Cuestión de piedras
Patrimonio en vivo
En el Albaicín se descubre un mundo cercano al caos cuando se mira al suelo: asfalto, adoquines, losas de piedra de Sierra Elvira abujardada, calles con aceras y sin aceras, y, sobre todo, piedras
Si en lugar de mirar a las paredes blancas, a los jardines escondidos o a los serios cipreses enlutados del Albaicín, mira usted hacia el suelo, descubrirá un mundo cercano al caos. Tanto que hasta igual le provoca un mareo tanto desorden en los suelos y pavimentos que recubren la piel de ese bonito barrio.
Verán asfalto, adoquines, losas de piedra de Sierra Elvira abujardada, calles con aceras y sin aceras, y, sobre todo, piedras; pequeñas, medianas y hasta grandes piedras de las que se clavan a través de las suelas gordas o delgadas de sus zapatos que no, no tienen que ser de tacón para que se le doble a usted un tobillo. Las piedras son la seña de identidad de los suelos del Albaicín, aunque resbalen en las cuestas empinadas o, aunque machaquen a una población envejecida de un barrio gentrificado que dejó hace tiempo de tener comercio de cercanía. Pruebe, pruebe usted a arrastrar un carrito de la compra por esas piedras que, de vez en cuando, el paso de un coche o de un camión levanta dejando un hueco que el siguiente coche agranda y que el Ayuntamiento olvida por meses o por años hasta que alguien lo rellena de asfalto parcheando la piel de las calles con negras manchas de abandono.
Cuando, en sus tiempos modernos, toda la ciudad empezó a mudar la piel, el Albaicín, por aquel entonces un barrio pobre y humilde, se quedó con la vieja porque, total, a quién le importaba lo que allí pasara si la gente importante vivía en Recogidas. Ahora, el barrio, paraíso del turismo fast y sede oficial de la city break, pese a todo, presume de sus piedras, aunque también le gustaría que alguien pusiera orden en tanto desorden lítico.
De entrada, el famoso PEPRI Albaicín, ese viejo y obsoleto corsé de normas anticuadas, tan ocupado en rejas y en tejas, no aportó gran cosa al asunto de lo que pisaban los albaicineros, que ya andaban acostumbrados a partirse los tobillos, las tibias y los peronés después de tantos años. Como mucho, el PEPRI hizo una reflexión que sabiamente colocó en la Memoria del Plan Especial, pero no en la Normativa.
Y por eso, en el Albaicín, hoy por hoy y desde un punto de vista legal, se puede poner en el suelo cualquier cosa, desde el empedrado artístico granadino, hasta las famosas baldosas de Bilbao o el bonito y cómodo albero de Andalucía la Baja, diga lo que diga la Administración Competente en materia de Patrimonio Histórico, porque, en tanto que no hay norma de obligado cumplimiento recogida en el PEPRI, los informes que se realizan desde esa Administración y desde su Comisión Provincial de Patrimonio Histórico, sean favorables o desfavorables, responden a interpretaciones discrecionales amparadas en el gusto o criterio personal del técnico que los emite.
Me permito insistir; lo que plantea el PEPRI es una reflexión que se escapa de la disciplina urbanística y que se traduce en recomendaciones que, por cierto, podría ser más que interesante tener en cuenta.
Habla el PEPRI, por ejemplo, de “-Una pavimentación cómoda con materiales integrados en los itinerarios peatonales principales”. Y, en cambio, coloca el Ayuntamiento los más gruesos empedrados absolutamente incómodos que además echan a competir a vehículos y peatones.
Sigue el PEPRI recomendado: “-Restringir la utilización de materiales asfálticos a las zonas imprescindibles, recuperando el adoquinado para las zonas de circulación rodada intensa”. Y a cambio lo que tenemos siguen siendo piedras que resbalan con la lluvia y que, a la mínima saltan, para que alguien rellene el agujero de asfalto en un catálogo inmenso de chapuzas.
Habla también de -Procurar una mayor uniformidad en la pavimentación existente. Y el muestrario supera con creces el catálogo de Leroy Merlin.
En fin, un horror de suelos, sin normativa legal que los ampare y sin tomar en consideración las recomendaciones que plantea el Plan Especial. Granada, una vez más.
Con todo lo que les cuento, parece más que evidente la necesidad de elaborar una documentación reguladora que, consensuada con la Administración Competente, establezca unos criterios rigurosos que, recogiendo lo que el propio Plan plantea, debería respetar una relativa jerarquía de factores a la hora de optar por los diferentes tratamientos.
Simplificando las cosas, debiera partir de la seguridad como elemento ineludible, además garantizar la accesibilidad por aquello de facilitar la vida a los vecinos, para terminar, como último determinante, con el factor estético.
Quizás todo eso podría arreglarse con un nuevo PEPRI, que ya va siendo hora, aunque parece que no está en los objetivos del equipo municipal que ha optado, como ya nos han contado, por la redacción de un nuevo Plan General que, por lo que se sabe, ni entra ni sale en estos detalles sin importancia.
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