Malalmuerzo, la cueva de Granada que explica cómo los europeos sobrevivieron a la Edad de Hielo
Ciencia
Un intento de expolio permitió la intervención en la que se halló el diente que permite deducir que Andalucía fue un reducto donde poblaciones de humanos se acantonaron mientras en el continente la temperatura media colocaba a la especie en el límite de la subsistencia
Cuando Pedro Cantalejo viajó en 2017 a la ciudad alemana de Düseldorf llevaba en la maleta todo lo necesario para su estancia y en el bolsillo un diente humano de 23.000 años de antigüedad. Aquel diente, de un varón, posiblemente un cazador que falleció ya adulto, había llamado la atención del investigador desde que se extrajo de la cueva granadina de Malalmuerzo en los trabajos de investigación del yacimiento tras un saqueo. "Me pareció muy antiguo", recuerda sobre el hallazgo. "Se lo entregué al investigador principal del Neanderthal Museum, junto con las muestras de carbón, para su datación. Había muestras (muy pequeñas, pero importantes) para varios laboratorios" extraídas de aquella gruta granadina. El diente destacaba por las dos raíces y el brillo que conservaba desde hacía nada menos que 230 siglos... La idea de Cantalejo, al ver el excepcional estado de conservación de la pieza, era que se le extrajera el ADN, posibilidad que ha abierto la puerta en los últimos años a nuevas revelaciones sobre el origen de la humanidad, su evolución y las no pocas fatigas pasadas por la especie elegida, la humana. Y el diente habló.
Cantalejo fue durante 41 años conservador de la Cueva de Ardales, en la provincia de Málaga. Durante su trayectoria ha estado vinculado a las universidades de Cádiz y Málaga. Su nexo con el yacimiento próximo a Moclín está a punto de cumplir 40 años. Fue en 1983 cuando este investigador estuvo en Malalmuerzo. El descubrimiento de pinturas rupestres hacían necesaria la intervención de un especialista en la material y ante la imposibilidad de que la Universidad de Granada (UGR) pudiera hacerse cargo de las primeras indagaciones por la falta de paleolitistas, se recurrió al equipo de Ardales. "Nunca había aparecido en Granada" ningún yacimiento con restos paleolíticos. Así fue como la cueva entre Moclín y Tózar quedó descubierta para el mundo científico hace cuatro décadas. "Se hizo un informe para la Guardia Civil y para la Universidad de Granada", se informó convenientemente a Cultura y se convirtió en "una cueva muy querida para nuestro equipo, aunque nunca ha tenido mucha suerte ni la atención que merece". En el entorno de esta zona se pueden visitar pinturas prehistóricas como las del Corcuela.
En el medio tiempo entre el descubrimiento de la cavidad y el artículo publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature Ecology and Evolution -en el que se analizan restos de 350 individuos de distintas épocas de la prehistoria- el enclave fue estudiado antes por científicos de la UGR de la talla de Miguel Botella, catedrático de Antropología Física de la UGR. En esas investigaciones se determinó que había restos neolíticos -de hace unos 7.000 años- y que, posiblemente, los pobladores de la zona recurrían al canibalismo. Análisis posteriores apuntan a que quizá Malalmuerzo fuera un osario donde se depositaban los restos manipulados post mortem de individuos en aquella remota época, en el tránsito entre el Paleolítico -más antiguo- y el Neolítico- periodo más reciente-.
El siguiente capítulo, ya en 2016, comenzó con una llamada telefónica. Desde la Delegación en Granada de la Consejería de Cultura se pidió a Cantalejo que fuera a Malalmuerzo para que evaluara los destrozos causados por un intento de saqueo. "Fuimos y en aquella inspección nos dimos cuenta de que donde habían hecho el boquete [para acceder a la cueva] había un nivel arqueológico intacto", sedimentos más antiguos, previos al Neolítico, que quedaron al descubierto gracias, curiosamente, al intento de expolio.
Ese mismo año, en 2016, se propuso a Cultura un trabajo de recogida de muestras. Esto fue posible gracias al proyecto general de investigación de los enclaves malagueños de Cueva de Ardales y Sima de las Palomas de Teba, que contaban con autorización de la Junta de Andalucía, con dirección de José Ramos Muños, catedrático de la Universidad de Cádiz, y Gerd-C. Weniger, de la Universidad de Colonia. También fue clave en esto Antonio Montufo, de la Delegación de Cultura. "De él parte la llamada" y la gestión del papeleo necesario para poder entrar en la oquedad, agradece Cantalejo, que destaca la agilidad con la que se tramitó aquello.
Allí trabajaron con lancetas, de forma minuciosa. Hubo éxito. Salió un incisivo en muy buen estado de conservación. Sin caries, completo, su brillo lo hacía candidato excepcional a que se intentara la extracción de ADN, una técnica desarrollada por Svante Pääbo y su equipo. El sueco fue galardonado con el Nobel por secuenciar el legado genético neandertal. ¿Por qué no intentarlo con el diente de Malalmuerzo?
En 2017 se realizaron los análisis de las muestras extraídas de la cueva, con "resultados magníficos". Con el legado genético extraído del diente se ha determinado que el sur de Europa, Andalucía, fue un refugio para los sapiens en una época de glaciación. Europa estaba cubierta de hielo y la temperatura media se estima que era de media doce grados por debajo de la actual, situación que comenzó a cambiar hace 14.000 años. Pese a esas duras condiciones, reductos de individuos se acantonaron en esta zona del continente. Los restos de Malalmuerzo se conectan con los del ADN que se obtuvo de otro individuo encontrado en Bélgica y datado hace 35.000 años. Esto demostraría que siempre ha habido sapiens en esta parte de Andalucía. "Eso ha revolucionado" el escenario de lo que se barrunta que ocurrió durante esa glaciación. España fue un reducto durante la última Edad de Hielo y a partir de ahí los humanos se volvieron a expandir cuando las condiciones climáticas mejoraron. Eso es lo que dice la lectura de los genes. Se mantuvo durante miles de años el mismo linaje.
"Intuimos que nuestra tierra era el paraíso terrenal", avanza Cantalejo, que señala que lo que revela el diente "pone en revisión y debate" lo que se pensaba sobre las poblaciones en el Paleolítico. "Es un gran aporte y apunta a que podemos seguir buscando en Andalucía y el Levante el espacio de frontera cronológico" entre los sapiens y los neandertales, la 'otra humanidad' extinguida. El escenario científico, siempre sujeto a cambios, ha quedado patas arriba gracias a lo revelado en una mínima excavación en un terreno de apenas dos metros cuadrados.
Malalmuerzo, que está catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), "se ha abierto al siglo XXI". "Nos han dado el Oscar, pero ahora no nos podemos retirar. Tenemos que asumir compromisos para que los equipos de investigadores puedan conseguir financiación", argumenta Cantalejo, que en un símil muy didáctico compara lo que ha ocurrido en este yacimiento granadino con el fútbol. "Nos hemos clasificado para la Champions, pero ahora hay que meter goles" para seguir en la competición. En el caso de que no se continúe con los trabajos en Moclín, las líneas que expliquen la prehistoria se escribirán con lo que se halle en otros yacimientos. "Jugamos la Champions porque no hay datos fiables tan antiguos en toda Europa". El único con el que se ha podido comparar el diente granadino es el ADN del individuo encontrado en Bélgica. "Esto nos ha situado en el mapa internacional", concluye el investigador, que zanja que los granadinos "tienen que estar orgullosos de Malalmuerzo". Los últimos habitantes de la cueva abandonaron el lugar cuando, a miles de kilómetros, se pintaban las cuevas de Altamira.
El catedrático de la Universidad de Cádiz (UCA) José Ramos Muñoz apunta a la importancia de los datos aportados por el ADN del diente, pero añade la necesidad de tener en cuenta el resto de vestigios arqueológicos para completar el "puzle". Hace 23.000 años las condiciones climáticas colocaron a la especie humana al "límite", con temperaturas bajísimas. Antonio Ruiz Bustos ya había planteado que en Andalucía pudo haber poblaciones de neandertales y sapiens que pudieron tener continuidad en la zona, confinados en este punto de Europa. Esta teoría se ve ahora con otro brío.
Ramos Muñoz, que subraya el papel de investigadores de la UGR como Francisco Carrión y Francisco Contreras, abunda en la topografía de la zona de Moclín para expresar la hipótesis de que "hay muchas cuevas por descubrir": "Lo que se ha encontrado es un individuo. Aquellas eran poblaciones móviles... esto es un incentivo para seguir trabajando". Sobre este punto, el investigador malagueño apunta a que deberían ser los científicos de la Universidad de Granada lo que recojan el testigo.
"Con Malalmuerzo encontramos la prueba irrefutable para nombrar a Iberia como el refugio principal de grupos paleolíticos durante de la Edad de Hielo. Esta continuidad genética tan prolongada en el tiempo es excepcional, especialmente porque el linaje genético que estaba presente antes y durante la Edad de Hielo en la península ibérica ya había sido reemplazado en otras partes de Europa en este momento", apuntó Wolfgang Haak, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, coautor del estudio. "Sorprendentemente, todavía es posible rastrear el legado genético del Paleolítico en los primeros agricultores del sur de Iberia, lo que sugiere una mezcla local entre dos grupos de población con diferentes estilos de vida", aseveró Gerd C. Weniger, de la Universidad de Colonia y también coautor de esta publicación, en declaraciones a Efe.
En la investigación han participado los investigadores del Grupo PAI-HUM-440 de la Universidad de Cádiz y del Proyecto de Cueva de Ardales José Ramos Muñoz, Pedro Cantalejo, María del Mar Espejo y Lidia Cabello, así como investigadores de la Universidad de Colonia y Neanderthal Museum, como Gerd-C. Weniger, y del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology, entre los que están Vanessa Villalba y Volfgang Haak.
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