Granada continúa en guerra con Jaén
El Cantón independiente granadino de 1873 duró veintidós días y adoptó estrambóticas medidas como discrepar por las fronteras o comprar armamento para defenderse de los vecinos
La guerra entre los cantones independientes de Granada y Jaén dura ya 143 años. Y continuará así hasta que se firme la paz entre ambos estados. Nunca en este tiempo las dos repúblicas independientes de su casa han acordado el armisticio. Esta declaración de guerra, que data el verano de 1873, es una de las muchas decisiones estrambóticas que adoptaron nuestros bisabuelos durante el convulso sexenio revolucionario, más concretamente durante la Primera República. El estado granadino estuvo a punto de declararle también la guerra al país de Cartagena; el estado de Sevilla también declaró la guerra a su vecina república de Utrera. La armada de Cartagena bombardeó Almería e intentó conquistar la república de Motril.
La caótica situación política, económica y social durante la Primera República llegó a ser tal que el sector de republicanos intransigentes cobró fuerza en Levante y Andalucía. Al levantamiento de Cartagena le siguieron una treintena de provincias, ciudades y pueblos. Los federales cantonalistas de Granada eran de los más organizados; desde primeros de junio de 1873 ya mostraban su inquietud por conseguir cierto grado de autogestión política, ante la falta de respuestas de las Cortes constituyentes de Madrid. El 10 de junio, una disputa entre un oficial del Cuartel de la Merced y un republicano acabó con la muerte de éste; el hecho había ocurrido en una tasca junto al Arco de Elvira. Un numeroso grupo de compañeros del muerto rodeó el cuartel de carabineros y exigió que se disolviera el cuerpo; se entabló un tiroteo entre ambos bandos cuyo resultado fue de más de veinte muertos entre contendientes y la rendición de los acuartelados. Amén de daños en el antiguo convento.
Los republicanos intransigentes, enardecidos y armados, rompieron su paciencia el 20 de julio y decidieron declarar la república o cantón independiente de Granada. En principio, el flamante estado era de carácter sólo provincial, pero declaraba su simpatía y cordialidad con los nuevos estados vecinos que por aquellos días también se estaban declarando. En Andalucía, todas las capitales se declararon repúblicas independientes, a excepción de Huelva. Pero las repúblicas independientes también fueron declaradas en varios municipios, caso de Loja y Motril. Se crearon Comités de Salud Pública que actuaban como gobiernos con todos los poderes en sus manos. (En la provincia de Granada también crearon comités de salud independientes, confederados con el de la capital, los siguientes municipios: Gualchos, Sorvilán, Polopos, Almuñécar, Pulianas, Arenas del Rey, Ogíjares, Santa Fe, Guadahortuna, Benalúa de las Villas, Nívar, Lújar, Dólar, Albuñol, Molvízar, Algarinejo y Güevéjar).
Lo primero que hizo el Comité de Salud de Granada fue adueñarse de los poderes civil, militar y económico puestos por Madrid. Fue nombrado un gobierno interino, presidido por Francisco Lumbreras Sáez, dos vicepresidentes, dos secretarios y una docena de correligionarios. Todo ello sin dar un solo tiro ni sin que se produjera muerte alguna. Se incautaron del Boletín Oficial de la Provincia (que editaba la imprenta Viuda de Morell) y comenzaron a legislar. La primera medida fue, lógicamente, declarar independiente a la provincia y nombrar al Comité de Salud como único poder provincial. Al día siguiente fue publicado un extenso bando (4.000 ejemplares repartidos por toda la ciudad) conteniendo las nuevas normas del Cantón Granadino: se adoptaba como bandera la misma de la República española; la separación iglesia-estado era una realidad, prohibiéndose todo culto fuera de las iglesias y secularizando los cementerios; se eliminaron todos los impuestos y se liberalizaron estancos y puertos; los sueldos máximo y mínimo se fijaron, respectivamente, en 12.000 y 4.000 reales; se suspendieron las pensiones; se incautaron de todos los fondos del Banco de España; se abolieron privilegios regios; se revisarían todos los títulos de propiedad; todos los empleados públicos de la capital quedaban suspendidos hasta nueva orden, etc.
Pero la primera medida financiera fue solicitar un "empréstito forzoso reintegrable de seis millones de reales que se repartirán entre los mayores contribuyentes de esta localidad". Tras este eufemismo se escondía la exigencia de un gravoso impuesto a las clases adineradas; el resultado fue la inmediata huida de los ricos y la ocultación de sus bienes.
El 22 de julio de 1873, el Cantón Granadino acordó demoler la Puerta de las Pesas "para dar empleo a los desocupados". Su intención era demoler todas las murallas de la ciudad. Por fortuna, no les dio tiempo.
Aquellos republicanos intransigentes, ciertamente crecidos, resultaron un tanto belicosos. En el aspecto militar, tras apropiarse de todo el material de guerra que había en la plaza, organizaron fuerzas para perseguir y combatir a los carlistas; aprobaron una partida para comprar armas a otras potencias; y obligaron a todos los ciudadanos entre 18 y 40 años a tomar las armas para defender la patria granadina.
Organizaron batallones armados para ayudar a levantarse, consolidar o defender a cantones vecinos. Enviaron una columna a Loja con la intención de que prosiguiera a Bobadilla y Montilla, pues Córdoba era la única provincia en que el movimiento cantonal estaba fallando, sobre todo porque por allí estaban llegando las tropas del gobierno de Madrid bajo el mando del general Pavía, con la intención de doblegar a todas las repúblicas independientes de la baja Andalucía.
Pero el batallón granadino, de casi 1.200 efectivos, regresó pronto a Granada. Sus jefes adujeron que los voluntarios estaban descontentos por haber dormido mal y comido peor en su parada de Loja. Además, no llevaban alpargatas y sabían que la línea férrea Córdoba-Sevilla había sido interrumpida (la línea Antequera-Granada estaba todavía en obras).
El Comité de Salud o gobierno del Cantón declaró la guerra a la república de Jaén por un desacuerdo en asunto de fronteras entre sus respectivas naciones. Esta declaración de hostilidad no figura en las actas que están publicadas en el Boletín Oficial del Cantón Granadino (se publicaron 9 números de este Boletín durante los 22 días que duró la república cantonal de Granada). La declaración de guerra existió porque así lo refiere el que fuera presidente de la República Española un mes después, Emilio Castelar, en sus Memorias: "… tratábase de dividir en mil porciones nuestra patria, semejantes a las que siguieron a la caída del califato de Córdoba. De provincias llegaban las ideas más extrañas y los principios más descabellados… Jaén se apercibía a una guerra con Granada…".
Caso más rocambolesco fue el de la república independiente de Motril. La ciudad litoral, sintiéndose aislada y ninguneada tanto por Granada como por Madrid, se declaró independiente el 22 de julio y así permaneció hasta el 25, en que consiguió contactar con Madrid. Los motrileños incluso llegaron a acuñar papel moneda en tan corto periodo de independencia. Pero días después se presentaron en sus costas dos buques de guerra procedentes del Cantón de Cartagena; eran los mismos que habían bombardeado la ciudad de Almería. Ahora pretendían saquear Motril y Málaga. Tras un tira y afloja, los buques cartageneros se alejaron, si bien parece que se llevaron unos 8.000 duros procedentes de las principales fábricas de la costa.
El cantón de Granada, tras conocer aquella felonía con su hermana república costera, debatió la conveniencia de declarar también la guerra al cantón de Cartagena. Pero no tenemos noticias de que se llegara más lejos.
Aquellas turbulentas tres semanas de independencia granadina se saldaron sin víctimas mortales ni enfrentamientos de calado, exceptuando la quema de la prisión provincial, de la que no tenemos referencia que existieran muertos. No ocurrió lo mismo en las cercanas repúblicas de Sevilla y Utrera, que se enfrentaron entre ellas -con declaración de guerra incluida- y hubo más de trescientos muertos en la refriega. A esas bajas entre estados independientes hay que sumar otras tantas provocadas por la represión del general Pavía durante los dos últimos días del mes de julio que tardó en dominar el cantón sevillano.
Tanto el Comité de Salud como el alcalde de Granada habían decidido incrementar los trabajos de demolición de monumentos antiguos. El fin no era otro que mantener ocupadas a las clases obreras, llenar sus estómagos y acallar otras demandas. Aceleraron el derribo, desescombro y limpieza de edificios que, en su mayoría, ya venían siendo demolidos desde la revolución de 1868. El alcalde envió, el 2 de agosto de 1873, a cientos de braceros para que derribasen la iglesia de la Trinidad, acabasen de desescombrar su convento y abrir la plaza del mismo nombre que existe desde entonces.
También con el pretexto de paliar el paro se adoptaron desgraciadas medidas contra el patrimonio histórico (decisión muy aplaudida por políticos y prensa del momento). Por aquellos días se remataron los desescombros de las Capuchinas, San Gil, San Francisco Casa Grande, San Agustín, la Victoria, parte del Palacio Arzobispal para abrir la plaza de Alonso Cano, etc.
El fin del sueño independentista de la república granadina llegó el 12 de agosto de 1873. Las tropas del general Pavía llegaron a Loja y Granada tras sofocar los cantones similares de Sevilla y Cádiz. Los militares enviados por el presidente Nicolás Salmerón se presentaron en la explanada del Triunfo: inmediatamente desaparecieron todos los republicanos intransigentes. Pavía no se andaba por las ramas (como demostraría cinco meses después entrando a caballo en las Cortes). Sin hacer ni un solo disparo, la república independiente de Granada se esfumó. El general nombró a un nuevo gobernador civil, Francisco Arias de Reina, que recogió las armas y se empleó con mano dura. Los ricos y las autoridades comenzaron a regresar de nuevo a la ciudad y Granada volvió a su anterior rutina.
El breve régimen cantonal granadino pasó a la historia y nadie se acordó de firmar el armisticio de paz con el vecino estado de Jaén.
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