José Luis Prats 'Ozeluí', el pintamonas insolente

Pasado con presente incluido

Sus personajes Curro Córner y La tita Virginia fueron de los más demandados por los lectores de la revista ‘El Jueves’ durante dos décadas

Estuvo pintando durante más de treinta años las carocas que se exhiben en la plaza Bib-Rambla en el Corpus

José Luis Prats ‘Ozeluí’, durante el encuentro / A. C.
Andrés Cárdenas

17 de febrero 2019 - 02:00

Granada/Tiene la mirada irónica y el perfil de un personaje de cómic. También puede pasar por un señor respetable a punto de enojo. Aunque Ozeluí nunca se enoja. Te mira y cuando no está de acuerdo con algo, enarca una ceja y te muestra una sardónica sonrisa antes de dar su sentencia, una sentencia que te hace dudar de tus propios argumentos y que casi no requiere el beneficio de la duda.

Parco en palabras y generoso en gestos, es capaz de quitarle seriedad a cualquier asunto que se ponga sobre la mesa de conversación. Tan es de los que no les gusta el relumbrón, que si alguien lo llama historietista o dibujante, él dice que más bien es un pintamonas y que lo que él hace son garabatos. Insolente con los poderosos, cortés con los humildes, implacable con los dogmáticos, almacena material para convertirlo en dibujos, buscando siempre esa equivalencia entre el arduo aprendizaje de la vida y los trazos de esos inefables personajes que construye sobre los cimientos de las peripecias de cada día.

Biólogo sin ejercer, guarda forestal en Aldeire, publicista para tapar el agujero del estómago, aprendiz de saxofonista, apasionado egiptólogo y hortelano tardío, son actividades que demuestran que se trata de una persona muy poco dada a las convenciones y a las burocracias, sean laborales o cotidianas. Sus personajes tienen los diálogos precisos y un don muy específico para la observación crítica de la sociedad, observación que se aloja en cada una de sus historietas, de cuidada textura y brillante agudeza. Muy pocos dibujantes gozan de tan buen oído como él para hacer hablar a la gente a través de los específicos aparejos del humor.

La tita Virginia / Ozeluí

Dibujó durante más de 20 años para El Jueves, donde creó personajes como Curro Córner y La tita Virginia, que rápidamente alcanzaron gran popularidad y que estuvieron casi 20 años con los lectores. También creó a Isidoro Piñonfijo para la revista Puta Mili. Ozeluí fue galardonado por el premio “al mejor dibujo de historieta de humor” concedido por el Jurado de los Premios Diario de Avisos. Después de un parón apreciable en el tiempo, ahora ha vuelto a colaborar para la más famosa revista satírica que sale los miércoles con su personaje Vicenta la Truculenta. Los peligros del costumbrismo en versión granadina se apostan a veces en los márgenes de sus historietas, siempre dispuestas a arrancarnos al menos una sonrisa.

Bondadoso cuando se lo requiere el personal y malicioso cuando lo requieren sus creaciones, está provisto de un escepticismo que en modo alguno excluye una afanosa curiosidad por todo lo raro y sin catalogar. Cultivador impecable de la ironía y la compostura desaliñada, para mí Ozeluí es, ante todo, un auténtico paradigma de dibujante total.

NACIÓ EN 'PORTARRÁ'

Conozco a Ozeluí la tira de años. Lo he entrevistado alguna vez que otra para los periódicos en los que he trabajado. Formé con él aquel grupo de personas que viajamos a Nueva York para celebrar el primer congreso internacional de malafollás y de vez en cuando participamos en alguna que otra peripecia etílica con un grupo que se formó en la visita a la ciudad de los rascacielos. Ozeluí se llama José Luis Prats y nació en 1953 en Puerta Real, donde está el kilómetro cero de la malafollá. Por eso él se siente orgulloso de ser portador del virus de esa condición tan granadina que permite a uno no ser malo pero parecerlo. “Mi padre era catalán y mi madre granadina, una mezcla explosiva. De esa mezcla nací yo. La malafollá accitana la aportó mi abuelo, que era de allí”.

Torrevela / Ozeluí

Cuando quedamos para este perfil periodístico, lo primero que me dice que en vez de haber quedado a las once tendríamos que haber quedado una hora más tarde, cuando se hubiera terminado nuestro encuentro. “¿Y eso?”, le pregunto. “Es que a mí se me ocurren las mejores cosas cuando se acaban las entrevistas”. Y se queda tan pancho. José Luis estudió el bachiller y Preu en Los Escolapios. Lo dice con mucho orgullo. El mismo orgullo que exhibe cuando cuenta que antes estuvo en la academia de Don Julián Granados “porque desde entonces no sé lo que es una falta de ortografía”. Dice que aún recuerda cual fue su primer dibujo:

–Debía tener tres o cuatro años cuando pinté dos palotes en cruz y le dije a mi madre: mira mami, un avión. Mi madre me dijo que estaba muy bien. Así que me emocioné y desde entonces me pasaba el tiempo pintando, en la libretas, en las paredes, en la mesas…

Dice José Luis que su padre le compraba todos los domingos El Pulgarcito y que leía con verdadera fruición todos los tebeos que caían en sus manos, sobre todo las historietas de Vázquez e Ibáñez.

–Vázquez era mi ídolo. Yo lo conocí cuando estuvo viviendo una temporada en Granada. Le encantaban las ‘maritoñis’ y desayunaba muchas veces en El Sotas. Era un tipo genial. Un irreverente y un marginal que no llegó a más porque nunca se tomó en serio lo que hacía. Tuvo muchas relaciones sentimentales y estaba siempre tieso de dinero. Si te acercabas a él tenías que pagarle el desayuno. Ibáñez también me gustaba mucho, pero yo creo que éste copiaba mucho de lo que hacía Vázquez.

Ozeluí nunca creyó que dibujar podría tratarse de una profesión. Cuando tenía trece años mandó su primer dibujo al periódico Ideal. Y se lo publicaron.

–Por entonces el dibujante de Ideal era Miranda, que hacía todos los días un chiste para el periódico. Vivía cerca de los Escolapios y todas las tarde iba un motorista a por su trabajo. Sus ideas las sacaba de una tertulia que tenía en una taberna por el centro. A él le pagaban por sus chistes pero yo nunca vi un duro.

Cuando llegó la hora de estudiar una carrera, se matriculó en Ciencias Biológicas. Antes hizo la mili en el Hospital Militar y lo que más recuerda de aquella época son las juergas que se corría por el Sacromonte, cuando aquel barrio concitaba todas las ganas de divertirse de la juventud.

–Era impresionante el ambiente que había. Las cuevas La Fragua, Camborio, La Chumbera, El Curro... todas estaban llenas siempre. La gente se reía y se divertía sin malos rollos. Hasta que una vez allí apuñalaron a una persona y comenzó la decadencia del barrio. Pero durante diez o doce años el Sacromonte fue la vida de Granada.

Señor Alcalde / Ozeluí

Terminó la carrera de Biológicas pero el trabajo en esta disciplina es difícil de conseguir. Así que hizo unas oposiciones a guarda forestal.

–Estuve un año o así trabajando de guardabosques cerca de Aldeire. Pensando que sería una labor provisional y siempre creyendo que algún día ejercería de biólogo. Mientras tanto seguía dibujando y enviando por correo dibujos a los periódicos, primero al Diario de Granada y después a El Día. Pero entre como estaba el servicio de Correos y por el cartero local, si llegaban a tiempo era un milagro. A veces los enviaba con cierta premura por la actualidad de un tema y salían a las dos o tres semanas, cuando todo el mundo se había olvidado del asunto. Un desastre.

EN 'EL JUEVES'

Cuando Ozeluí se dio cuenta de que no ejercería nunca como biólogo, pensó que quizás podría vivir de dibujar. Trabajó para la agencia de publicidad BSB –en la que había trabajado su padre de contable– haciendo folletos y carteles. Un día su amigo Rubén Garrido le dijo que enviara sus historietas a El Jueves, por entonces la revista de humor más famosa que había en España, con una tirada de más de cien mil ejemplares. La dirigía el inolvidable Jordi Ginés, alias Gin. Es en esa publicación donde Ozeluí despliega su ingenio, su zumba satírica y urticante.

–Empezaron a publicarme a salto de mata, pero poco a poco mis personajes fueron calando en el público y me hicieron fijo. Gin se portó muy bien conmigo. Mi primer personaje se llamó Caperucita Coja. Tendría que servirme de algo haber sido guarda forestal.

A Ozeluí no le gusta el fútbol, es más, lo desprecia. Lo sé porque me ha dicho alguna vez que no pierde el tiempo viendo un juego en el que veintidós personas en calzón corto se pelean por un balón. Sin embargo triunfa en el mundo del cómic dibujando a un futbolista amateur que juega en El Pollastre C.F. y que chupa mucho banquillo. Es Curro Córner, un salido que experimenta siempre su apetito sexual y que será una extensión de todo lo que huele mal en el deporte rey. Curro Córner fue un personaje permanente en la revista durante más de dos décadas.

Curro Córner / Ozeluí

–La verdad es que Curro Córner, después de tanto tiempo, estaba ya mu quemao y yo más quemao aún de dibujarlo porque ya no sabía por dónde meterle mano. Es lo que pasa con las series que se estiran demasiado, tanto de historietas como de televisión, que acaban repitiéndose y quemándose.

Otro de sus personajes que caló entre sus lectores fue Señor Alcalde, prototipo de un edil supercorrupto de un partido indeterminado que estuvo durante año y pico y con el que cerró su anterior etapa en El Jueves. La serie dejó de salir hace siete años pero la ves ahora y es pasmosa la frescura que tiene, entre otras cosas porque la corrupción nunca pierde actualidad. Ozeluí recuerda una anécdota que le pasó con este personaje.

–En una de las historietas, el Señor Alcalde se llamaba a sí mismo por teléfono móvil al teléfono fijo de su despacio. La conversación iba sobre que el jodío se encargaba a él mismo la iluminación navideña del pueblo para una empresa de instalaciones eléctricas de la que era propietario. Pues bien, poco después escribió a la revista un lector de un pueblo de Canarias comentando que el alcalde de su pueblo hacia precisamente eso, que tenía una empresa de instalaciones eléctricas y que cada año se autocontrataba la iluminación navideña del pueblo. Aquello fue casualidad porque yo no conocía el caso, pero muchas de las coñas de aquella serie estuvieron inspiradas en hechos reales de los que salen en la prensa o en esas trapisondas de las que todos nos enteramos por vía del boca-oreja.

LAS CAROCAS

Pero sin duda si los granadinos han visto cientos de dibujos de Ozelúi ha sido a través de las carocas que se ponen en la plaza Bib-Rambla con las quintillas que salen ganadoras del concurso que se celebra todos los años en el Corpus.

–El tema de las carocas es algo que siempre me ha gustado. Me acuerdo de que cuando había concursos mi madre hacía la quintilla y yo el dibujo. Estuve pintando las carocas por encargo del Ayuntamiento durante más de treinta años, hasta que una vez me llamaron para decirme que a partir de ese momento las pintarían los alumnos de Bellas Artes. La verdad es que los estudiantes lo hicieron muy bien, pero el experimento solo duró un año. El Ayuntamiento me llamó para ofrecerme de nuevo el trabajo, pero ya me rebajaban mucho los honorarios y lo dejé. Aquello era un sinvivir. Tenía que pintar en veinte días, con pintura acrílica, las veinte carocas. Y eso era un coñazo. Ahora las pinta Mesamadero.

Isidoro Piñonfijo / Ozeluí

Ozeluí piensa que esta tradición es algo que no deberíamos perder porque es algo muy granadino. Me cuenta que hay algunas composiciones que pasarán a la intrahistoria de la ciudad, como aquella que criticaba en los años setenta el abuso de la jalea real por los granadinos porque la publicidad al uso decía que este producto hacía más joven a quien lo tomaba: Hay que tener precaución quien con jalea se trata o a más de un setentón veremos por el Salón con su chupe y su tata.

Ozeluí está convencido de que las nuevas tecnologías también afectarán a las carocas. De hecho dice que él ya en el año 2000, con motivo de la entrada del nuevo siglo, propuso al Ayuntamiento que se pusiera en Bib-Rambla una pantalla por la que desfilaran digitalmente las carocas ganadoras.

–Les gustó mucho la idea a los munícipes, pero ese año había elecciones y hubo cambio de gobierno municipal. Así que la idea se quedó en nada.

Ozeluí es una persona poco catalogable. A los cincuenta años aprendió a tocar el saxofón y durante un tiempo estuvo entusiasmado con Egipto, a donde fue al menos cuatro veces.

Me fascina aquel país y la civilización que esconde. Mi vena egipcia, lo llamo yo. Una vez estuve tentado de hacer un libro con dibujos sobre los faraones y sus tumbas, pero no tengo paciencia para llevar a cabo un proyecto que se presumía largo.

Siempre me pasa igual.

Ahora le ha dado por el huerto urbano en su casa que tiene en Puerto Lope, en donde vive la mayor parte del tiempo.

–El año pasado triunfaron las berenjenas, los tomates y los pimientos. Fracasaron los pepinos. Este año a ver qué producto triunfa.

–¿Me permites que te lo diga con una quintilla?

–Venga, va.

–Aquí la tienes:

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