"No volvemos a la normalidad sino a la fase de contención de la epidemia que se nos fue de las manos en febrero"
Manuel Menduiña | Medicina Interna del Hospital Virgen de las Nieves
Manuel Menduiña, uno de los médicos más premiados del país, cree que un paciente de Covid-19 tiene ahora más opciones de vivir que al principio de la crisis del coronavirus, pero apela a la responsabilidad social, porque "seguimos en pandemia"
Apenas tuvo tiempo de paladear el éxito de los Doctoralia Awards, cuando en enero fue reconocido como el especialista en Medicina Interna más valorado de España. El coronavirus llegó como un ciclón y lo ha arrastrado todo. La enfermedad ha dejado huella en el doctor Menduiña y ha pasado factura a Manuel, el padre, el esposo y el hermano que durante esta crisis ha tenido que compaginar la labor de salvar vidas en la planta Covid del Hospital Virgen de las Nieves de Granada con la preocupación de tener a varios familiares luchando contra el virus, incluso en la UCI.
–Tras más de 20 años de experiencia profesional ¿esto es diferente a todo lo vivido?
–Ha sido una temporada muy dura, en la que las guardias eran situaciones muy dramáticas. Tener que informar a un familiar de un paciente por teléfono de que su madre o su padre ha muerto... Desde el punto de vista profesional me ha llegado muy hondo porque tengo una visión muy humana de la medicina, del consuelo del enfermo, de estar cerca. Esta enfermedad es la que nos ha deshumanizado más y alejado del paciente, con la frialdad de la llamada, es algo que yo no había vivido nunca. Mucha gente ha muerto sola. Otro de los aspectos mas devastadores de esta enfermedad.
-¿Su experiencia personal le ha aportado una visión más amplia en la pandemia?
–Yo estaba acostumbrado a ver sufrir a la gente junto a sus seres queridos. Era la normalidad, pero no poder estar ahí es muy complicado. Morir en soledad. Todo esto me ha impactado a nivel profesional y personal, por la preocupación por el cónyuge (su esposa, internista también, se contagió en el desarrollo de su trabajo), con tres hijos, con suegros mayores... Nos tuvimos que separar cuando ella enfermó. Y nos hemos organizado con los niños como hemos podido. También estaba muy preocupado por mi hermana, que estaba grave y lejos, en Palma. Ayer me miraba al espejo y creo que me han caído cinco años encima de golpe, con canas, demacrado, sin dormir... Más que la tarea física, es el estrés continuo, la pesadumbre de no ver el futuro. Ir día a día a trabajar sin saber hasta cuando va a durar esto.
-Pero el virus sigue ahí, aunque tratemos de volver a la normalidad...
–La gente tiene que entender que no volvemos a la normalidad, sino a la fase de contención de la epidemia, la fase que fracasó a finales de febrero porque se nos fue de las manos, con cifras de infectados y muertos que se dispararon. Volvemos a esa fase de contención, donde el objetivo fundamental es aislar nuevos casos y su entorno.
-Dice que fracasó esa fase de contención. ¿Tenemos ahora una oportunidad para hacer las cosas de forma distinta?
-Hay que afrontar la desesecalada contando con la responsabilidad de la gente, mantener el distanciamiento, aunque creo que en general se hace. Sí que he visto un poco de euforia, gente que quiere ir a bares, pero deberíamos ser más cautos. Si hacemos distanciamiento social, si tomamos medidas como lavarnos la manos, si no hay concentraciones, creo que se podrá contener. Hay que bajar de dos casos por 10.000 habitantes. Se puede conseguir. Seguimos en pandemia, hasta que no haya vacuna u otro tratamiento muy eficaz, hay que apelar a la responsabilidad de la gente.
-¿Y desde las administraciones y la organización sanitaria?
-En la nueva fase de contención es fundamental la atención primaria, que al principio estuvo desbordada, con compañeros que han muerto, porque en un primer momento no se tomaron las precauciones adecuadas. Ahora esa atención primaria tiene que tener una posición importante, que haga PCR (pruebas de diagnóstico), porque si no será difícil identificar nuevos contagiados.
-Y los llamados rastreadores...
-No sé si con programas como en otros países, pero los epidemiólogos tendrán que hacer un gran trabajo.
-Ha comentado estos días en redes sociales que para abordar la desescalada era imprescindible conocer resultados del estudio de seroprevalencia para evaluar la situación. Ya sabemos que el porcentaje de población en contacto con el virus es todavía muy bajo y aún así los hospitales se colapsaron....
-Bueno, hemos estado muy saturados, aunque no llegamos a la situación de colapso de Madrid. Las UCI estaban a tope, incluso por encima. Pero nos preparamos muy bien. La oleada no fue tan intensa, estuvo mejor contenida que en otras zonas. Al final ni siquiera hizo falta el hospital de campaña que estaba previsto.
-¿Qué extraemos entonces de ese estudio nacional?
-El virus puede hacer mucho daño, hay que ser cautos, muy prudentes, el sistema de salud tiene que cambiar sus circuitos, hay que dar más importancia a la atención primaria, con personal protegido. Ya estamos funcionando así en este hospital (Virgen de las Nieves), con los circuitos diferenciados y con plantas covid. Pero en los nuevos casos tendrá una importancia excepcional el rastreo entre los contactos. Tendremos que asumirlo hasta que haya una vacuna eficaz y hasta que ésta sea accesible a todo el mundo. Yo creo que con los esfuerzos que se están haciendo podría ser dentro de un año. Se dará pronto con ella pero hasta entonces habrá una nueva realidad y otra forma de vivir nuestro día a día.
-Médicos y personal sanitario en general han sido un colectivo muy infectado en esta pandemia. Usted tiene el ejemplo el su propia familia. ¿A qué cree que se debe la alta tasa en Andalucía?
-Al principio fue cuando más sanitarios se han contagiado, por cierto desconocimiento. Los EPI no estaban bien puestos, en primaria faltaron equipos... En el hospital no he vivido la situación de falta de equipos. Ha habido material, aunque a veces hubo algo de escasez y tuvimos que reutilizarlos, una vez desinfectados.
-¿Influyó la tardanza en detectar los primeros casos?
-Es posible que el virus estuviera pululando por el país antes del primer caso reconocido. Pero hemos tenido formación y medios, incluso hacíamos el proceso de dos en dos, uno chequeaba la puesta y la retirada, que es la parte más complicada por todos los pasos que tiene. También se han donado y aportado muchos equipos de protección. Han llegado protectores de cara y epis de todos sitios, de asociaciones, de clubes y de la industria farmacéutica.
-¿Ha habido una colaboración más estrecha entre los profesionales?
-Hemos estado muy saturados de trabajo, pero todas las especialidades han contribuido. Al principio eran Medicina Interna, Neumología e Infecciosa, pero luego estaba claro que no podríamos asumirlo solos y todos los servicios aportaron médicos, cardiólogos, reumatólogos, endocrinos, todavía hay algún especialista de ellos en los equipos Covid.
-¿Cuál es la situación ahora en el Virgen de las Nieves, un hospital de referencia en Andalucía?
-Ahora está muy controlado, con menos de una treintena de enfermos y varios días seguidos sin ingresos Covid. Quedan 14 o 15 pacientes en UCI. Hemos llegado tener 50 ingresos diarios. Los efectos de una desescalada tardan entre una semana y diez días en reflejarse, así que veremos.
-No parece que haya habido un repunte significativo relacionado con las primeras salidas a la calle para pasear...
-Es cierto, pero siempre hay que verlo en los 4 o 5 días siguientes. Si hay un pico puntual y no se mantiene no podemos decir que sea significativo, hay que ver la tendencia.
-¿Se han sentido arropados usted y sus compañeros?
-Sí mucho, es una de las cosas buenas de la pandemia. Me quedo siempre con lo mejor del ser humano. El aplauso de las tardes me ha conmovido y nos ha llegado. Se han hecho homenajes a los compañeros muertos y no creo que ninguno quisiera ser un héroe, es gente responsable que hacía su trabajo. Han dado su vida pero sin pretensión. Por primera vez no se nos ha visto transparentes, porque hemos vivido muchas situaciones antes de agresiones y reproches, pero ahora se nos ha tratado como debería ser habitualmente. En las duras y las maduras. Todas las mañanas iba a trabajar dejando a mis tres niños y a mi mujer enferma, pero era necesario. Somos gente con familia, aspiraciones y con una vida. Sabía que tenía que estar ahí y es lo que hemos hecho todos. Hay mucha gente joven con contratos precarios que han sido los primeros en dar el paso al frente. El compañerismo ha sido enorme. Con gente con poca experiencia pero valiente. Médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras, que han trabajado como fieras. Esto ha puesto de manifiesto el valor humano.
-La cara más negativa la han sufrido los ancianos...
-Las residencias, sí... No sé de quién es la responsabilidad. Ahí ha sido catastrófico. Ahora algunas se han medicalizado y hay compañeros que van día a día a las residencias. Estas medidas debieron tomarse desde el primer momento, se llegó tarde. También ha sido negativa la actitud de alguna gente, tengo compañeros que los vecinos les han invitado a irse o trasladarse... Aunque han sido casos aislados. El miedo es muy malo. Yo me quedo con el valor y el compañerismo, todos hemos sido una piña.
-¿Han avanzado en la lucha contra la enfermedad?
-Tenemos varios ensayos clínicos en el hospital de fármacos que se están usando, más eficaces que al principio, sobre todo para los casos graves. Este virus, en pacientes hipertensos, diabéticos, entre 40 y 60 años, ponía en marcha un mecanismo inmune con un gran efecto inflamatorio. El mecanismo lo hemos entendido.
-¿Un paciente que se ponga muy grave tiene más posibilidades de sobrevivir ahora que al principio?
-Sí, porque los primeros momentos empezamos a usar algunos fármacos inmunomoduladores con mucha precaución y tras comprobar el resultado ya se administran con más garantías.
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