Desescalada en Granada: 26 de abril, el nuevo día de los Reyes Magos
Crisis del Covid-19
Calles llenas, pero con respeto a las normas de distanciamiento, en el primer día de desconfinamiento para los niños menores de 14 años
Niños con juguetes, bicicletas o balones pasean por la ciudad y juegan en los parques abiertos en un día en el que hay un 50% más de movimiento que jornadas atrás
Granada/"Veo, veo". "¿Qué ves?". "Empieza por 'B'". Aunque bien podría empezar por 'L' de libertad. Un padre joven y sus dos niños, subidos en bicicleta, recuperaban un clásico de los juegos cuando no existían las tablets ni los móviles mientras cruzaban de un lado a otro en Acera del Darro. Bicicletas, patinetes, 'motillos' eléctricas para los más pequeños, balones, carricoches con sus muñecas, peluches y hasta un coche teledirigido. La vuelta a las calles de los niños tras más de cuarenta días de reclusión forzada en casa por el coronavirus ha sido el nuevo día de los Reyes Magos. Del 6 de enero al 26 de abril, con los nervios de la noche más mágica del año reconvertidos a ansia por abrir la puerta y, aunque sea, darle unas patadas a una pelota de fútbol sin romper nada en casa.
Así ha sido la imagen de la vuelta a esta nueva extraña normalidad que han estrenado los menores de 14 años, junto con padres o tutores legales. La lluvia que amenazaba a primera hora de la mañana hizo detraer las ganas a muchos padres de aprovechar este primer día de libertad matizada. A partir de las 9:00 de la mañana estaban autorizados a salir a la calle los más pequeños de Granada, algo que podrán hacer desde ahora todos los días hasta las 21:00 de la noche. El recreo más largo del mundo. A medida que avanzó la mañana y que el cielo amenazaba, pero no se decidía a descargar el agua que contenía, padres y madres de toda Granada, en familia o por turnos, dieron la orden: "Vamos a la calle".
El resultado han sido calles, no a rebosar, pero casi. Se nota que aún no hay libertad de movimientos y la escena podría ser la de un domingo cualquiera, con familias pero como si un retoque fotográfico hubiera borrado al resto de personas que no tienen hijos, salen a correr, a trabajar, o simplemente a pasear con su otra mitad. De las once de la mañana, donde aún se notaba retraimiento, a cerca de la una cuando el Paseo del Salón, el Palacio de Congresos, o por la Fuente de las Batallas ya eran un gran parque infantil donde, con algo de disciplina, había espacio para mantener la distancia personal de prevención. Todos parecían concienciados y, salvo alguna regañina por no mirar, todos los infantes acataban sin rechistar.
Había más sonidos de ciudad, aunque en el Humilladero ganaban los ruidos de un recreo al de los autobuses urbanos. "Habrá un 40-50% más de personas en la calle que en estos días", estima un agente de la Policía Local de Granada mientras esperaba el disco verde del semáforo para continuar su patrulla después de toda la mañana vigilando este primer paso hacia la desescalada del confinamiento. Tipos de familia había casi por cada persona que paseaba. Las que han salido en tropel, como la familia del que fuera concejal del PP del Ayuntamiento de Granada Francisco Ledesma, que prácticamente parecían los guardaespaldas de sus tres hijos. "¿Se han portado bien este tipo?" Los pequeños decían que sí, pero los dos padres, con la cabeza y con el índice, negaban la mayor entre risas.
Pero "los niños se adaptan a todo". Más de un progenitor hablaba en este sentido, quizás sorprendidos por cómo sus retoños han sido capaces de bancar tantos días entre cuatro paredes. Ordoño cuenta que Jorge, con sus cinco años y "más tranquilo" que su hermano Joaquín, no estaba especialmente emocionado con volver a la calle. "Estaba haciendo un dibujo y quería terminarlo antes", cuenta el padre, que custodia el balón de fútbol con el que Joaquín, de 9, quiere jugar un partido en el Paseo del Salón.
La que tiene una pinta de futbolista de futuro con sólo dos añitos es Alma, que se acababa de sentar en un banco junto a María, su madre. Llevaba un rato dándole patadas a una pequeña pelota de goma, corría tras ella, y chapoteaba con sus botas de agua en un charco. La viva imagen de la felicidad. "¿Alma, te gusta más la calle o la casa?" "La casa", contesta con fuerza pero dándose la vuelta por timidez. María, que trabaja en la farmacia del hospital del PTS, pese a haber visto de todo en estos días no pierde la sonrisa. Es más, la tiene radiante por estar con su hija sin más reclusión que lo que las piernas, y el kilómetro de distancia con respecto a casa, pueden dar. "Ella ha notado más que yo en confinamiento, pero se ha portado muy bien", dice la madre, que se va alejando hacia el Palacio de Congresos mientras los paseantes son incapaces de no girarse y contagiarse de su alegría.
José Manuel, por su parte, quiere inmortalizar el momento de tomar la calle tras tantos días. Pasea con Loreto, de 10 años, y de Raquel, de 8, que empuja un carricoche rosa. Desde el mismo 13 de marzo no pisaban la ciudad, precisamente cuando la mayor celebraba su cumpleaños. El regalo vino 43 días después. Muchas fiestas se han quedado en el camino de esta familia, como de la pequeña Raquel, que confesó haber llegado a estar "muy aburrida" en casa, y que encima hoy, en vez de estar vestida de blanco para hacer la primera comunión, está con un chaquetón y sin recibir el sacramento. "Han sido disciplinadas", cuenta el padre, profesor de Secundaria, que sí les afeó "no dejarme el ordenador para trabajar porque lo ocupaban ellas".
"Antes veían las palomas desde la casa y ahora las están persiguiendo", cuentan Lina y Carlos mientras tratan de controlar a sus mellizos Carlos y Jaime cerca del kiosko de la Fuente de las Batallas. Cuentan que durante esta cuarentena les han "aporreado la puerta más de una vez para salir, pero es que hay que entenderlo, tienen 16 meses". Y también que nunca antes habían tenido tantas ganas de ponerse el chaquetón como hoy, ya que lo tienen asociado al colegio. "Nos han visto cogerlo y han abierto los brazos para que se los pongamos", relata Lina el momento en el que declaraban la libertad para sus niños.
A lo lejos, Davide, un italiano de Padova, observa la escena mientras Ennio duerme en el carrito. "Se puso a llorar cuando dijimos de salir esta mañana, no quería, y miraba todo como si fuera nuevo", relata un joven que admite la extrañeza de ver lo que pasaba en su país "dos semanas antes de que pasara aquí. Tenía claro que iba a pasar aquí también", añade resignado tras ver que España no cerraba e Italia sí.
La foto de la Carrera vacía de gente ayer no se vio, entre el trasiego constante de familias. "¿A que nunca habíais visto Granada así, sin coches?", decía un padre a dos dos hijos para hacerles más conscientes aún de la situación histórica que están viviendo. Otros se paraban ante la puerta de la Basílica de la Virgen de las Angustias con sus dos niñas para rezarle a la patrona. El pórtico estaba abierto para que se contemplara la imagen y el interior del templo, aunque la cancela impedía el acceso. Eran las doce, hora de misa.
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