Dibujos, juguetes y cumpleaños científicos
Visitar un zoológico, ayudar a arreglar un enchufe o cuidar de animales y plantas, oportunidades para valorar y aprender ciencias
Hace unos meses aprovechando que tenía a mi sobrino en casa le solicité que realizara un dibujo sobre las personas que trabajan en ciencias. Rondaban por mi cabeza unas cuantas ideas a desarrollar en un seminario que debía impartir a estudiantes de la asignatura La ciencia y su didáctica en Educación Infantil. No era la primera vez que pensaba en mis sobrinos y sobrinas para dar apoyo "práctico" a mis clases. Que luego nos acusan de ser muy teóricos. Ciertamente no sabía entonces lo que iba a dar de sí semejante petición. Ángel, mi inquieto sobrino de por entonces cinco años y medio, se prestó solícito a hacer su dibujo. Por si me quedaba alguna duda, me explicó que el personaje era un niño, porque tenía el pelo corto, y que lo que había sobre la mesa eran "los tarros de la ciencia". Una bonita manera de denominar a los tubos de ensayo, matraces y demás artilugios que manipulamos en los laboratorios. El resultado, en definitiva, no se alejaba mucho de las representaciones que realizan habitualmente mis alumnas de la asignatura antes citada. Y digo alumnas puesto que casi el 100% de los estudiantes de Educación Infantil son mujeres.
El científico era un varón, supuestamente con bata blanca, pues no había coloreado la ropa, y situado en un laboratorio. Al dibujo le faltaba una pizarra con unas cuantas fórmulas para completar el estereotipo que tan ampliamente extendido está en la sociedad.
Aunque no me causó extrañeza semejante dibujo pensé que, en niños y niñas con cinco años de edad, la procedencia de tal idea podía tener básicamente un origen: los dibujos animados. Uno de sus dibujos preferidos, y por qué no decirlo, también para mí son Phineas y Ferb. Los protagonistas son dos hermanos varones que siempre están ideando y construyendo artilugios de todo tipo ayudados por sus amigos, entre ellos, curiosamente una chica, Isabella. Otro personaje es la hermana de los protagonistas, Candace, a la que no le interesa nada de lo que hacen y que siempre anda preocupada por desprestigiarlos antes sus padres y su novio. Completando el elenco, y para que nada falte, siempre hay un bueno y un malvado.
El bueno es Perry el simpático ornitorrinco, que no es otro que un agente camuflado bajo el aspecto de una ingenua mascota, y el malo, un científico chiflado protagonizado por el doctor Doofenshmirtz, al que siempre todo le sale mal.
Como podrán figurarse, esta serie de dibujos animados de éxito tiene ligado todo un conjunto de productos derivados. No vamos a realizarles publicidad encubierta pero sí les comento dos de los productos en relación con la temática que abordan, uno relacionado con laboratorio de ciencias y otro con inventos y construcciones.
Este tipo de juguetes tradicionalmente se ha regalado con más frecuencia a los niños que a las niñas, disminuyendo así la oportunidad de ellas para experimentar con las ciencias fuera del centro educativo.
Quizá piensen que el uso de este tipo de juguetes contribuye poco a la futura elección académica y profesional de niñas y niños. Sin embargo, diversos estudios como el proyecto internacional ROSE (The Relevance of Science Education) muestran los beneficios de las experiencias extraescolares como la que se describe, en las actitudes del alumnado hacia la ciencia y la tecnología.
En las últimas décadas diversas instituciones están dando señales de alarma de un futuro nada halagüeño para las ciencias a causa de una alarmante disminución en las vocaciones científicas de la juventud, vocaciones que no sólo se construyen durante la formación en escuelas, institutos y universidades, sino también fuera de ellas. Visitar un parque zoológico, leer artículos de divulgación científica, ayudar a arreglar un enchufe o a cocinar una paella, jugar con laboratorios de ciencias o cuidar de animales y plantas, proporciona innumerables oportunidades para hacerse preguntas sobre todo lo que nos rodea y, por tanto, para valorar y aprender ciencias.
En esta misma línea hay que entender la iniciativa de diversas empresas que ofrecen servicios de "cumpleaños científicos" para chavales de 5 o más años. O hágalo usted mismo, sustituya los trucos de magia del payaso por algunas demostraciones de química cotidiana, lleve unas cuantas flores y obsérvelas con una lupa, reparta invitaciones para congresos de cumpleaños científicos entre los vecinos, amigos y amigas de su hijo o hija y piense que, sin duda, está generando interés por una de las actividades más nobles del ser humano. Hacerse preguntas e interrogantes, buscar soluciones, hacer ciencia en definitiva. Al igual están contribuyendo a la formación de una futura o un futuro premio Nobel.
Mi sobrino, meses después, mejoró su dibujo añadiendo unas gafas de seguridad a su científico y me entregó una original invitación. Les adjunto las imágenes, con cariño, de un científico en ciernes.
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