La revolución educativa de Julito el breve, el ministro granadino de Franco
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Julio Rodríguez Martínez intentó cambiar el calendario académico para que se ajustara al año natural y no lo consiguió
Fueron seis meses de clase y otros seis de vacaciones. El 1 de junio de 1973, el granadino Julio Rodríguez Martínez (Armilla, 1928-Santiago de Chile, 1979) fue nombrado ministro de Educación, cargo en el que apenas estuvo unos meses y que propició un curso académico tan extraño como el que acaba de terminar, marcado por la crisis sanitaria del Covid-19.
Hay quien atribuye su nombramiento a un error, una confusión de nombres que aupó al entonces rector de la Universidad Autónoma de Madrid –cargo al que llegó ese mismo 1973, cuando contaba con 44 años– al Gobierno. Otros destacan su notable currículo como investigador y universitario. Sea como fuere, las crónicas de la época resaltaron que se trató del primer ministro granadino con Franco. Antes habían estado en la cartera de Educación dos ilustres, Natalio Rivas y José Antonio Yébenes.
Llegó con aires renovadores. El 29 de septiembre de 1973 el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la orden por la que se daba un vuelco total al calendario académico universitario. El texto alegaba que la medida se tomó “con el fin de proporcionar más y mejor educación universitaria” y abundaba en la necesidad de “racionalización de algunos aspectos”. Con “carácter experimental” se impulsó que las clases comenzaran en enero y finalizaran en diciembre, todo en pos de la “calidad de la educación”. Esto suponía ajustar el calendario académico al año natural. Los argumentos señalaban que así se “permite una mejor distribución del tiempo docente”. También se señaló que para aquellos alumnos “menos dotados” o con distintas circunstancias no tenían descanso veraniego como tal, ya que debían estudiar para afrontar los exámenes de septiembre.
También se justificó que en el orden “financiero, es evidente la conveniencia de hacer coincidir la vigencia del presupuesto de la Universidad con la actividad del curso académico”. También se apuntaló la necesidad de cambiar el curso para facilitar la incorporación de los estudiantes universitarios al servicio militar.
Se previó desarrollar el nuevo calendario en el primer curso universitario y proseguir con su implantación en los años sucesivos. Así, se adelantó que para 1979 se implantaría en el tercer ciclo de las facultades, lo que en la actualidad se denomina posgrado.
Con el ‘calendario juliano’ –como fue bautizado no sin retintín– aprobado, las clases del curso 73/74 comenzaron en enero de 1974 para los estudiantes del primer año en la Universidad. Aquellos alumnos sumaron los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre a las vacaciones de verano. El 1 de octubre de 1973 La Hoja del Lunes vaticinaba que “la modificación del calendario académico no va a aportar, al menos este año, cambios sustanciales” al “ambiente” que se vivía en la ciudad de Granada cada inicio de curso universitario. “Los meses de sustos, los meses de los grandes exámenes, serán otros. Junio será diciembre y septiembre, al parecer, será enero”. En el mismo artículo el redactor manifestaba el interrogante de cómo sería la distribución de las semanas de descanso. “Las vacaciones de invierno sí están dudosas”. Las clases debían terminar, según los planes del ministro, el 10 de diciembre, y el comienzo del siguiente curso se fijaba en enero.
El curso, sin embargo, terminó como era tradición, en junio, por lo que tuvieron apenas medio año de clases. Un decreto del 26 de enero del Ministerio de Educación y rubricado por el titular del ramo, Cruz Martínez Esteruelas –sucesor del granadino–, finiquitó el experimento de Julio Rodríguez.
En el texto del decreto se reconocía que el calendario de primer año no se acompasaba con el que regía en los institutos y ese desfase hacía que la medida adoptada por el ministro granadino fuera “infructuosa”. También se mencionaba que el calendario académico debía acompasarse con el del resto de centros educativos extranjeros para facilitar el intercambio de profesores y alumnos. En un ejercicio de sinceridad, se dejó por escrito que “las ansias innovadoras lógicas” se “han encontrado con realidades” que aconsejaban “volver al calendario por cursos escolares”, es decir, con el inicio en octubre y el final en junio. Para los que ya habían iniciado sus estudios en enero se indicaba que las clases terminarían entre el 20 y el 30 de junio. Dejaba en manos de los rectores distribuir las horas lectivas para recuperar los meses sin clase y se establecía que los que suspendieron en diciembre del 73 en la extraordinaria podían presentarse hasta dos veces.
Julio Rodríguez cesó tras el asesinato de Carrero Blanco –su valedor en Ejecutivo, mientras que era enemigo político de Arias Navarro– en diciembre de 1973, por lo que apenas estuvo en el cargo siete meses y se ganó el apodo de 'Julito el breve'. Tras dejar el Ministerio nunca más se interesó por la política, según el perfil dedicado a su persona publicado en La Hoja del Lunes. Se centró en sus investigaciones, centradas en el ámbito de la cristalografía, donde era un reputado científico.
Nació en Armilla, donde su padre estaba destinado en la base aérea. Fue alumno de los Escolapios, de la Universidad de Granada y amplió su formación en Cambridge. Fue premio nacional fin de carrera y en el 62 consiguió la cátedra de Cristalografía y Mineralogía en la Universidad de Salamanca, donde fue director del Colegio Mayor San Bartolomé. Se casó con una motrileña, María Ruperta, y es en Motril donde fue enterrado. Un instituto de la localidad costera lleva su nombre, mientras que el colegio de Armilla Julio Rodríguez fue rebautizado como Miguel de Cervantes.
Además de investigador, docente, rector y ministro, el granadino también escribió en prensa, en ABC y La Hoja del Lunes. En este diario dejó por escrito sobre García Lorca “nunca me ha preocupado, ni poco ni mucho, cómo ha sido el genio en su alcoba”. El texto prosigue así: “pero la gente quiere casillas, con etiqueta, donde meter a los demás y que no se muevan. Se protesta de la naturaleza cambiante”.
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