George Borrow, Jorgito, el inglés de las biblias
El autor del libro más maldito de los viajeros británicos, 'La Biblia en España', visitó la Alhambra en 1836 Defensor del pueblo gitano y autor de uno de los primero monográficos
GEORGE Henry Borrow (1803-1881) fue un inglés que entre 1836 y 1837 llegó a adquirir notoriedad en Madrid, donde fue conocido familiarmente como don Jorgito, el inglés. Su estancia en la corte coincidió con un tiempo en que España, bajo la regencia de María Cristina, parecía abrirse al liberalismo europeo. Borrow fue un aventurero precoz y excéntrico, un talante inglés genuino con mucho de su liberalismo, un cronista preconizador de la estirpe de Kapuscinski y un superdotado idiomático que dominaba una treintena de lenguas, aprendidas la mayoría antes de cumplir los 30 años, entre ellas el galés, danés, hebreo, árabe, armenio, manchú, griego, latín, algo de euskera y el gitano. Viajó por Francia, Alemania, Rusia, Portugal, España y Marruecos, primero como agente de la Sociedad Bíblica y luego en calidad de corresponsal del Morning Herald.
Después de una serie de peripecias biográficas, entre las que se halla la de su conocimiento de un alimañero que le regala una víbora capada que él consigue amaestrar cuando era niño y su primer conocimiento de los gitanos. En 1933 conoce y frecuenta, en Oulton Hall (Suffolk, Inglaterra) a una viuda acomodada, Mary Clarke, que influye decisivamente en su existencia. A ella deberá una recomendación a la Sociedad Bíblica británica e internacional, en la que se integra gracias a sus asombrosas dotes de políglota. Mary Clarke inculcó en Borrow un respeto hacia valores ante los que el joven George había sido indiferente. Pasa entonces a practicar un anglicanismo declarado.
Después de un viaje a Rusia como agente de la citada Sociedad Bíblica, vuelve a Inglaterra y recibe el encargo de 'evangelizar' España, donde la supresión del Santo Oficio y del Tribunal de la Inquisición, restauradas por el fallecido Fernando VII, parece cosa hecha. En España, Borrow decide editar una versión en castellano de La Vulgata, del prelado católico Felipe Selo.
Borrow asumió luego la distribución del libro por toda la Península y, emprendió un largo y meditado viaje que comprende, en principio, Castilla la Vieja, León, Galicia, Asturias y Cantabria. Y posteriormente viajará a Andalucía, con especial interés en Granada, al ser una ciudad con una representativa población gitana. Hace el viaje acompañado de un muy resabiado criado de origen griego. Estuvo en esa empresa desde mayo a noviembre. En su retorno a la corte hace realidad su proyecto de editar las traducciones del Evangelio según san Lucas al caló y, al vascuence.
Todas estas actividades, además de abrir un despacho de la Sociedad Bíblica en Madrid, unidas a su cordialidad, amenidad de verbo y simpatía personal, harían popular a Borrow, al que ya llaman don Jorgito. El antiguo régimen de reminiscencias fernandinas aún no está desmontado, se enfrenta a Borrow. En 1838 se le prohíbe toda venta de libros y luego es encarcelado bajo la acusación de desacato, de introducción clandestina de impresos en el reino.
En su conocido libro La Biblia en España, Borrow revela que lo ocurrido se debió, en parte, a las indiscreciones de otro agente de la Sociedad Bíblica. La situación se esclareció y George fue excarcelado y más tarde negó toda su vinculación con el agente que le había denunciado. Al tiempo, las autoridades prohibieron la circulación del Nuevo Testamento de Scio, publicado un año antes por Borrow.
En 1840 se casó con Mary Clarke, que tenía una hija, se instala definitivamente en el Reino Unido y se dedica a escribir sobre su experiencia española, que interesa al editor londinense John Murray, quien en 1841 publica el primer libro del agente bíblico. Se trata de The zincali (Los gitanos), especie de noticia sobre los gitanos españoles, sus costumbres, tradiciones y jergas, que acompaña de una colección de lírica popular en caló y un vocabulario. En el manuscrito de La Biblia en España, Borrow sigue los consejos de un gran conocedor de la España romántica, Richard Ford, quien le dice que ha de abandonar toda erudición libresca y ha de escribir llanamente de lo que ha visto.
Cuando La Biblia en España se publicó, en 1842, fue un éxito instantáneo. Al año de aparecer había vendido seis ediciones de mil ejemplares. Se convirtió rápidamente en clásico. En medio siglo alcanzó veintidós ediciones registradas. Borrow se convirtió en una especie de mito. La Biblia en España contribuyó decisivamente a inocular el virus del hispanismo entre los ingleses desocupados y extendiendo por la imaginación mundial la leyenda medievalizante de una España romántica, embrujada, supersticiosa. Aquí tardaron 80 años en editarse, traducidas por Manuel Azaña. Volvieron a ser prohibidas durante la larga dictadura nacionalcatólica. En 1970 lo publicó Alianza Editorial. La edición española fue corta y sólo atractiva para quienes, como el mismo Azaña, valoraban el enfoque liberal del concepto histórico español, en contra de la visión tradicionalista de una España casi perfecta. Nunca ningún escritor extranjero arremetió con tanta saña contra los andaluces, y su texto hizo, y sigue haciendo, mucho daño entre quienes, desconocedores de las realidades andaluzas del siglo XIX, lo leen y creen en la palabra de Borrow.
¿Qué lindezas sobre España y Andalucía soltó el aventurero inglés vendedor de biblias? Sirvan de muestras estos párrafos. "Los andaluces de la clase alta son probablemente, en términos generales, los seres más necios y vanos de la especie humana, sin otros gustos que los goces sensuales, la ostentación en el vestir y las conversaciones obscenas. Su insolencia solo tiene igual en su bajeza, y su prodigalidad, en su avaricia". Se muestra más condescendiente en su retrato de las clases bajas, que "son un poquito mejores; verdad es que no puede alabarse el nivel de su moralidad: son engañosos, camorristas y vengativos; pero son en general más corteses y, con toda seguridad, no más ignorantes". Borrow se atrevió también a destacar la escasa valoración de los demás españoles de los andaluces: "…los tienen en muy baja estimación los demás españoles, y aun los de mejor posición tropiezan con dificultades para ser admitidos en las tertulias respetables de Madrid, donde si logran entrar, son invariablemente ridiculizados por los gestos y ademanes absurdos en que se complacen, por su inclinación a la jactancia, sus exageraciones, su curioso acento y la manera incorrecta de pronunciar el castellano". A modo de conclusión: "En una palabra: los andaluces, en todas las cualidades del carácter, se hallan tan por debajo de los otros españoles, como el país que aquéllos habitan es superior en belleza y fertilidad a las demás provincias de España".
La edición republicana, la primera del mítico libro de Borrow, fue publicada por Alberto Jiménez Fraud, fundador de la Residencia de Estudiantes, en su popular colección 'Granada'. Tres cuidados tomos de pequeño formato, con la rigurosa traducción que le había encargado a Manuel Azaña. Hasta once años después, ya en plena República, no se publicará en español Los Zincali (Los gitanos de España), bajo el sello editorial La Nave y de nuevo con traducción de Azaña, aunque en esta ocasión sin nota introductoria alguna, solo el prólogo original del autor. El libro deja al descubierto la obsesiva trayectoria genocida de los monarcas españoles frente a los gitanos. Borrow se manejaba con el romaní a la perfección y ello le hizo ganarse desde el primer momento la confianza de los gitanos españoles, alardeando incluso de una oscura leyenda sobre su supuesto origen calé. A lo largo de los capítulos del libro describe las peculiaridades de los gitanos peninsulares, sus modos de vivir, las leyendas negras que se tejen alrededor de una raza acusada de robos, envenenamientos masivos, crímenes, secuestros de niños e incluso de canibalismo. Este interés por todo lo gitano es el que le lleva hasta Granada, ciudad que junto a Málaga no aparece en capítulo alguno de su 'biblia española'. Dicen que se encontró con los gitanos del Sacromonte, en agosto de 1836, que llegó en mula, y que visitó la Alhambra, donde quizá, según las referencias bibliográficas, se encuentre estampada su firma en el libro de los palacios nazaríes. Borrow pone en sus libros orden sobre la cuestión morisca al denunciar su persecución y éxodo final, y también destaca el Islam, una religión a la que defiende frente al catolicismo del que denuncia su adoración a las imágenes y su concepto e idea de la deidad. El británico incluso llegará a recoger algunos poemas moriscos y firmará uno dedicado a la expulsión de los nazaríes de la Alhambra. Además, Borrow advierte de que los males de España a lo largo de su historia fueron ocasionados por la servidumbre de sus monarcas al papado católico, al Vaticano y pone en sus escritor y publicaciones españolas numerosos ejemplos de cómo los pagos de todo tipo y no solo dinerarios de España a la Iglesia católico fueron el lastre que impidió un mayor desarrollo.
La inquietud que suscita su figura tras la multitud de ediciones de su obra española y el monográfico dedicado a los gitanos le obliga a ensayar la autobiografía, que emprende en Lavengro, en la que la realidad se funde con la fantasía. Contra todo pronóstico, Lavengro decepcionará a los lectores y admiradores de sus obras anteriores, que no se esperaban una autobiografía novelada y arremeten contra el autor. Borrow acusa el golpe y toma la decisión de dejar temporamente el Reino Unido y refugiarse con sus queridos gitanos, esta vez en la Europa oriental.
Viudo desde 1869, vuelve a Oulton, se convierte en un viejo misántropo y se rodea de un mundo inverosímil de objetos procedentes de todos los países, guardado en medio de un magnífico desorden y protegido por la vegetación del parterre, que casi ocultaba su casa. Su única satisfacción era invitar de cuando en cuando a alguna banda de gitanos a que acampasen en sus propios jardines, ante el horror de los vecinos. Los muchachos del lugar le apedreaban y le insultaban. En 1881, presumiendo que se acercaba el final de su vida, convenció a su hijastra para que fuera a vivir con él. Deseaba morir acompañado. No lo quiso el destino. En la mañana del 26 de julio falleció completamente solo.
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