IACT, 30 años de diálogo con las rocas

Ciencia | tres décadas de uno de los centros de investigación más importantes de españa

Desde relleno para caries a Marte, las aplicaciones de los logros del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra son prácticamente infinitas

Iact30 años de diálogo con las rocas
Iact30 años de diálogo con las rocas / Javier Trueba
A. Asensio

29 de enero 2017 - 02:42

Granada/Francisco Javier Huertas es capaz de hablar con las piedras. Con una mano sostiene una roca. Con la otra señala las coloridas vetas de una de las caras, pulida para dejar al descubierto una historia de millones de años. Posiblemente esta piedra se formó después de que los sedimentos que la componen se precipitaran a causa de la erosión. Pasaron miles de años en el fondo del mar. Posiblemente a más de mil metros de profundidad. Sufrió potentes presiones. Llegó a estar a 800 grados de temperatura. Todo aquello alumbró la forma ondulante de sus vetas en gris oscuro y marrón claro. Después de adquirir la forma de roca hace cientos de siglos, fue recogida, quizá de la ribera de un camino, para su estudio. Hoy reposa en la repisa de un laboratorio. "Un geólogo es que aprende a leer en las rocas", afirma Huertas, investigador y director del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (IACT), organismo mixto participado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Granada (UGR) y que tiene su sede en un vistoso edificio ubicado en Armilla desde 2011.

El Instituto se dedica a desvelar el mensaje de las piedras. Y también a cuestiones tan opuestas a la Geología como el análisis de patas de jamón serrano para determinar su autenticidad. Una prestigiosa empresa jamonera litigó contra una cadena de venta por entender que vendía como jamones de bellota piezas que no eran tales. La cuestión se hubiera dirimido hace unas décadas con una cata de jamón entre el auténtico y el 'supuesto'. Hoy, la tecnología permite afinar al máximo y determinar cómo era la alimentación de uno u otro animal. Para ello se empleó un espectrómetro de masas de isótopos estables, una herramienta que puede aplicarse a casos de dopaje deportivo, al estudio del comportamiento del Océano como sumidero de CO2 o para determinar la dieta de animales de los que sólo quedan restos fósiles. La respuesta está en los isótopos. Arsenio Granados es uno de los responsables del laboratorio de Biogeoquímica Isótopos Estables, dentro del área de Petrología y Geoquímica. Hasta su mesa llegó la crisis de las vacas locas, enfermedad que se transmitió, precisamente, a través de la alimentación de las reses. Su laboratorio es capaz de analizar casi cualquier tipo de muestra. "Podemos saber de dónde procede la contaminación de un determinado entorno", explica Granados, que ha trabajado en las cuencas del Miño-Sil o del Guadalquivir. ¿Y qué son los isótopos? "Serían algo así como la huella dactilar de cualquier compuesto", revela Granados. "Tiene aplicaciones muy variadas, aunque aquí está enfocado a las Ciencias de la Tierra y a cuestiones medioambientales". En el departamento se conserva el primer espectrómetro de masas que se adquirió en España. Granada fue pionera en estudios geológicos a nivel nacional, y hoy día, de la mano del CSIC, conforma el tridente investigador en esta área junto al Instituto de Geociencias (IGEO) de Madrid y el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera catalán.

"De aquí al Trevenque hay 200 millones de años" de visicitudes geológicas

Del diálogo con las rocas al análisis de jamones en el mismo pasillo. En la primera planta del IACT está el laboratorio de preparación de láminas. Las rocas se pulen hasta que la luz es capaz de pasar por finísimas placas de apenas 30 micras de grosor. La luz puede atravesar la piedra y revelar su denso diálogo de millones de años. El estudio con microscopio óptico no es, precisamente, una técnica novedosa. Se emplea desde hace más de un siglo, señala Huertas. Pero sigue siendo la "base e inicio" de nuevas investigaciones y descubrimientos.

Sobre la mesa, restos de cerámica. A través de los microscopios se determinará la existencia de barnices, la composición de la pátina decorativa y las técnicas utilizadas para la realización de las piezas. Un fragmento de medio centímetro es suficiente para llenar libros de historia. Este laboratorio pertenece a la Unidad de Dinámica de la Litosfera, que estudia, entre otros fenómenos, la composición y formación de continentes y montañas.

"Desde aquí al Trevenque hay 200 millones de años" de evolución geológica, recalca Huertas. Una historia que llevó a Granada de ser mar a fértil Vega. "En la Alfaguara encontramos el diente de un tiburón". Aquel hallazgo se dio durante una reciente excursión de los trabajadores del IACT a la zona, en uno de los eventos organizados para celebrar las tres décadas de existencia del Instituto. 30 años son menos de un suspiro si se habla de Geología, pero el abanico de estudios que ha sido capaz de abarcar el instituto desde su apertura es impresionante. Desde el Área de Geociencias Marinas se da explicación, por ejemplo, a la presencia de corales en Cumbres Verdes. Fue hace millones de años, cuando en estas latitudes se registró un clima tropical. Esa línea de trabajo ayuda a explicar la evolución del clima y una cuestión tan actual como el calentamiento global.

Los responsables del Laboratorio de Estudios Cristalográficos han sido descubridores de tesoros como los cristales de yeso gigantes de la cueva de Naica, en México, una expedición liderada por Juan Manuel García Torres. El investigador está ahora con su equipo en Etiopía "estudiando la cristalización de biomorfos", estructuras de sílice que se cree que tienen origen biológico "y parece que no es así". Las certezas no existen en la Ciencia. García Torres y su departamento trabajan en la tierra y en el cielo. Sus experimentos de cristalización llegaron al espacio en la misión de Pedro Duque. Más allá de las estrellas, o en remotos lagos africanos, su labor tiene aplicaciones mucho más cercanas y mundanas. "La cristalización se emplea en la creación de fármacos. Por ejemplo, los apatitos, una especie de 'ladrillitos', que se utilizan en el relleno de las caries", explica Huertas.

Dentro del área de Petrología y Geoquímica también se alterna la mirada entre lo más cercano y lo más lejano. Desde los análisis alimentarios del departamento donde se trabaja con isótopos estables al grupo de Ciencias Planetarias y Habitabilidad. Del análisis de jamones o aceites con denominación de origen a la instrumentación del Rover Curiosity mandado a explorar Marte. Entre los dos ámbitos de conocimiento, el Grupo de Petrología Geoquímica y Geocronología, que es capaz de viajar al centro de la Tierra. Sus trabajos se adentran al manto, la capa entre la corteza y el núcleo de la Tierra. Para conocer su características no es necesario ir a ningún volcán islandés, como en la novela de Julio Verne. Basta con ir a la localidad malagueña de Ronda. "Los procesos geológicos permiten aflorar el manto y en Ronda, precisamente está uno de los afloramientos más grandes del mundo", explica Huertas.

La última familia de estudios que se cobija en el IACT es la Unidad de Procesos Minerales a Baja Temperatura, que centra sus esfuerzos en el estudio del entorno, el clima o en la recuperación de entornos contaminados o el reciclaje de materiales de desecho, como los que produce el sector de la construcción.

La amplitud de las áreas de investigación y las miles de aplicaciones de los conocimientos que se desarrollan en el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra sufrieron un serio revés con los recortes económicos a los que se ha sometido a la ciencia en España en el último lustro. Sin embargo, pese a las estrecheces, el director del IACT es optimista. "Ahora es el momento de producir", adelanta Francisco Javier Huertas. "El Instituto tiene un enorme potencial".

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