María Galvany era de Granada

Ayer y hoy

Una de las más grandes cantantes líricas españolas del siglo XX · María Galván nació en Pinos Puente · Famosa en medio mundo, murió sola y pobre en un asilo de Río de Janeiro

María Galvany era de Granada
María Galvany era de Granada

Murió en noviembre el día de los Difuntos. Nadie dio la noticia. Resulta muy extraño que fuera el director del periódico El Defensor de Granada Luis Seco de Lucena junto al poeta de Baeza José Jurado de la Parra, los que descubrieran el talento de aquella niña granadina nacida tal vez en Pinos Puente o quizás en Caparacena en 1878, y que luego no hubiera ninguna nota de prensa capaz de recoger la muerte solitaria y en la más absoluta pobreza de aquella diva que había cautivado al mundo de la ópera entre los años 1900 y 1920.

Tal vez la Galvany fue cigarra más que hormiga y aunque tuvo no retuvo ni guardó para la vejez. Murió sin saberlo nadie en el Asilo de Ancianos de San Luis de Río de Janeiro en 1949. En España ni se enteraron y en Pinos Puente menos, porque nadie se acordó de insertar aunque fuera una breve nota necrológica. Su muerte se supo mucho después y de forma accidental.

Así transcurrió parte de su vida. Desde el periódico El Defensor se organizó en Granada un festival homenaje para pagarle los estudios a la niña María Galván, que así se llamaba hasta que italianizó su nombre artístico como María Galvany. Marchó a estudiar al Real Conservatorio de Madrid, donde tuvo como maestro al gran barítono italiano Napoleón Verger, pero quien más le influyó fue su otro preceptor, el catalán Lázaro María Puig.

Fue su debut apoteósico en Cartagena, cuando contaba 19 años, con la ópera de Donizetti Lucía de Lammermoor. A partir de ahí se inició una dilatada vida artística que va desde Málaga a Madrid, desde Lisboa a Venecia, desde París a San Petersburgo y Moscú.

Actuó en media Europa y en América; desde Brasil a los Estados Unidos; empezó a grabar discos en 1903 en aquellos cilindros de cera utilizados en los fonógrafos que, dado lo delicado del material, se han perdido. Fue luego, a partir de 1911, cuando grabó para las casas Edison, G&T (Gramophone and Typewriter) y Pathé.

Actuó junto a los más grandes tenores de la época: los italianos Titta Ruffo, Fernando de Lucía, Francesco Marconi, Piero Schiavazzi, el valenciano Andrés Perelló de Segurola, etc., siempre con éxitos clamorosos debido a sus grandes dotes como soprano de unas cualidades impresionantes por los registros de voz que tenía y que le permitían realizar con soltura sobreagudos penetrantes, escalas, arpegios, gorjeos y picados de enorme dificultad. Dicen que su voz se asemejaba a la de un maravilloso pájaro cantor, aunque a veces abusaba del gorgorito.

Sus biógrafos aseguran que muy pocas como ella supieron interpretar a la perfección el aria La reina de la noche de la ópera de Mozart La Flauta Mágica. Se lucía en obras que interpretó mil veces por todos los escenarios del mundo: El Barbero de Sevilla, Rigoletto, Lucía de Lammermoor, la Traviata… Su repertorio es inacabable, aunque lo más representativo de su estilo está en la recreación que hace del vals L´Incantatrice, de Luigi Arditi.

La crítica empezó a compararla con la entonces figura de los escenarios, la florentina Luisa Tetrazzini, a la que llegó a superar; sobre todo cuando a la italiana le dio por comer pasta y engordar; la "pasta y el pollo Tetrazzini" le deben su nombre. Luego serían otras soberbias voces las que competían con la granadina: las catalanas María Barrientos, Mercedes Capsir y la mezzosoprano Conchita Supervía.

No era la Galvany una Cecilia Bartoli precisamente, habrá que reconocerlo, pero no está mal recordar a esta granadina de Pinos Puente que hace un siglo recorrió medio mundo aclamada con sonoros aplausos, aunque a nosotros su nombre no nos suene casi nada.

El recuerdo de una calle en su pueblo tal vez le haría justicia. Aunque dada la galbana mental que nos caracteriza, la Galvany se quedará en el olvido.

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