Halloween a la mexicana
El colegio público José Hurtado cuenta con alumnos procedentes de 27 países
"Esto parece la ONU". El director del CEIP José Hurtado, Jesús Gutiérrez, fue alumno de este centro cuando éste se llamaba División Azul. Entonces, todos los estudiantes eran del granadinísimo barrio del Realejo. Hoy, en las aulas del rebautizado colegio se dan cita alumnos de 27 nacionalidades, un cambio que ha ido en paralelo a la propia transformación del barrio.
Como en el resto de colegios de Granada, el José Hurtado celebra todas las festividades señaladas en el calendario. Incluida la de Halloween, pero a su manera. Si en el resto del orbe la tradición a seguir es la anglosajona, en este pequeño colegio -cuenta con apenas 250 escolares, de los que 70 son extranjeros- uno de los padres, de nacionalidad mexicana, propuso festejar el día de los muertos con un altar en el que se ofrendaron frutas, como manda la tradición. Mexicana.
Este festejo viene a subrayar por un lado la implicación de los padres de los alumnos extranjeros con el centro, y por otro la permeabilidad del propio colegio, acostumbrado a que en cada aula se den cita alumnos de cinco o seis países. Incluso los que tienen nacionalidad española son, en ocasiones, españoles de nacimiento pero sus padres son extranjeros. Según su director, "en el barrio viven muchos extranjeros" y el José Hurtado es el único centro público de la zona, en la que la oferta es, sobre todo, de centros concertados religiosos. Es, por tanto, la única opción laica para aquellos que no son cristianos católicos. De hecho, en el centro apenas un 20% del alumnado elige religión. "El resto dan Valores Sociales y Cívicos".
Los problemas en las aulas son, pese a la diversidad de origen de los alumnos, los mismos que en cualquier otro centro educativo, ya que la mayoría han nacido en España y están integrados. Únicamente se presenta el reto cuando llega un alumno que no tiene conocimientos de español. "El año pasado tuvimos a un niño de Estados Unidos. Sus padres vinieron a pasar un año en Granada". Mientras el hermano mayor no tuvo ningún problema para integrarse en el instituto, el menor manifestó desde el principio que no quería estar aquí. Con paciencia, la ayuda de un profesor de las Aulas Temporales Adaptación Lingüística (ATAL), que dos días a la semana le daba clases de español y mucha empatía -"Teníamos que ponernos en su lugar", explica el director- el chaval acabó por participar con toda normalidad en la vida del colegio, añade Gutiérrez.
Se trata de casos puntuales, que se gestionan de forma particular. En el barrio hay dos familias chinas, las dos dedicadas al comercio. Una se ha integrado con normalidad y otra, sin embargo, hace gala del tradicional hermetismo que se le presupone a la comunidad asiática. "El padre no habla español y viene a las tutorías con otra hija que hace las veces de intérprete", señala el director del colegio. Tampoco hay problemas a la hora de ajustar el calendario de festividades nacionales con las propias de cada comunidad, y se antepone el respeto a las distintas confesiones. "Claro que celebramos la Navidad, cantamos algún que otro villancico, pero lo celebramos en su vertiente más festiva".
En cuanto al rendimiento, no hay diferencias con respeto al resto del alumnado. Eso sí, la mayoría son bilingües.
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