1943: “Se prohíben los alardes de comida en los restaurantes”
Granada año a año
En mayo se levantaron arcos triunfales y se organizaron desfiles militares para recibir a Franco, que vino a inaugurar la calle Ángel Ganivet y a visitar la Alhambra
Ese año fue nombrado gobernador civil de Granada José María Fontana Tarrats, que tuvo que dimitir tres años después por su enfrentamiento con Gallego Burín y Marín Ocete
Granada/Fíjense si estaba ya mal el tema del hambre en 1943 que los periódicos Ideal y Patria publicaban regularmente una circular de Abastecimientos y Transportes que decía en sus dos primeros puntos que "quedaba prohibido en los hoteles, restaurantes, pensiones, tabernas, cafés y establecimientos similares la ostentación en escaparates de artículos alimenticios en proporciones tales que constituyan un alarde de abundancia". También se prohibía "la freiduría, asados y cocinados en general a la vista del público de la calle, desde los referidos establecimientos". Todo para evitar que los hambrientos se ahogaran al hacérseles la boca agua o se desmayaran en plena calle ante estas visiones. Estaba tan mal la cosas que la gente le disputaba la alfalfa a los conejos, las bellotas a los cerdos y las algarrobas a los caballos. En cuanto a los niños, ni siquiera sabían que existían los verbos desayunar y merendar, como decía Gila. Luego vendrían años peores, como 1944 y 1945, los de la 'pertinaz sequía', pero Granada ya se entrenaba para pasar el hambre más atroz imaginada.
Pero las privaciones no enfriaron el entusiasmo patriótico con el que fue recibido Franco cuando vino a inaugurar ese año la calle Ángel Ganivet. Se levantaron arcos triunfales y hubo desfiles para recibir al jefe del Estado. No era la primera vez que venía Franco desde que acabara la contienda civil. Ya lo hizo en abril del 1939 cuando el ganador de la guerra quiso darse un baño de multitudes por las diferentes capitales andaluzas. En Granada solo durmió una noche y para eso no se fue a un hotel, sino que le prepararon el Ayuntamiento. Los trabajos de adecuación de Consistorio a improvisado hotel costaron un pico a la ciudad. Toda la parte de arriba, que hoy ocupan los despachos del alcalde y los concejales, fue habilitada para residencia del dictador y de su señora: cuatro habitaciones y un aseo, además de un despacho y una sala de recepciones. Un esfuerzo enorme para una sola noche. Pero así estaban las cosas. Había que agasajar al máximo al Caudillo, vayamos a pollas. Las estancias fueron adornadas con muebles que prestaron las familias más pudientes de Granada.
Según me ilustra José Luis Entrala en su libro Granada, un siglo de anécdotas, el Caudillo "venía de Málaga, por la carretera de la Costa, pasando de largo por los pueblos apiñados al borde de la carretera, al más puro estilo Bienvenido Mr. Marshall". Lo recibieron los prebostes de la ciudad: el gobernador militar, Ramón Lara; el alcalde de la ciudad, Antonio Gallego Burín, y el jefe de propaganda de la Falange, Alfonso Moreno, entre muchos otros. También le esperaban "un grupo de 50 señoritas de distinguidas familias granadinas, ataviadas con la clásica mantilla y portando ramos de flores de nuestros cármenes, a quienes la muchedumbre les abrió paso entre piropos, palmas y gritos de ¡viva las mujeres de Graná!", decían las crónicas periodísticas. Es en esa primera visita a Granada cuando, al parecer, al pronunciar un discurso desde la plaza del Carmen, el dictador se hizo un lío y en vez de ¡granadinos todos!, dijo eso de ¡malagueños todos! Y es que fueron tantas las visitas que le programaron en ese mes a Franco que muchas veces el hombre no sabía ni dónde estaba.
Una de las anécdotas de aquel viaje, cuenta Entrala, se produjo cuando un raterillo robó en las mismas puertas del Ayuntamiento los rollos de película filmados con el triunfal viaje del jefe del Estado a Granada. Seguramente el chiquillo creía que aquello era algo que se podía comer.
Pero este viaje de 1943 ya no tuvo el carácter triunfal. Vino el Caudillo a inaugurar la calle Ángel Ganivet recién terminada. Tenía Granada por entonces unos 150.000 habitantes, un periódico costaba cuarenta céntimos (de los de antes, no de los de ahora) y un kilo de patatas un real. Los periódicos locales dedicaron su portada del 11 de mayo de 1943 a la visita del Generalísimo. En la llamada Avenida Calvo Sotelo (hoy Avenida de la Constitución) pasó revista a las tropas de Infantería que le rindieron honores. Hizo un desfile por la ciudad en un coche de caballos y en la plaza del Carmen de nuevo le esperaban las señoritas de buena familia para darle los correspondientes ramos de flores. Esta vez dio dos discursos muy cortos, uno en la Capilla Real y otro en la plaza del Carmen. Luego dio por transitable oficialmente la zona que representaba la desaparición del barrio de La Manigua, aprobada en un pleno municipal de 1939 según el proyecto del arquitecto Robles Jiménez y del delineante Manuel Parrizas. El perímetro en el que se actuó limitaba con la calle Reyes Católicos, Navas, plaza de Mariana Pineda y Acera del Casino. La Manigua era así convertida en el centro de la ciudad. Antes de irse, Franco visitó la Alhambra en compañía de Gallego Burín, que le ilustró sobre el monumento nazarí.
El dictador pasó ese año también por Motril, donde el alcalde, aprovechando el momento, le pidió con cierto recelo, cuando usted buenamente pueda, que se desempolvará el viejo proyecto del tren Granada-Motril. El Generalísimo hizo un gesto afirmativo con la cabeza, pero como dice Entrala: "Pero nunca fue el momento adecuado para el tren de Granada a la Costa. Ni antes de Franco, ni con Franco, ni después de Franco".
El gobernador catalán
En enero de 1943 se desarrolla la batalla de Stalingrado, que supone la primera derrota decisiva de la Alemania Nazi y que supondrá el punto de inflexión de la II Guerra Mundial. Aquí en España el Régimen promulga la llamada Ley de Rebelión Militar, por la que todos los delitos políticos serán juzgados en Consejo de guerra. El 8 de marzo, desde Roma, Juan de Borbón y Battenberg, heredero del trono español, escribe una carta al jefe del Estado en la que expresa su deseo de un rápido retorno a la monarquía, simbolizada en su persona. Espérate que la está peinando, pensaría Franco. En Argentina ese año se da un golpe de estado que derroca al presidente corrupto Ramón S. Castillo y en Francia se publica El Principito, un cuento lleno de poesía y fuerza moral que se convirtió en uno de los libros de más éxito en la época de la posguerra.
Eso es precisamente lo que hacía falta en la sociedad granadina de aquellos años: fuerza moral para soportar la situación. Es lo que trató de dar el gobernador civil recién llegado José María Fontana Tarrats. Nada más tomar posesión como jefe provincial del Movimiento a mediados de 1943 hizo público un comunicado que venía de arriba por el que se pedía a las empresas que "satisfagan la paga extraordinaria y celebren la comida de hermandad, dando así una prueba de patriotismo y de espíritu social". ¡Había nacido la paga extra del 18 de julio!
José María Fontana era un político e intelectual catalán cofundador de las revistas Azor o Destino. Un militante falangista desde temprana edad que durante la dictadura franquista llegó a ser miembro del Consejo Nacional de Falange y procurador en Cortes. Al ser nombrado gobernador de Granada, Patria, diario oficial de FE y de las JONS, le recibió con estas palabras: "Personalidad vigorosa y joven, templada en el servicio a España y su Caudillo, viene a Granada con el ímpetu nuevo de esa generación que está haciendo realizad sobre el haz de la patria los principios y consignas de nuestro Movimiento". A partir de entonces, su imponente figura, con más de 1,90 metros de estatura, ojos claros y una personalidad desbordante, iba a ser el centro de la vida política, social y económica de la provincia. Tenía entonces 32 años.
El profesor Manuel Martín Rodríguez, que tiene escrito un ensayo sobre este personaje, lo pone como un "joven abogado, culto, con buenos conocimientos de economía y completamente entregado a las reformas sociales y económicas que propugnaba entonces la Falange". Sus dos grandes objetivos desde su llegada, según el profesor Martín Rodríguez, fueron organizar el partido en la provincia y sacarla de la paupérrima situación económica en que se encontraba mediante un plan coordinado de desarrollo económico y social, que él mismo elaboró con la ayuda de los servicios públicos provinciales. "En los tres años y medio que permaneció en el cargo desplegó una actividad extraordinaria, cosechó éxitos importantes en ambos objetivos y abrió el camino para lo que sería la política económica regional en España", dice Manuel Martín.
Pero la envidia tiene también sede en Granada. Aquí se encontró Fontana con poderosos enemigos como Gallego Burín y Marín Ocete, que no admitían de buena gana los éxitos ni las reformas del falangista catalán. Tras las correspondientes intrigas del alcalde y del rector granadino, Fontana fue destituido fulminantemente tres años después. Por lo visto Gallego Burín había hecho llegar un extenso informe a Madrid diciendo lo poco que se preocupaba el gobernador civil de Granada de la lucha contra el maquis. El desencuentro entre ambos era evidente. Una segunda teoría sostiene que Fontana dimitió a petición propia por razones personales, principalmente por la inminente presentación de una demanda de separación matrimonial por parte de su mujer, que hubiera tenido efectos demoledores sobre su reputación en aquel tiempo. El profesor Martín apuesta por la primera teoría.
La verja de la Capilla Real
En febrero de 1943 la Dirección General de Bellas Artes aprobaba un proyecto para desmontar la verja de hierro que se encontraba a la entrada de la Capilla Real y que había sido colocada en 1915. El motivo del desmantelamiento era que limitaba la visión de la belleza y el valor arquitectónico del monumento. Ya su colocación había sido motivo de polémica y hasta Ganivet escribió sobre el despropósito que se había realizado al destinarse sesenta mil duros en la construcción de la misma. El mismo José Mora Guarnido, un fino y experto observador de la calle, había escrito sobre la manía de tapar todo lo que había de bello en Granada. La verja que cerraba la placeta de acceso a la calle Real por la calle Oficios fue, pues, desmantelada y fragmentada para cubrir otros espacios como la Alcaicería y la entrada por la Gran Vía. El crítico de arte Marino Antequera consideró aquello, lo de quitar la verja, un acierto, aunque lamentaba que uno de esos trozos de cancela con los "ridículos florones" de fundición estuvieran a la vista de todos los viandantes de la Gran Vía.
El pueblo de Asquerosa, donde Federico García Lorca vivió a partir de los ocho años y donde se supone se despertó su gran espíritu creativo, cambia de nombre a Valderrubio el 23 de junio de este año. Nunca ante el nombre de un pueblo había sido tan mal puesto. Los vecinos del núcleo tiraron cohetes de júbilo porque se había acabado tener como gentilicio lo de 'asquerosos'. El Ayuntamiento de la capital aprobó ese año la reforma y ampliación del hotel Victoria, que había comprado Juan Fernández y Fernández, que era de la Peza y que tenía una biografía curiosa y arriesgada. Contaban de este lapezano que con 350 pesetas en el bolsillo se recorrió Europa. Apenas sabía leer y escribir, pero eso no le impidió trabajar en el Royal Palace de Londres y después regentar el Trocadero, uno de los más importantes restaurantes españoles en la capital británica. Tras la guerra, con la faltriquera llena de billetes, compró el antiguo Victoria y lo convirtió en uno de los hoteles más vistosos del mundo. Después del Alhambra Palace y el Washington Irving, estaba el hotel Victoria, en pleno Puerta Real.
El 19 de noviembre se celebró una procesión con varios santos por el centro de Granada para pedir lluvia (ya había empezado la pertinaz sequía). La rogativa tuvo su éxito, porque pocos días después comenzó a nevar. Solo fue durante una hora, pero suficiente para que los granadinos creyentes confiaran una vez más en los milagros.
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