hoy volvió a adelantarse y, esa mañana, acudió al Aeropuerto de Granada que recibía el primer avión llegado de Milán tras la crisis a causa del coronavirus. Ese nombre aún casi no nos rozaba y en solo un mes se convirtió en único tema de nuestras vidas.
En ese reportaje el diario habló con los pasajeros del vuelo procedente de la ciudad italiana, que ya estaba empezando a colapsar por la enfermedad, y fueron ellos los que contaron que las medidas de seguridad aún eran casi inexistentes para los llegados desde Italia. Muy pocos de ellos llevaban puesta una mascarilla. En aquel momento, un atuendo extraño, casi desconocido y que con el tiempo llegó a ser parte imprescindible de una vida paralizada por el miedo.
Las noticias se expandían, medio mundo ya contaba casos de esta enfermedad y tan solo un día más tarde se detectaron los primeros dos casos de covid (entonces lo llamábamos sin tanta familiaridad, como SARS-CoV-2) de Andalucía, uno en Sevilla y otro en Granada.
La batalla contra un ejército invisible no comenzaría hasta poco más adelante. Esos primeros casos a los que se sumaron en pocos días media docena más no aparecieron en los registros. Aún no existía el penosamente famoso ‘parte del día’ del Sistema Andaluz de Salud (SAS). Fue a mediados de marzo cuando los contagios y las muertes empezaron el atropello. El primer año fueron 1.500 personas fallecidas a causa de la pandemia en Granada y, tres años más tarde (mayo de 2023) cuando la Organización Mundial de la Salud decretó el fin de la emergencia internacional por Covid, según el SAS se alcanzó la cifra oficial de 2.353 personas.
Primera semana de marzo, del bullicio en Granada al confinamiento
En la primera semana de marzo, una semana antes de que se decretara el Estado de Alarma y el confinamiento, que al principio solamente se suponía que iba a durar 15 días, Granada hervía bulliciosa por varios motivos: un partido de fútbol histórico del Granada C.F. que congregó a miles en torno al Estadio de los Cármenes y luego en la Fuente de las Batallas, la también multitudinaria manifestación del 8-M (con la consabida polémica), reuniones religiosas de Cuaresma y un buen tiempo que invitaba a granadinos y visitantes a salir, agruparse y alternar. Cuando ni nos planteábamos que se podía tener miedo a dar un beso o un abrazo.
Todo ello sucedía en Granada mientras el virus comenzaba a expandirse sin control. El 14 de marzo el aviso que veíamos por las televisiones a nivel internacional se hizo roca, comenzaba el confinamiento: las actividades no esenciales y los colegios cerraban hasta nuevo aviso y, obviamente, también se cerraban las fronteras municipales. Todo el mundo debía quedarse en casa.
Las empresas tuvieron que moldear sus protocolos así como su forma de trabajar: ahora tendrían que trabajar desde casa (las que pudieran) y, precisamente eso, tuvieron que hacer los medios de comunicación. Y Granada Hoy, por supuesto, también.
La redacción se reconfiguró, comenzó el teletrabajo para la mayoría y, por encima de todo, se priorizó toda información relacionada con el covid que era, en definitiva casi el 100%. Todos los periodistas de Granada Hoy dedicaron sus horas, muchas, a contarle cada detalle diario a unos granadinos que no podían ver con sus propios ojos qué pasaba en sus calles y hospitales.
El virus que había parado el mundo no paralizó la información ni un solo día, pese a que quienes escribían las noticias pasaban por miedos, separación de sus seres queridos y dramas personales. Porque ellos también estaban encerrados en sus casas. Se convivió con lo propio y con lo universal. Era extraño contar el terror y el drama de tu ciudad, volcarse en ayudar de alguna manera desde el portátil en una redacción improvisada en un rincón de la casa. En esos meses, huelga decirlo, el consumo de medios de comunicación se disparó exponencialmente. Cuando realmente importa está el periodismo y se le reclama.
Fuera, las calles estaban desiertas, todas las almas de la ciudad aguardaban mejores noticias en sus casas (salvo los trabajadores de servicios esenciales, periodistas entre ellos). Daba miedo observar una ciudad muerta sabiendo que tras las ventanas había vida. Los fotógrafos, del sector los que más se arriesgaron en aquellos días, salían a recoger testimonios gráficos y regresaban con imágenes dignas de una película postapocalíptica. La Granada muerta, sin un coche, un turista o un vecino paseando era parte del terror que infundió la pandemia durante los primeros meses. La nada caminaba a sus anchas por el mundo.
Durante esos días también se observó, por otro lado, cómo la naturaleza descansó de nosotros y se repuso de nuestro pisotón continuado. En relativamente poco tiempo vimos una estampa de reconquista de fauna y flora que ya no tenían quien las dominara. Observamos incluso animales salvajes adentrándose donde semanas antes reinaban los cláxon, los coches y los autobuses. Ajenos a lo que sucedía, reponiéndose.
Había, sin embargo, lugares donde sí se podía respirar normalidad relativa: los supermercados. Tanto los de barrio como los grandes almacenes se vieron colmados diariamente por compradores y los dos productos estrella estaban claros: el papel higiénico (luego carne de meme) y la cerveza. La compra al por mayor del segundo artículo podría tener más sentido dadas las circunstancias. En el caso del segundo podemos imaginar que fue la colectividad lo que arrasó la mente de muchos.
Quedan relatos gráficos de las tremendas colas que se formaron en los súper y tiendas de alimentación dado que ese metro y medio de distancia interpersonal impuesto por seguridad y el aforo máximo, obligaba a unas compras que se podían alargar horas en cuestión de esperas.
Eso sí, al menos se podía respirar (lo que la mascarilla permitía) aire fresco fuera de casa. Otro momento recurrente durante el confinamiento fueron los paseos con perros. En aquella época, y para los más inquietos, tener un perro significaba tener un tesoro: la norma, obviamente, permitía poder ir a la calle con los ‘peludos’. Y había quien, incluso, aprovechaba de más el momento: hubo perros que no habían salido a pasear tantas veces al día hasta la llegada del confinamiento.
Hablando de estas pequeñas picarescas, hay que recordar que la ciudadanía fue, en términos generales, muy obediente y civilizada. Pese a las creencias sobre el Sur, apenas hubo infracciones en relación a la generalidad de la ciudadanía.
Comenzaba así un encierro que dio para mucho, creativamente también. Junto a la elaboración (a veces masiva) de pan casero y recetas de lo más creativas, también surgieron talentos. Humoristas como Martita de Graná se hizo grande en esos meses relatando los sinsabores del confinamiento con humor a través de redes sociales. Sus vídeos, entre otros productos que recorrían las redes como la pólvora, recordaban a la gente que la risa seguía existiendo.
El consumo del relato del mundo en aquel tiempo era esquizofrénico: por un lado reíamos a base de memes y vídeos de lo más ingenioso por quitarnos el peso del drama (el corazón aguanta ciertos kilos de dolor, no más) y, por otro, leíamos o escuchábamos datos de contagios y muertes aterradores a diario que no hacían sino potenciar un estado anímico de incertidumbre constante.
Todo ese nuevo mundo atroz, precisamente, se contaba desde redacciones como la de Granada Hoy. Donde, en muchos casos sin parar a analizarlo y a base de disociar para sobrevivir, los periodistas nos familiarizamos sobre la marcha con términos como ‘parte diario’ (el informe que la Junta enviaba cada día con los datos de contagios, muertes y número de camas de UCI ocupadas) y conocimos a la perfección detalles internos de la sanidad andaluza como los Distritos Sanitarios, el número de camas que tenía cada hospital o qué debía tener una para ser una ‘cama UCI’.
Palabras como “pico”, “repunte”, “desescalada” o “brote” bailaban hora a hora sobre los teclados de los redactores que formaron un engranaje encomiable. Los teléfonos nunca descansaban. Las llamadas eran constantes: bien al responsable de prensa de la Consejería de Sanidad, o a las de los hospitales de la capital (todos ellos profesionales que también vieron cómo sus horas tenían 200 minutos). Conversaciones con sanitarios de distintas áreas que quisieron contar a Granada Hoy cómo afrontaron el desastre hospitalario que provocó la pandemia. Pero también escuchamos el drama absoluto vivido en las residencias de ancianos, desde las que, por desgracia, llegaban noticias de fallecimientos y brotes casi a diario. De las responsabilidades varias de este caos también tuvimos que dar cuenta a la ciudadanía.
El aplauso de las 8 de la tarde en los balcones para lanzar agradecimientos y solidaridad a los sanitarios tenía que ser compaginado con la redacción de noticias que relataban el sufrimiento de esos mismos profesionales. Como se ha dicho, disociar era lo mínimo que se podía hacer.
Contagios sinfín de médicos y enfermeras (estas últimas fueron las más castigadas), falta de materiales como test y mascarillas, la llegada o no de vacunas, la aparición de términos como ‘rastreadores’ o ‘vacunódromos’ y lidiar con las idas y venidas de la apertura de fronteras de Granada en función de los contagios que se registraban. Los famosos repuntes, las restricciones de movilidad y las fases. Un universo recién creado del que parecía no haber salida. El covid colonizó la vida y todas las vidas.
Las noticias, hasta el final, estuvieron protagonizadas en parte por mucha información de la que los redactores también aprendían sobre la marcha: los tipos de test que existían o la inmunidad de rebaño fueron algunas de las nociones aprendidas. Para ello se contó, como manda la profesión, con voces expertas como las de Joan Carles March o Daniel López Acuña. También se buscaron testimonios de profesionales sanitarios y vecinos de Granada que lanzaban mensajes de esperanza como el “se sale” de una persona afectada de gravedad por el covid, y se contaron historias amables que deshilachaban la manta negra que cubría gran parte de los días como, por ejemplo, el caso del alta hospitalaria de una embaraza que dio a luz y superó el coronavirus.
Contar una crisis
Tuvimos que contar una crisis: la gubernamental, mundial, sanitaria, humana y, también, una económica. Cuando la normalidad comenzó a caminar por Granada, cuando las calles ya no eran un erial y la vida se volvió a abrir paso, Granada Hoy también estuvo ahí. Este periódico describió el crujir de las primeras persianas de los locales que llevaban meses cerradas, los testimonios de propietarios de negocios que temían una crisis económica que por suerte no llegó a ser tan dura como se vaticinaba, la incorporación a la vida a los bares y el miedo de sectores como las peluquerías.
Por suerte, fueron más las historias de recomposición y resiliencia que las de cierre definitivo, aunque también las hubo. Se relató la vuelta a la vida, la ‘nueva normalidad’ que poco a poco se hacía hueco a codazos intentando olvidar y reparar mucho tiempo extraño donde, a la fuerza, Granada tuvo que convivir con el dolor y la pérdida diariamente. De principio a fin. y en cada detalle, del momento histórico del siglo XXI estuvo este diario. Contando lo que nadie querría contar nunca.
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