Maribel Calvín: una virtuosa de la vida

Pasado con presente incluido

Fue niña prodigio que a los siete años daba conciertos de piano

Después de estar quince años retirada, tras su reaparición consiguió actuar en los grandes teatros del mundo

Le encanta la cocina, desayunar con sus amigas y espera su segundo biznieto

Maribel Calvín, en el salón de su casa durante la entrevista / A. C.

Granada/Esta que ven ustedes en las fotos, con su mirada profunda, con su pelo negro escalando hacia el moño, con su belleza de actriz de tragedia griega y con un excedente de ilusión que le proporciona su biznieto Eduardo de 22 meses, es Maribel Calvín, pianista.

Fue una niña prodigio que a los siete años ya dio su primer concierto y dejó embobado al famoso director de orquesta José Iturbi, que quiso llevársela a Estados Unidos para que hiciera allí, bajo sus auspicios, la carrera de concertista. Maribel luce una acusada fisonomía de mujer andaluza, con los ojos negros que pintaba Romero de Torres, con una lozanía fácil apenas afectada por el paso del tiempo y un maquillaje apropiado que hace desaparecer cualquier menoscabo de la edad. Sus rasgos son de una notoria contundencia racial y remiten a una efigie de cartel de los años setenta capaz de remover la nostalgia.

Cuando la conocí, ella estaba en pleno auge de su carrera artística, antes de que le pasara un episodio médico que la apartaría del piano y que dejaría maltrecha su carrera artística. Y hablaba con ella frecuentemente en cada acto social al que acudía acompañando a su marido José Luis Castillo, un querido colega superviviente del no menos querido diario Patria. Estática y deslumbrante, estaba allí entre periodistas, escritores o artistas con los que nos reuníamos en aquellas inolvidables veladas de la Asociación de la Prensa.

Con Luis de Olmo Carlos Cano y el autor del texto

En mi álbum del pasado hay un lugar preminente para una foto que José Luis le hizo a Maribel cuando estaba conmigo, con Luis del Olmo y el entrañable y poco olvidado Carlos Cano. Maribel Calvin pertenecía a una de las más eminentes familias de personas relacionadas con el arte en las que había profesores de música como su abuelo, pintores como su tío y bailarines como otros tíos.

Desde muy pequeña oía a su madre tocar el piano y dice que alguien le contó que no tenía ni dos años cuando entonó una canción que hizo exclamar a su abuelo: "Qué barbaridad! Esta niña sabe lo que es el ritmo". Y sí que lo sabía. Llegó a actuar en los principales teatros de todo el mundo y en su memoria aún retumban los ecos de los aplausos que recibió en Argentina, Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Suiza…

Maribel Calvín es sin ambages una artista granadina que recogió el legado de los grandes autores españoles y que lo enriqueció con su maestría y el compromiso que le pone a las cosas. Estupenda cocinera, lo mismo te cocina un rabo de toro que te toca Noche en los Jardines de España con esa pasión que encarna la irrestricta libertad de su arte. De todas maneras ella dice que no se siente olvidada, que mucha gente la para por la calle para hablar con ella y para recordarle que estuvo en alguna de sus actuaciones. "Yo me siento profeta en mi tierra", dice con el orgullo de alguien que siente querido.

Con Andrés Segovia en Santiago de Compostela, 1961

Los gatos del Darro

Maribel Calvín tiene una manera de decir las cosas que no hay más remedio que sentirte contento al estar a su lado. Transmite optimismo incluso por teléfono. Me cita en su piso de la calle Melchor Almagro. Es un piso amplio con paredes suficientes para colgar toda clase de recuerdos, diplomas y fotos de muchos de sus premios, reconocimientos y actuaciones. La 'pedantoteca', lo llama ella.

Presidiendo el salón hay un óleo de un retrato estupendo que le hizo su tío, el pintor Rafael Calvín. Y un piano de cola que está tapado porque sobre su cubierta hay montado un belén y Maribel le da cierto apuro que un visitante vea un signo tan claro de la Navidad en plena Semana Santa. "Es que me costó mucho montar el belén y así ya lo tengo para el año que viene", dice con esa sonrisa tan consustancial con su persona.

Detrás también hay un enorme y precioso bargueño de taracea que pone el punto de granadinismo en un ambiente propicio para la charla. A nuestro lado está José Luis, que de vez en cuando interviene para recordarle alguna fecha o alguna circunstancia que ella ha olvidado.

-Nací en la calle San Matías pero a los cuatro años nos mudamos al Paseo de los Tristes, a una casa en la que abrías las ventanas y se veía La Alhambra. Me acuerdo que también se oía las campanas de la Torre de la Vela que a veces tocaba más de la cuenta y mi abuela me explicaba que eran campanadas para avisar a los regantes de los turnos de riego. Fui una niña muy feliz que tenía siempre las rodillas con costras de sangre de bajar al Darro a perseguir gatos, jajajaja. El tocar el piano desde tan pequeña, desde los cuatro o cinco años, nunca me robó la niñez.

Con su maestra Alicia Larrocha

Me cuenta Maribel que las primeras mariposas que le aletearon en el estómago aparecieron cuando dio su primer concierto, cuando sólo tenía siete años. Fue en el Paraninfo de la Universidad de Granada. Su padrino fue el entonces alcalde Antonio Gallego Burín y ya en su primer programa aparecía la música española –Albéniz y Turina y Manuel de Falla–, sin olvidar por eso a Bach, Scarlatti, Mozart, Beethoven, Schumann… En la prensa, cuando aparecía su nombre detrás aparecía el calificativo de "niña prodigio".

-Fue cuando José Iturbi, que era un pianista, compositor y director de orquesta que trabajaba en Estados Unidos, quiso llevarme con él. Le dijo mi familia que él se ocuparía de mis estudios musicales, pero mis padres le dijeron que no. No podían soportar que yo estuviera tan lejos. Así que me formé aquí, con Josefina Bustamante, que yo siempre la consideré mi segunda madre. Tanto ella como mis padres me hicieron comprender que yo tenía un don que Dios me había prestado y que debía de ser humilde y no creérmelo. Lo que intentaban transmitirme, con mucho acierto, es que tenía que hacer las cosas despacio y con responsabilidad y no acabar como un niño prodigio malogrado.

Maribel inició formalmente sus estudios musicales bajo la dirección de la profesora Josefa Bustamante, quien orientó siempre su carrera y que la pianista desarrolló en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid con las máximas calificaciones.

A los catorce años consiguió el título de profesor, el diploma de primera clase y el premio Pilar Fernández de la Mora. Alumna de Julia Parodi durante varios años en Madrid, estudió asimismo con Alicia de Larrocha, en la Academia Frank Marshall de Barcelona, y con Antonio Iglesias y Daniel Ericourt. Fue alumna de los Cursos Internacionales Música en Compostela y consiguió del premio internacional de piano de la Fundación Barranco de Málaga. Comenzó a dar concierto por toda España. Su carrera no había hecho más que empezar.

Con Carmen Sevilla

Se interpuso el amor

Pero entonces se interpuso el amor, como digo en el ladillo. Tras una pequeña gira por varias ciudades españoles, sería entrevistada para el diario Patria por José Luis, en un lugar al que también acudió como invitado Cupido con sus famosas flechas.

-Yo sabía de su existencia porque lo vi de refilón en un Nodo. Me dije '¡mira que muchacho más apañao!' Así que cuando me pidió la entrevista yo ya sabía que era el periodista que había visto en el Nodo. Después de la entrevista quedamos para tomar un café en la plaza Campillo y después quedamos para otro día. En fin que estuvimos tres años y medio de relaciones y nos casamos en 1963. Ya llevo casi 60 años con este señor -dice con mirada de ternura señalando a su marido-.

Cuando estaba embarazada de su segundo hijo Maribel decidió renunciar a su carrera para dedicarse a su familia. Me cuenta que fue una decisión personal porque no podía dedicarse a los conciertos y criar a sus hijos a la vez.

-Cerré el piano y lo llevé a un guardamuebles. Durante quince años no toqué nada. Es más, mis hijos durante esa época nunca me vieron tocar. Pero no me arrepentía de mi decisión.

Con García Asensio

¿Qué tuvo que pasar para que Maribel volviera a los escenarios tres lustros después? Pues que el director de orquesta granadino Miguel Ángel Gómez Martínez le pidió que fuera a recoger en su nombre un premio que había recibido en Granada y los aplausos que recibió le sacaron de su letargo: se imaginó que esos aplausos iban dirigidos a ella y los echó de menos.

-Mis hijos estaban ya muy crecidos y pensé que podía volver. José Luis me animó y me machaqué para ponerme en forma otra vez. Primero lloré con dos ojos y luego con uno. Era agotador pero necesitaba volver. Lo hice en el año 1981 con la Orquesta de la RTVE, aunque poco después tuve la inmensa dicha de ver cumplida mi ilusión más hermosa: actuar en el Palacio de Carlos V como solista de la Orquesta Nacional de España, con una obra tan nuestra como la que Manuel de Falla titulada Noches en los Jardines de España.

Aquella actuación en el Carlos V le abrió las puertas para actuar en teatros internacionales y emprender la carrera artística que ella siempre había soñado. Acababa de cumplir 41 años. Desde entonces no paró de hacer y deshacer maletas. Sus compromisos y contratos le llevaron por varios países y conocer a los más importantes músicos y cantantes de ópera de la época.

Y a coleccionar anécdotas como cuando en Buenos Aires la gente esperó afuera del Teatro Colón en plena nevada para saludarla después de una actuación. O como cuando fue nombrada ciudadana honoraria de la ciudad mexicana de Santa Fe tras una función allí. O cuando Donald Trump la invitó a desayunar en un hotel de su propiedad en Atlanta City. "¿Quién me iba a decir a mí por entonces que aquel amable empresario se iba a convertir un día lejano en el presidente de Estados Unidos?", comenta con risas cuando recuerda el episodio.

Maribel realizó grabaciones para varias televisiones y radios de todo el mundo y fue solista de las mejores orquestas internacionales. Dictó cursos de interpretación de música española y grabó música contemporánea de autores granadinos así como de Manuel de Falla, Joaquín Turina, Isaac Albéniz y Ernesto Halffter. El Ayuntamiento de Granada le concedió sus dos medallas: la de oro y la de plata por su labor como embajadora ante el mundo de la ciudad de Granada. ¿Qué más podía desear?

Con Gómez Martínez en la Orquesta de RTVE

Un concurso con su nombre

Pero a veces la vida se desencaja de sus certezas por sus tramos más impredecibles y lo que era una comedia en su trayectoria artística se convierte en una inesperada tragedia. Una operación de hernia discal sale mal y se ve físicamente incapacitada para seguir con su carrera.

Maribel Calvín no quiere hablar de ello pero me cuenta que lo pasó realmente mal y que incluso en aquella época de tristeza le atraían las ventanas abiertas. Tuvo que cancelar muchos contratos que tenía firmados y pensar en dedicarse a otra cosa que no fuera sentarse delante de un piano.

-Me salvó mi carácter y mi familia. Al poco tiempo decidí olvidarlo todo y dedicarme a mi casa y a mis hijos. ¡Ah! Y a la cocina. Hago un rabo de toro exquisito -dice para sobreponerse del tramo en el que ha entrado la conversación.

Me cuenta también que estos días anda ilusionada porque le han puesto su nombre a un concurso de nuevos talentos en el que han participado jóvenes con un nivel muy alto.

-Se trata de un programa muy especial con motivo de la Integral de Conciertos de Mozart interpretados por la Orquesta Clásica Granada junto a jóvenes talentos musicales; proyecto liderado por Miguel Sánchez Ruzafa que dará comienzo el 29 de abril en el Palacio de Congresos. Miguel es una persona extraordinaria, un trabajador incansable y un músico extraordinario al que Granada aún no ha compensado su labor por la música.

Con Tomás Marco

Ahora confiesa ser una mujer feliz, repuesta totalmente de los avatares del destino. Comienza el día desayunando con unas buenas amigas, luego de ir a comprar materia prima para disfrutar con la cocina, se da un paseo con su marido y juntos programan la próxima visita de sus dos hijos, cuatro nietos y un biznieto.

-Todos están en Madrid, esa es la pena, pero hablo con mis nietos casi todos los días. Mantengo una relación muy intensa con ellos. Me dicen que podíamos irnos José Luis y yo a vivir a Madrid para estar más cerca, pero yo soy más granadina que Puerta Real y de aquí no me muevo. Mis nietos son maravillosos. ¿Puedes poner sus nombres? De José Miguel y Esther son Rodrigo y Alonso. Y de Anabel y Goyo son María y Goyete. María es la que nos ha hecho bisabuelos. ¡Ah! Y estamos esperando otro biznieto. Si gratificante es ver crecer a los nietos no lo es menos ver crecer a los biznietos.

Entonces yo le digo:

-Maribel, si no has cumplido aún los ochenta puedes llegar a tener tataranietos. ¿Quién sabe?

-Ojalá.

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