José Antonio Fortes: El desmitificador de Lorca
Pasado con Presente Incluido
Fue profesor de Literatura Española en la Universidad y tuvo un enfrentamiento con Luis García Montero que acabó en los tribunales
Se ha autofinanciado un ensayo de 800 páginas titulado ‘Lorca: fraude, negocio e ideología’
“Todavía necesito que me quieran”, dice
Granada/Con él se puede compartir todo menos el silencio. Vehemente y locuaz, es capaz de traspasar las ideas con un borbotón de palabras que pueden dejar casi exhausto al interlocutor. Inteligente, caótico, impertinente, tenaz… Así es José Antonio Fortes, la única persona en el mundo que ha dedicado 27 años de una vida y un libro de ochocientas páginas para decir –y demostrar, según recalca– que García Lorca es un fraude como escritor y un negocio para muchos que han vivido y viven de él.
Instalado en las prolijas fronteras del marxismo, este ex profesor de Literatura sufrió persecuciones y aislamiento por parte de los que creían tener la verdad y ser los centinelas del espíritu universitario. Su perfil de desafecto y sus salidas de tono se hicieron muy visibles y se vio repudiado por muchos colegas convencidos de que se estaba meando fuera de tiesto al decir que al poeta de Fuente Vaqueros le vino bien su asesinato para llegar a ser un mito.
Se ha sentido siempre maltratado por la incomprensión ajena, que lo ha tachado de loco, inconsciente y alcohólico. Y tuvo su momento mediático cuando se enfrentó en un juicio con su colega Luis García Montero, que lo llamó perturbado y tonto indecente en un artículo en El País. Seguro que muchos de ustedes se acuerdan porque aquel encontronazo dio mucho que hablar: se escribieron ríos de tinta sobre el asunto e incluso le dedicaron programas en televisión.
Pero José Antonio Fortes no ha cedido en su idea de desmitificar al poeta de Fuente Vaqueros. Sus digresiones literarias en torno a la figura de García Lorca siguen su curso. Él mismo se ha patrocinado el libro Lorca: fraude, negocio e ideología y dice que está escribiendo una segunda parte donde dirá cosas inéditas sobre la muerte del autor del Romancero gitano.
Devoto de Ortega y Gasset, habla un castellano rotundo y satisfactorio a pesar de haber nacido en un pueblo de la costa malagueña. Sus continuas trifulcas universitarias, su avanzada ceguera, su naufragio en dos matrimonios, la imposibilidad de estar con su hija de nueve años y la incomprensión de muchos hacia su discurso, debería tenerlo postrado en el lecho del desaliento vital, pero no es así. Sigue siendo el subversivo de siempre. Su vehemencia, su vigor dialéctico, la defensa ardorosa de sus convicciones, le han ido otorgando un cierto rejuvenecimiento. Dice que a su edad es capaz de enamorarse otra vez y de escribir poemas de amor. Allá él.
CIEGO EN GRANADA
Se acerca a mí despacio, titubeante y solo me percibe cuando levanto la mano para indicarle donde estoy. Me explica que su ceguera ha alcanzado ya el 85 por ciento y que en tres años lo han operado doce veces de los ojos. A pesar de los esfuerzos de los oftalmólogos que lo tratan no ve nada con el ojo derecho y las posibilidades de ver con el izquierdo están muy limitadas. Me cuenta que tiene que leer con lupa y que con el teléfono es casi un inútil.
–¿Sabes? Ahora soy un amante de las distancias cortas. Como no tenga cerca a una persona no soy capaz de reconocerla. El primer desprendimiento de retina que sufrí sentí como que me echaban un manto negro encima. Pero lo tomé con cierta tranquilidad. Después he sufrido algunos más. Una de las cosas que he tenido que superar es traspasar las puertas de la ONCE, pero yo sé que allí me pueden ayudar. Por ejemplo, ahora no tengo más remedio que leer con lupa y yo sé que ya hay técnicas para ayudar a invidentes que tengo que conocer. Estoy ciego, sí, pero he visto que se me ha agudizado la capacidad neuronal e intelectiva. No sé, es como si se compensase esa deficiencia con otra facultad.
Hemos quedado en una cafetería cerca de su casa. Es esa hora de la mañana tardía para un café y temprana para un aperitivo. Él pide un rooibos –un té sin teína– y yo un café con leche. Con el ruido de fondo del tintineo de las cucharillas sobre nuestras respectivas consumiciones, se oye la voz limpia y potente de José Antonio Fortes.
–Nací en Vélez Málaga en 1949. Mi infancia fue agradable y tranquila, pero también muy solitaria, no porque no estuviera la familia siempre a mi lado, sino porque era un niño que no salía mucho a la calle. No me gustaban los juegos violentos y apenas congeniaba con los demás niños.
Pero recuerdo que estuve enamoradísimo de una niña de ocho o nueve años que era una vecina mía y a la que le escribía poemas, jajajaja. Mi padre trabajaba en un banco y mis abuelos eran dueños de unas viñas en la Axarquía. Ahora estoy dedicado a recuperar parte de la historia de mis antepasados vinateros y gallegos. Me he dado cuenta de que estoy recuperando cosas a la vez que valoro otras en su justa medida otras. Me siento otro. Debe ser la vejez.
José Antonio Fortes estudió en Vélez Málaga el bachiller. Me cuenta que durante el mismo conoció a profesores que le hicieron amar la literatura y que le pusieron en contacto lecturas que no recomendaban los libros de texto.
–A los 18 años yo era ya un orteguiano puro. Había leído muchos de sus libros y me apasionaba forma de pensar de aquel filósofo. Leí mucho a los poetas del 98 y del 27, sobre todo aquellos de los que apenas hablaban los libros de textos convencionales. Leía todo lo que caía en mis manos.
Cuando termina el bachiller viene a Granada y se matricula en Filosofía y Letras. Nada más terminar es contratado como profesor. Le conceden una beca para hacer su tesis doctoral, que versará sobre la novela desde los años sesenta hasta la actualidad. En aquella época entra en contacto con el poeta y profesor Álvaro Salvador, que lo introduce en su proyecto Tragaluz y en el Colectivo 77. Publica ¡Oh!, juventud azul, divino tesoro y dirige el Aula de Narrativa de la Universidad. Fortes califica de aquella etapa de su vida como “revolucionaria e irrepetible”.
–Pero aquello terminó. Nosotros trabajábamos desde la clandestinidad y cuando llega la libertad política, los partidos nos engullen. Nuestro proyecto cultural se oficializa al entrar dentro de los canales políticos. Empiezan a aparecer el amiguismo y el servilismo y eso da pie a verdaderos fraudes como el de la revista Olvidos de Granada, en donde se perdía un montón de dinero público. El ‘Cinco a las cinco’ por ejemplo, se burocratiza hasta tal punto que entran en conflicto las instituciones por el “quítate tú que me ponga yo” y se dedica a él muchas subvenciones de dinero público. En resumen, se ve torpedeado el proyecto cultural que hacíamos en la clandestinidad.
MOSCA COJONERA
Es entonces cuando José Antonio Fortes se convierte en ‘mosca cojonera’ del Departamento de Literatura, en ese curioso impertinente dispuesto a cuestionarlo todo. Publica un libro que se llama Intelectuales de consumo, donde dice más o menos que “el control sobre las prebendas, cargos políticos, premios, circuito de actos y conmemoraciones culturales, diversas formas de consagración publicitaria, se plantea como un juego entre el poder político y los agentes del mercado para crear un producto de consumo intelectual”.
José Antonio se considera un marxista serio, cree en el marxismo como el lugar ideológico de la lucha de clases y piensa que debe denunciar que existe un estado cultural que está subvencionado y amañado. Y le salen enemigos por todas partes. Y en esa capacidad suya para tensar la cuerda, le viene tal vez el episodio más mediático de su carrera.
Él se atreve a decir en clase que se ha sobredimensionado la obra de García Lorca y pone en duda muchas circunstancias que rodearon su vida y su muerte. Su compañero de Departamento Luis García Montero escribe un artículo en El País en el que afirma que Fortes estaba diciendo a sus alumnos que García Lorca era un fascista al que mataron los suyos y lo trata de “perturbado”. Hay un juicio por injurias y García Montero tiene que indemnizar con 3.000 euros a José Antonio Fortes. La enemistad será de por vida.
–No sé muy bien porqué García Montero se metió en aquel asunto. Creo que fue por razones políticas que estaban más allá de Granada. No entiendo cómo favoreció aquella caza de brujas cuando me prohibió la libertad de cátedra con razones del siglo XIX. Me trataron de enfermo, de alcohólico, de loco, me prohibieron dar clases, me vetaron, pidieron mi expulsión de la Universidad… Un día Iñaki Gabilondo abrió uno de sus comentarios en televisión diciendo que había un perturbado mental en Granada que decía que García Lorca había sido un fascista. Hasta ese punto llegó el tema. Pero yo no di un paso atrás y, como es lógico, me enemisto con todo el Departamento de Literatura. Mi arma contra todo aquel acoso fue la indiferencia. Ladran, luego cabalgamos, me dije. De todo aquello me escapé cuando en 2013 me acogí a un plan de jubilaciones y salí de allí.
José Antonio Fortes se va a su casa, pero sigue empeñado en dar a la luz sus investigaciones sobre García Lorca. Me cuenta que ha leído más de mil libros y ensayos sobre el poeta de Fuente Vaqueros y llega a la conclusión de que todos dicen los mismo sobre él, que la mayoría son libros tautológicos y que no hay ninguna investigación seria. Y entonces él escribe un ensayo titulado Lorca: fraude, negocio e ideología que, dice, le ha salvado la vida. Un libro que no se encontrará en ninguna librería y que él está regalando a quien cree que debe leerlo.
–En muchos de los textos que se han escrito sobre García Lorca lo tratan como poeta maldito y perseguido. Pero eso es mentira. Dicen que fue censurado, pero yo demuestro que, al contrario, nunca fue censurado y que fue un privilegiado. Ahora, por ejemplo, viene el centenario del famoso Concurso de Cante Jondo y yo demuestro que García Lorca apenas tuvo que ver con ese certamen, que por entonces no era nadie en la vida cultural de Granada y mucho menos en Madrid. Demuestro que el Romancero Gitano fue un libro que pasó totalmente desapercibido y que esta obra solo se conoció cuando se enganchó a la del Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Megías, libro que compraron todos los aficionados a los toros. En sus obras de teatro, García Lorca fue de fracaso en fracaso en los años veinte y treinta. Yerma fue el más sonado. ¿Y lo de La Barraca? Ese es un caso flagrante de prevaricación y de dispendio de dinero público, un dinero que se gastó sin control ninguno. Gracias a Fernando de los Ríos el proyecto de García Lorca consiguió la astronómica cifra de cien mil pesetas durante 1932, 1933 y 1934, una cantidad impresionante si tenemos en cuenta que, por ejemplo, un catedrático de Universidad ganaba 6.000 pesetas al año. Y todo ello sin un justificante de los gastos ni recibo alguno.
EL ASESINATO
José Antonio dice que ha llegado el tiempo de “escribir para tirar a dar” y no se separa ni un milímetro de su discurso cuando dice:
–El asesinato de Lorca supuso su glorificación como poeta. De eso se encargó Rafael Alberti que estaba en el Ministerio de Instrucción Pública en el 37. Le reeditó El Romancero Gitano y le organizó un homenaje folklórico en Gijón. Pero yo demostraré en el segundo tomo que estoy escribiendo que no hubo fusilamiento, ni mucho menos en Víznar. Todo ese engaño fue obra de un abogado genial llamado José Manuel Pérez Serrabona. Por cierto, que quiero localizar a uno de sus nietos para regalarle un libro.
José Antonio Fortes afirma que el que más se ha acercado a la verdad sobre García Lorca es Eduardo Molina Fajardo, al que le debe muchas de sus investigaciones. En sus ‘tiros a dar’, como él los llama, califica de “nefando” el viaje que hace el poeta de Fuente Vaqueros a Nueva York donde se hace una “foto estúpida cerca de la Universidad con personajes que no tenían nada que ver con ella”. Y se atreve a decir que la obra Poeta en Nueva York es en un fast food (comida basura) de la poesía “porque está lleno de ripios, ocurrencias y estúpidas máscaras lacanianas”. Y ahí lo deja.
Al final de nuestra conversación me dice que está escribiendo un libro de poemas que se llama Cuadernos de Berlín y que llevará el subtítulo de El amor en tiempos del CAPITAL. Y yo le pregunto si después de todo lo mal que lo ha pasado tras sus rupturas matrimoniales y de seguir aún de juicios por problemas en su segundo casamiento aún cree en el amor. Esto es lo que me responde:
–Es que tengo una herida sentimental que más que herida es un cráter, pero aún necesito que me quieran.
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