Melchor Almagro, una vía de historia
Tanto Melchor Almagro como su hijo tenían méritos para que una calle de Granada recibiera su nombre, pero el antiguo alcalde Gallego Burín decidió dedicársela al progenitorEl político republicano estuvo al frente de uno de los bufetes más prestigiosos de Granada · Gran orador, sus intervenciones en la Cámara eran celebradas incluso por sus enemigos
PADRE e hijo se llamaban igual, ambos letrados acumulaban méritos para tener una calle en la ciudad; pero ésta se la dedicó Gallego Burín al padre. Su sobrino Melchor F. Almagro era amigo de García Lorca.
Pasar a diario por esta calle y no saber quién es Melchor Almagro puede resultar indiferente por ignorancia, pero la curiosidad es algo inevitable y cuando se conoce al personaje el itinerario parece que resulta más interesante.
Ya se le puso este nombre a la actual Plaza de la Trinidad que por poco tiempo se llamó Plaza de Melchor Almagro. Hoy es la que va desde la plaza de Gran Capitán a la Facultad de Ciencias; estudiantes a clase, otros a por libros a Teorema o Capitel, algunos a recuperar en la Dos Motivos; los informáticos al Dynos, muchos al Dani o a Mariscal y, los que pueden, a comer en el Antonio Pérez que tampoco es mala idea.
Hay quien duda de si el Melchor aludido es el Almagro Díaz padre o el Almagro Sanmartín hijo. Porque a ambos le sobraron méritos para tener una calle, pero aquella Granada de Gallego Burín valoraba más al padre.
Melchor Almagro Díaz era nieto del motrileño Melchor Díaz e hijo del ubetense Rafael Almagro; por eso nuestro Melchor también tiene dedicada en Úbeda una preciosa calle. Para situarlo en el tiempo será bueno decir que nació en 1850 y murió de una pulmonía a los 43 años. Desde mozuelo ya tenía una muy activa vida en su doble condición de abogado prestigioso y político republicano vinculado al presidente Castelar. Hasta el punto de que con sólo 23 años fue nombrado secretario General del Ministerio de Estado. No pudo participar en las elecciones a Cortes por no tener la edad exigida. Eran los días de la Revolución del 68, la I República y la posterior Restauración de Alfonso XII.
Don Melchor vivía en la calle del Águila, en una preciosa casa cercana a la de Mariana Pineda. Casado con la bellísima Pilar Sanmartín, tuvo ocho hijos. Su bufete era el más importante de Granada, junto al del otro abogado prestigioso Rodríguez Bolívar.
Coinciden todos en presentarlo como hombre guapo, alto, de cerrada barba negra y, sobre todo, gran orador. Se le conocía como el republicano de guante blanco. Sus intervenciones en la Cámara eran muy celebradas incluso por sus enemigos políticos. La misma reina Isabel II se interesó por conocerlo personalmente. Y en las defensas de sus juicios no tenía enemigo. ¡Cuánto echamos de menos a esos buenos oradores!
Cuentan que en un pleito defendía a 720 colonos de la finca La Laguna del Padul, propiedad del Marqués de Floridablanca, que se presentó con su abogado Rodríguez Bolívar en Plaza Nueva montado en una impresionante berlina. Almagro llegó a pie seguido de los trabajadores y toda la plaza aplaudió el gesto. Ganó el juicio.
Pero su verdadero mérito como demócrata seguidor de Castelar fue el celo que puso en la lucha por las libertades y, como granadino, por defender y mejorar las condiciones de vida de la ciudad.
Era una Granada deprimida con nulo desarrollo industrial; afectada además por los terremotos y la desgraciada epidemia de cólera de 1885; para colmo se desbordó el Darro por Puerta Real en el 87. Y ahí estaba Melchor Almagro como senador por Granada, intentando defender la ciudad sin demasiado éxito. Los políticos granadinos no se ponían de acuerdo y esta canción me suena por repetida.
Otro día contaremos algo de su ilustre hijo, Melchor Almagro Sanmartín, escritor y diplomático de reconocido prestigio, nacido en la calle Párraga en 1883; exiliado a Argentina en el año 36; acosado y perseguido por sus propios compañeros y más por su condición sexual que por otras cosas; muere en Madrid de diabetes y en soledad en 1947. Y ya puestos podríamos citar al tercer Melchor, ilustre periodista e historiador, primo del anterior: Melchor Fernández Almagro, asiduo de la tertulia del Rinconcillo en el Café Alameda y muy amigo de Lorca (es su Melchorito).
Pasar ahora por la calle Melchor Almagro a lo mejor resulta algo diferente. Es lo que tiene conocer nuestras cosas.
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