Luces de realidad al otro lado del globo
Fernando Mesquida, trabajador del Hospital Virgen de las Nieves, se fue de voluntario a la India en vacaciones · La experiencia le impactó profundamente · Hace poco le llegaron las notas de la niña que ahora tiene apadrinada allí
"Hacía tiempo que tenía ganas de iniciar una aventura de éstas y a través de la ONG Setem pude prepararme adecuadamente". Así inicia Fernando Mesquida el relato de las vacaciones que pasó como voluntario en el estado indio de Bengala Occidental. Normalmente trabaja como psicólogo en el Hospital Virgen de las Nieves y el año pasado aprovechó su mes de vacaciones y varios días de asuntos propios para escaparse al otro lado del globo. La experiencia le marcó para siempre y hoy no sólo piensa en volver sino que tiene apadrinada una niña de allí que de alguna manera es el lazo que lo une definitivamente a aquel lugar.
Inquieto por descubrir culturas diferentes, Fernando es a la vez muy consciente de la responsabilidad que supone participar en un proyecto de este tipo. "Es muy importante prepararse antes, sobre todo, cuando se trata de una cultura tan radicalmente distinta a la nuestra. Es necesario para poder apreciar la estancia y para entender verdaderamente a esas personas. Un voluntario, antes que ir a cambiar la realidad, lo que busca es llegar a comprender la cultura, y para eso es vital un conocimiento previo", explica. "Y una preparación en actitudes", añade. "Un voluntario debe estar abierto a conocer cosas nuevas, tener capacidad de escucha y ser receptivo".
A su llegada a la región sur de Bengala, entre Calcuta y el delta del Ganges, se encontró con una zona muy deprimida. "A pesar de que había leído mucho sobre el lugar, me pareció que aterrizaba en otro planeta", cuenta Fernando, que se quedó impresionado por el gran contraste entre la ciudad y las zonas rurales. "Están ancladas en la Edad Media. Parece que retrocedes cientos de años al entrar en una zona rural. Ves campesinos arando con sus bueyes y mujeres recogiendo hojas y cargándolas a la espalda", recuerda.
Fernando se encontró allí con otros valores, otras mentalidades, otras maneras de explicarse las cosas, de vivir la vida y de comportarse, y ése fue para él "uno de los grandes atractivos" del viaje. Una religiosidad muy arraigada y un concepto de familia más amplio, donde muchas personas viven bajo el mismo techo, son algunas de las diferencias más evidentes, aunque "para conseguir una verdadera aproximación, hace falta tiempo", afirma.
"Predominan las praderas de color verde, con arrozales y estanques con palmerales. Y alrededor de los estanques están las chozas, hechas de caña y barro", rememora Fernando, que a su vuelta incluso se lanzó a escribir un libro, Luces de Bengala. Un voluntario en el corazón de la realidad, que aún no ha publicado y en el que cuenta su toda su experiencia. "Necesitaba plasmar todas mis impresiones", explica.
Colaboró allí con el Instituto Indio de la Madre y el Niño, que trabaja por mejorar la sanidad y la educación y cuenta, además, con un programa de microcréditos para mujeres y otro de apadrinamiento. "Hace una apuesta firme por la educación y por dotar de medios y recursos a la mujeres para su emancipación. Es un buen ejemplo de no dar el pescado, sino la caña". Principalmente, Fernando se involucró en el trabajo de enfermería, ayudando en las curas de los trastornos de piel, que allí son muy frecuentes por las deficientes condiciones de vida e higiene. Aunque quizás su principal aportación fue la puesta en marcha de un programa para mujeres embarazadas para favorecer su estado anímico y la comunicación con el feto, a través de la música y la relajación.
Se trajo en la maleta una forma totalmente distinta de ver las cosas y las ganas de regresar algún día. "Aunque vuelvas, de alguna manera sigues vinculado a ese lugar". Su lazo de unión ahora se llama Sneja y tiene 13 años. Su padre murió de un infarto y su madre no tenía medios para mantenerla, así que la pequeña habría tenido que empezar a trabajar para vivir. Por eso Fernando decidió apadrinarla, para que pudiera seguir estudiando. "Lo he visto de cerca y sé que se trata de un programa de apadrinamiento serio y esos 20 euros al mes suponen realmente material y medios para los niños".
Hace poco le llegaron por correo las notas de Sneja. "Tiene de media un 9", cuenta Fernando. "Me escribió diciendo qué asignaturas le gustaban más. Está muy motivada. Dice que quiere ser doctora". Y Fernando sabe que gracias a él, si quiere, podrá serlo.
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