Emiliano Aguirre, de Láchar a Atapuerca

Obituario

El que fue premio Príncipe de Asturias a la investigación científica y técnica ha fallecido a los 96 años

Estudió y dio clases en la Universidad de Granada. También dirigió algunas de sus primeras excavaciones en Láchar y Fuensanta, donde se hallaron restos de elefantes del Cuaternario

Emiliano Aguirre, de Láchar a Atapuerca / G. H.
Miguel Caballero Pérez - Cronista oficial de Láchar

25 de octubre 2021 - 06:05

El pasado 11 de octubre nos dejó en Burgos a la edad de 96 años el gran paleontólogo Emiliano Aguirre Enríquez, también conocido como Padre Aguirre ya que era jesuita, nacido en Ferrol en 1925. Vivió y trabajo en Granada durante cuatro años.

Sobre su figura y labor se ha pronunciado la reina emérita Doña Sofía, como una gran pérdida para el mundo de la paleontología, recordemos que la emérita regia es la presidenta de honor de la fundación Atapuerca, y en el mismo sentido se han pronunciado sus discípulos, sucesores y actuales codirectores en el proyecto Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y Jose María Bermúdez de Castro. Recordemos que el padre Aguirre fue director de los yacimientos de Atapuerca desde 1978 hasta su jubilación en 1990 y entre otros muchos reconocimientos fue premio Príncipe de Asturias a la investigación científica y técnica en 1989 y es conocido popularmente como: “el padre de Atapuerca”.

Pero existen facetas menos conocidas del padre Aguirre, como que estudió Teología en la Universidad de Granada permaneciendo en la misma de 1955 a 1959, donde daba clases de Paleontología, materia en que se había licenciado en la Universidad Complutense de Madrid en 1955. Durante su estancia en Granada fue el director de algunas de sus primeras excavaciones como fue el caso de las de Láchar y Fuensanta en marzo de 1959, en que se hallaron restos de elefantes correspondientes al periodo cuaternario. Seria esta materia de los hallazgos de estos elefantes elegida para su tesis doctoral en ciencias biológicas, en 1966 en la Complutense de Madrid dirigida por el eminente profesor catalán Miguel Crusafort. Su currículo, publicaciones, sus premios y distinciones son tantas que en un artículo como el presente no habría espacio para reseñarlas.

Pero en lo relativo a su trabajo en la provincia de Granada, además de su tesis doctoral basada en el hallazgo de los mencionados elefantes en las localidades de Láchar y Fuensanta, también publicaría un artículo en 1963 titulado: “Elephas meridionalis Nesti, en Fuensanta y Láchar”, en la revista del Instituto Geográfico y Minero de España.

Recreación ideal del entorno en que vivieron los elefantes de Láchar / Mauricio Antón

Como la labor de un cronista es hacer crónica, relataremos los hallazgos y la actuación del padre Aguirre en las citadas excavaciones, basadas en la prensa de la época y los datos obrantes en el museo de ciencias naturales de Madrid, donde también trabaja uno de sus discípulos llamado Jorge Morales que ha trabajado en el yacimiento de cerro de Batallones (Madrid), donde se han encontrado los mejores ejemplares de restos de los llamados popularmente tigres “dientes de sable”.

El día 26 de febrero de 1959, mientras se extraía arena de unas canteras, propiedad del Instituto Nacional de Colonización, para la construcción de los pueblos de Peñuelas y Fuensanta que en ese año se encontraban en avanzada fase de construcción, los operarios de dicha cantera José Suárez, Ricardo Acevedo, Antonio Palma García y Antonio Martín Arrabal, localizaron entre la arena un cráneo, una pelvis, un astrágalo y una costilla con tres vértebras, de un elefante que habitó aquel lugar en el periodo cuaternario, posteriormente se localizaría un molar, se determinó tras posteriores análisis que correspondía a la especie” Elephas antiquus”.

Tras el oportuno aviso de los trabajadores de la cantera al delegado regional de Excavaciones Arqueológicas, D. Alfonso Gamir, éste contactó con el Padre Emiliano Aguirre, profesor de Paleontología de la Universidad de Granada, una de las máximas autoridades sobre el tema, que había estudiado en Madrid los restos de los elefantes aparecidos en la cuenca del río Manzanares, en Villaverde Bajo.

Cráneo y extremidades anteriores de Elephas antiquus (Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid)

Tras recibir la llamada se puso en marcha hacia los yacimientos como director ese mismo día, acompañado por el antropólogo Manuel García Sánchez, la señorita María Amada Castellanos, licenciada en Historia, Rafael Fernández Rubio, de la Escuela de Ingenieros de Minas y ayudantes y alumnos de clases prácticas de la Sección de Ciencias Geológicas de la universidad de Granada. También estuvieron presentes el hijo del Marqués de Casablanca, Carlos Zárate, que residía en Santa Fe, al igual que el periodista del diario Ideal, Corral Maurell, de este último añadimos como curiosidad que dos años antes en 1956 y en acto de valentía en un artículo de una publicación extranjera, pedía la exhumación del poeta Garcia Lorca.

Desde Granada partieron tres vehículos, un camión, un Land-Rover y un turismo, el camión se utilizaría para el transporte de las piezas. Los restos se encontraron en tres yacimientos diferentes, situados en las terrazas fluviales del río Genil, a no mucha distancia unos de otros, sepultados en capas diferentes de arena grava y arcilla.

Los tres yacimientos presentaban características que se repiten: su altura común, que sería unos 60 metros sobre el nivel del río Genil y a una profundidad de unos 4 metros, pero que en esa época la actual depresión de la vega no existía, y la llanura estaría a la altura de la autovía A-92, lo que haría un río de pequeños meandros en una gran llanura que existía, al menos, entre las actuales Láchar y Fuensanta, y en esa gran llanura cruzada por el río es donde estos grandes mamíferos nacieron, se desarrollaron y murieron.

El primero se localizaba en las cercanías del pueblo de Fuensanta, que se encontraba en construcción, y en el que se hallaron el cráneo completo, con las defensas y molares, que correspondería a una cría crecida. La longitud de sus colmillos sería de 75 centímetros, recordemos que los restos de la misma especie encontrados en Villaverde (Madrid) y que correspondían a individuos adultos median entre 2,50 y 2,75 metros, lo que confirma que el individuo encontrado en Fuensanta era un animal joven.

El segundo yacimiento se encontraba en las proximidades del anterior, en las cercanías del arroyo de la Fuente Santa y en él se encontraron, entre arcillas y areniscas, múltiples fragmentos de defensas, molares de elefante antiguo, así como huesos de animales herbívoros, como ciervos o alces.

El tercer yacimiento se encontraba en las cercanías del pueblo de Láchar, en una terraza sobre el Genil, en el lugar conocido como el Pinar de Láchar. El vecino de Láchar, llamado Diego Ávila Pérez hizo entrega al padre Aguirre de un hueso correspondiente al extremo de un humero, también de elefante, una mandíbula del mismo animal, distintos huesos correspondientes a una especie de caballo ya extinguido y de gran tamaño y la cornamenta, al parecer, de un gamo. Según manifestó el responsable de la excavación, el Padre Aguirre, los yacimientos formaban parte de un depósito de animales fallecidos por causas naturales, y que en los mismos había numerosos ejemplares de estos individuos, debido al hecho de vivir en manadas.

También se recogieron restos de las arcillas, para analizar los restos de polen que en ellas se pudieran encontrar, para poder determinar la flora que compartía espacio con estos mamíferos, para determinar climas y vegetación. Como vemos serían varias disciplinas científicas las que se aplicaron en la investigación.

El marfil de las defensas apareció fosilizado, lo que lo inutilizaba como valor comercial, aunque de un gran valor testimonial e histórico.

Estos trabajos, fueron contemplados por numerosos vecinos y curiosos, que acudieron a los yacimientos.

Unos meses después, en el mes de julio, se analizarían y se inventariarían los huesos, que en un principio no se sabían a qué partes del animal correspondían y así los restos ya inventariados serian: un cráneo con sus defensas, la pelvis completa(que también se cortó en dos trozos), varias vértebras, calcáneo y astrágalo(huesos del talón y tobillo) de una pata posterior y una pata anterior completa, de la que han aparecido la escápula(paletilla), humero y el par de cúbito-radio.

En este mes, en una nueva excavación y en las mismas canteras, se volverían a encontrar restos de otra especie de elefante denominado “elephas meridionalis”, que era una especie anterior a la “antiquus” y que tenía las defensas dobladas hacia adentro, concretamente se encontró un cráneo de más de un metro de alto, era fino y alargado y las defensas en forma de lira. Para la extracción de este cráneo se trasladó desde Madrid, el escultor y artista cordobés y preparador de la Sección de Paleontología del Museo Nacional de Ciencias naturales, Agustín Vargas, que fue ayudado por Manuel Martín Calpena, preparador del laboratorio de Geología de la universidad de Granada y Rafael Blanco González, vecino de Láchar y delegado local de Excavaciones de este municipio, así como por otros trabajadores y vecinos de Láchar, que colaboraron, como dicen las crónicas de la época, “con excelente voluntad e inteligencia”.

El cráneo, una vez salvaguardado por una protección de escayola, fue movido para su traslado, y se hizo necesaria la presencia de seis hombres para moverlo, y desgraciadamente le fueron cortados sus colmillos para facilitar su traslado.

El padre Aguirre dato la antigüedad de esta especie en más de 300.000 años, pero inferior a 500.000, y se contempló la posibilidad de armar el esqueleto completo de uno de estos animales, concretamente el que se encontró en el mes de julio, ya que entre las arenas se encontraban nuevos huesos por desenterrar.

De posteriores excavaciones no se posen noticias, pero continuaron, y se dio la circunstancia de que unos cuarenta cajones de madera con restos fósiles fueron trasladados al Museo de Ciencias Naturales de Madrid donde fueron estudiados por el padre Aguirre, y allí reposan en los sótanos, desde hace casi 50 años, esperando ver la luz.

Sirvan estas líneas de homenaje al gran paleontólogo, que vivió en nuestra ciudad, estudio, trabajo y dio clases en nuestra Universidad de Granada durante cuatro años, llegó muy joven, con 30 años, en 1955, y se marcharía con 34 en 1959.

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