Valencia, un espectáculo humano al rescate
El Inca Moscoso, arzobispo de Granada
Ayer y hoy
El cura peruano regaló a la Catedral una custodia de plata y piedras preciosas. Denunció la rebelión de Túpac Amaru II. Fue tachado de afrancesado Construyó el Palacio del Cuzco en Víznar .
Curioso personaje este que nació en Arequipa, al pie de los Andes peruanos, y vino a morir de arzobispo a Granada. Un Colegio de Educación Infantil del bonito pueblo de Víznar lleva el nombre de arzobispo Moscoso y muchos granadinos conocen el neoclásico palacio llamado del Cuzco allí ubicado. Pues fue el que construyó en 1795 el inca Juan Manuel Moscoso y Peralta, obispo que anteriormente lo fue de Cuzco. Había sido ordenado sacerdote en 1754 después de quedar viudo de su esposa Nicolasa de Rivero. Al poco de la muerte de la mujer por parto, murió el hijo habido.
Vivió muy de cerca el primer movimiento de independencia de las colonias americanas en el siglo XVIII, protagonizadas por el inca José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II). Parece que empezó apoyando a sus compatriotas indígenas en la llamada Gran Rebelión de 1780 contra el dominio español en el Virreinato del Perú y bajo el reinado de Carlos III, aunque los historiadores concluyen que al final denunció a los rebeldes, propició la derrota de los sublevados, incluso llegó a excomulgar a Túpac Amaru y obtuvo como "gratificación" el Arzobispado de Granada en 1789, año con el que se identifica el inicio de la Revolución Francesa. Túpac Amaru, al que tampoco gustaron demasiado las reformas de los Borbones, murió descuartizado al tirar cuatro caballos de cada una de sus extremidades.
También en Granada el arzobispo Moscoso, hombre ilustrado, apoyó la llegada de los franceses, según una pastoral que emitió aconsejando a los feligreses que acogieran con agrado a los invasores; igualmente parece que colaboró en darle esplendor al recibimiento que la ciudad de Granada tributó a José I, hermano de Napoleón; hasta llegó a celebrarse un baile de honor en el propio Palacio Arzobispal, edificio que sirvió de sede para la corte francesa; concretamente allí se alojó el general Leval, sustituto de Sebastiani. Lógicamente el arzobispo peruano fue tachado de afrancesado, aunque estos acontecimientos le sorprendieron ya a edad muy avanzada y prácticamente retirado de la vida pública, primero refugiado en el Valle de Lecrín y luego en su palacio de Viznar, donde murió a los 88 años de edad.
Pero su poder y su riqueza traída de América era tal que podía suplir los recelos de la corte con espléndidos regalos, como esa custodia de plata y piedras preciosas que regaló a la Catedral, aunque luego sirvió para que se la llevaran los franceses; igualmente mandó construir la capilla de San Miguel en el mismo templo catedralicio que luego le servirá de tumba y donde se conserva el mausoleo y el retrato orante del benefactor. Para el retablo de la capilla de San Miguel trajo los mármoles de la sierra de Córdoba y el jaspe verde del Barranco de San Juan. La capilla que guarda además una Virgen de Copacabana a la que parece era devoto el arzobispo Moscoso. Curiosa Virgen que la enviamos a América de raza blanca y nos la devuelven ahora negra y con su divino hijo morenito en brazos.
A Moscoso se debe el citado palacio del Cuzco que se construyó en Víznar, verdadero paraíso de primavera-verano, en cuyos muros mandó pintar escenas sacadas del Quijote, siendo que era un ferviente seguidor de la obra de Cervantes. El palacio fue incautado por los franceses cuando Moscoso murió en julio de 1811.
Como algún día, en aras de la memoria histórica, a los países sudamericanos les dé por reclamarnos el oro que de allí sacamos, milagro sea que no tengamos que empeñar los españoles nuestro patrimonio desde Gerona a Badajoz o pedir un préstamo al clan de los Pujol.
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