La Granada peruana de Chachapoyas
Planeta Granada
Enclavado en plena Amazonia inca, este pueblo con nombre idéntico al de la capital se encuentra en una provincia con la que el que el mismísimo Andrés Cárdenas podría hablar largo y tendido durante horas con su amigo Harry
"Si no empiezas diciendo que parece una broma del destino o un chiste de Andrés Cárdenas que haya una Granada en Chachapoyas yo ya no sé". Esas, y no otras, fueron las palabras exactas que alguien de esta redacción sugirió al arriba firmante en los albores de este reportaje. Pues así es. Hay un pequeño pueblo –enclavado en un distrito homónimo– en un lugar recóndito de Perú que se llama Granada. Ahora que está de moda el país inca por el gran papel que está realizando su selección en la Copa América es el mejor momento para relatar sus aventuras, que el propio Cárdenas explicaría a Harry en una charla sobre los cientos de granadinos que animaron ayer a Perú en Chachapoyas. Porque sí, este pueblo está, ni más ni menos, que en una provincia que se llama así: Chachapoyas. ¡Lo han leído bien!
Y la Granada de Chachapoyas –hay que ver lo que le gusta a un 'granaíno' eso de repetir aquello que suena localmente procaz– es la convidada a la segunda entrega de este serial de verano sobre las 'Granadas' que hay por el mundo. Creada en 1933 durante el gobierno del presidente Óscar Benavides, este pequeño pueblo de 600 habitantes comparte con su ciudad matriz no sólo el nombre, sino también un factor que en la capital de la Alhambra se divisa en el horizonte y en pleno corazón de la Amazonia andina en tierra firme: la altitud.
Y es que la Granada peruana se eleva unos 3.000 metros sobre el Alto de Imaza, convirtiendo en algo normal lo que en la Vega supone una escalada hasta el techo de la Península Ibérica. La coincidencia toponímica se remonta, como no podía ser de otra manera, a tiempos de la colonización. La antropóloga y periodista afincada en Granada Paula Orellana Uribe, experta en la hominimia del término 'Granada' a lo largo y ancho del planeta tierra, ha subrayado en sus estudios que "aunque se reconoce que el protagonista de la primera expedición española en avanzar sobre la tierra de Chachapoyas durante la reconquista fuera Alonso de Alvarado, quien realmente colonizó el lugar a través de la evangelización de los nativos del lugar fue el arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, en la penúltima década del siglo XVI".
"Infatigable misionero y gran organizador de la Iglesia sudamericana", según los documentos históricos que reseñan la vida del que fue segundo arzobispo de la capital peruana, De Mogrovejo fue nombrado juez principal de la Inquisición en Granada por el rey Felipe II. Pese a nacer en Córdoba, el sacerdote completó su formación en Granada (España). Una ciudad que le marcó hasta el punto de bautizar con dicho nombre el lugar que años más tarde acabaría descubriendo en sus expediciones por el Nuevo Mundo.
En Granada (Chachapoyas) abunda la quinoa, que además de ser una planta curativa forma parte del escudo de Perú como la granada frutal decora el distintivo del Reino de España. Plagada de lagunas, muy al estilo de Sierra Nevada durante el deshielo, hermosos paisajes y una rica biodiversidad, esta Granada indígena busca desmarcarse como destino turístico preferente en un país cuya economía aún no ha terminado de despegar del todo. Distrito y capital son dos bellos y frondosos parajes de esta provincia que bien podría servir como sustantivo de –por ejemplo– aquello que no tiene ningún valor: "Lo que has dicho es una 'bocaná', vamos que son Chachapoyas". O sea, una Granada con muy 'malafollá'. Que no se diga.
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