Hacer la compra en el cubo de la basura

En la capital aumentan a diario los que por necesidad o por convicción llenan sus carros con los productos que los establecimientos desechan · Las firmas estudian medidas para evitar estas estampas nocturnas

Un grupo de gente se reparte la comida que minutos antes, un supermercado de la capital ha dejado en cubos.
Un grupo de gente se reparte la comida que minutos antes, un supermercado de la capital ha dejado en cubos.

A las nueve y diez de la noche a las puertas del supermercado comienza a llegar gente. Dentro aún hay movimiento, es más, al establecimiento le quedan minutos para cerrar pero los que esperan no quieren entrar. Directamente, esperan a que veinte minutos más tarde bajen las persianas y los trabajadores saquen varios cubos de basura. Es su momento. Ahora comienzan a hacer su compra.

A los que esperan se les conoce como rebuscadores o freegan, un colectivo que en Granada como el resto del mapa ya se ha convertido en habitual en numerosos centros comerciales de la ciudad. Buscar en la basura no es algo nuevo. Se ha hecho siempre pero con matices distintos. Diferentes razones y diferentes perfiles.

Antes, el que buscaba en la basura lo hacía básicamente por supervivencia ahora esa no es la primera razón. Hay quienes lo hacen por eso pero las causas han cambiado. El ahorro e incluso, simplemente, por su filosofía de vida o una protesta contra un sistema de sobre-abundancia imperan entre los argumentos de los que practican esta fórmula.

Pasadas las nueve y media, en la puerta del citado supermercado pueden estar esperando ya unas quince personas. La mayoría jóvenes que podrían ser estudiantes, trabajadores... es lo de menos. Muchos se conocen y mientras aguardan hablan entre ellos, se ríen o se fuman un cigarro. También hay una familia, padre madre y tres hijos, uno de ellos en carrito. La madre se encarga de coger alguna bolsa suelta que hay en los contenedores aún vacíos para llenarla después con sus víveres.

Evidentemente, el perfil predominante no es el del indigente. Los jóvenes estudiantes, son los mayoritarios, con sus móviles de última generación y con sus carpetas o mochilas como si hubieran salido de clase. Está claro que si buscan en la basura no es porque se encuentren en una situación de extrema pobreza. El argumento que toman para explicar el freeganism o consumo alternativo es como la manera de protestar contra el flagrante desperdicio que supone tirar comida en buen estado, sencillamente porque "sobra".

Según este colectivo -que tiene su origen en Estados Unidos- los almacenes de comida ponen las fechas de caducidad de los alimentos mucho antes de lo necesario y, precisamente, la razón del desperdicio es la sobreabundancia de productos.

No se equivocan. En las cubetas de los supermercados se pueden ver barras de pan del día que no se han vendido; pack de yogures con un pequeño desperfecto; paquetes de embutido que solo tienen un día de caducidad (aunque muchos evitan los productos animales) o verduras que no tiene el aspecto fresco del primer día pero que son comestibles.

Eso es lo que ellos se llevan y consumen. En realidad, viven perfectamente con lo que les sobra a los demás. Así, al caer la noche, la imagen de estos nuevos rebuscadores se puede ver en numerosos supermercados y grandes superficies de la ciudad. No se esconden. No les da vergüenza y lo hacen conscientemente. Presentan una nueva realidad social.

Sin embargo, la otra cara de la moneda la ofrecen los vecinos que viven cerca de esos establecimientos y las propias firmas comerciales. Para los residentes no es agradable ver cada noche cómo la puerta de su casa se convierte en un 'emjambre' de personas alrededor de los contenedores de basura. Para los supermercados tampoco es plato de buen gusto esta estampa.

Tanto, que algunos de los consultados por este periódico ya están estudiando medidas y se plantean consultar al Ayuntamiento si hay otras alternativas horarias o de otro tipo para recoger la basura. Está claro que las posturas de unos y otros están en aceras opuestas y, por ahora, encontrar un punto intermedio entre ambas cuando en medio están los intereses económicos es harto complicado.

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