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Ascenso de las temperaturas en la provincia de Granada durante el fin de semana
Crisis del coronavirus
Cecilio Martín, director del CEIP Atalaya de Atarfe, se muestra rotundo. “Hay niños de los que no sabemos nada desde el día 13 de marzo”. Ese viernes fue el día previo a la declaración del estado de alarma por la crisis del coronavirus y el último en el que hubo clases presenciales tanto en las enseñanzas universitarias como no universitarias. Ahora, una vez que se ha determinado que el curso seguirá con el calendario previsto, los centros acometen el reto de retomar la rutina de la docencia en casa a la que obliga el confinamiento con el objetivo de atender a lo que se pide desde la Consejería de Educación y Deporte –Priorizar contenidos y objetivos– y a la espera de nuevas instrucciones, que se esperan para la próxima semana.
En el Atalaya, donde estudian unos 700 escolares, hay alumnos de los que no se ha vuelto a saber nada. “Les llamamos y no contestan”, relata el director. Es apenas un 1%. Entre los que no aparecen hay alumnos foráneos. ”Es posible que hayan vuelto a sus países”. También niños cuyas familias han decidido pasar el confinamiento lo más aislados posible. “Hay quien se ha ido al campo”.
La casuística es variada. La Inspección Educativa recaba información entre los centros educativos de Granada sobre el seguimiento de las clases en la modalidad virtual. Los colegios e institutos han remitido datos sobre los alumnos que siguen las clases y los medios con los que cuentan “Un 12% no tienen ordenador”, revela Martín sobre la situación de su centro. Apostilla que tener equipo informático no es sinónimo de tener recursos. “Si una familia tiene tres niños y un ordenador...”.
Otra de las grietas está en la conexión a internet. En el Atalaya se ha detectado este problema, que podría afectar a entre un 8 y un 9% del alumnado. Martín, sin embargo, es prudente a la hora de hablar de las consecuencias de esta brecha digital. “Lo que más nos preocupa es la salud emocional y anímica, más que los conocimientos que hayan dejado de dar en dos meses de confinamiento”. Precisamente esa preocupación motivó a Martín a remitir una carta a las familias en la que expresa que “cuando acabe todo, la salud mental de vuestros hijos (y la vuestra) sea más importante que sus avances académicos. No discutáis con ellos porque no quieren hacer la tarea o por no seguir el horario. No merece la pena”. Y si el alumno pide más deberes, tampoco hay problema: “Que los hagan”.
Sobre las consecuencias académicas del confinamiento se insta a ser paciente y a evitar sufrir en estas semanas. Ante cuestiones que son cruciales para algunos alumnos, como el paso del colegio al instituto, el director del Atalaya explica que “se establecerán procedimientos de intercambio de la información con su nuevo profesorado para que puedan adquirir aquellos conocimientos incompletos” este curso.
Mientras cala este mensaje, desde algunos centros, como es el caso del Elena Martín Vivaldi de Granada se ha recurrido a la ayuda de la Policía Nacional. En Almuñécar, también se han facilitado libros y equipos informáticos. Policía Local y Nacional indican que están dispuestos para estos servicios, mientras que la Delegación ha activado un protocolo con Protección Civil para entregar los manuales a las familias que así lo soliciten. El sistema prevé que las familias le comuniquen la petición a la dirección, la dirección le pase la información a la Inspección, y de ahí se tramite la solicitud de entrega a Protección Civil. Sus voluntarios serán los encargados de la entrega.
En la provincia hay ejemplos de entrega de material a escolares. Es el caso de la Policía Local de Íllora. Su jefe, el oficial Antonio Cobos indica que, con la colaboración del director del CEIP Gran Capitán, se imprimen las fichas que deben realizar los alumnos. Los agentes las llevan a las casas de los escolares que no disponen de equipos, impresoras o de conexión a la red.
En algunos centros se recurre a lo más sencillo para contactar con el alumnado y hacer seguimiento de las tareas en casa. En el IESVeleta, su directora, Eugenia Moreno, realiza rondas telefónicas. También los docentes del centro. En su instituto el 20% de los alumnos no tiene internet o acceso a un ordenador.
En el Luisa de Marillac, en el Almanjáyar, su director, Basilio Granados, indica que en su centro también se tira de teléfono. Así, de rebote, se cuida el aspecto emocional. “Se les pregunta cómo están, hablan con la familia, con los niños...”. Se han creado grupos de Whatsapp –“Tienen todos”– en el que participan las familias y las maestras para hacer llegar las tareas a casa. Cuando los niños las hacen, se devuelven a la maestra por mensajería con una foto. También se han adaptado los deberes para trabajar aspectos emocionales. “Se les pide que ayuden a su madre, que hagan un baile con su hermano”, que practiquen deporte desde su casa. “Se pasa de estar sentado a otra actividad que va más al sentimiento”. En este centro no es que haya familias que no tengan ordenador . “Hay quien dice que no tiene lápiz en su casa”. La cuestión se resuelve con propuestas basadas en textos libres, en los que los alumnos son protagonistas de los enunciados y con propuestas que se pueden hacer de viva voz. “Pese a todas las dificultades, las cosas van funcionando”.
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