Rebaja de las tensiones comerciales y mejora de las expectativas
Moreau, el carmen y 200 millones


El que a veces los artistas no tengan descendencia directa, ni hijos que visiten los despachos oficiales, ni perros que le ladren, resulta triste porque nadie reivindica su memoria. Y no sería justo que pasara desapercibido este pintor belga, nacido cerca de Bruselas, en Soignies, en 1902, pero afincado en Granada durante 24 años; ciudad que le nombró Hijo Adoptivo en 1996 y a la que regaló su Carmen de los Geranios en el Albaicín, convertido en Casa Museo desde 1998.
Pronto, en septiembre de 2012, se cumplirá el 20 aniversario de su muerte y tal vez la ciudad lo recuerde con alguna conmemoración. Ya lo advierto, porque el Ayuntamiento recibió de Max Moreau una herencia valorada en 200 millones de pesetas en 1995. Lástima que ya no estén; habría para cubrir las esquinas de Los Cármenes, que parece ser el gran problema de Granada desde que ha subido a Primera División.
Ochenta y seis millones depositados en divisas en el Banco Nacional Suizo y otros 20 que poseían los testadores en una cuenta del Banco marroquí para el Comercio y la Industria de Marraquech, mas otra cuenta de 6 millones en un banco local, mas el Carmen de los Geranios en pleno Albaicín, parte de su obra pictórica y una colección de sellos, enseres, monedas y joyas.
Otros con muchos menos méritos tienen en Granada sus nombres en el callejero, gracias a la lata que dieron sus descendientes en los negociados pertinentes.
Max Moreau parecía estar fuera de su tiempo al ser pintor figurativo, virtuoso del dibujo y del color en un momento de cubismos, expresionismos y abstracciones que dejaba arrinconados a los que imitaban la realidad. Se había formado con su padre, el pintor Henry Moreau, siguiendo los ejemplos de los pintores belgas del Renacimiento y siendo un admirador profundo de Velázquez.
Por eso se convirtió en el retratista oficial de la media y alta sociedad granadina, con unos niveles de venta realmente asombrosos. Tener un retrato de Max Moreau en el salón principal de la casa parecía ya un símbolo externo de riqueza y distinción. Sabemos que desde siempre la Corte, la nobleza, la burguesía y el alto clero han sido los principales clientes.
Murió con 90 años, lo que demuestra que vivir en el Albaicín y frente a la Alhambra no es mala idea, y durante su larguísima vida procuró "no contaminarse con las aberraciones de lo abstracto" como aconsejaba el crítico Bernardino de Pantorba (José López Jiménez).
Este tipo de pintura realista de parecidos casi fotográficos siempre ha tenido bastante aceptación y una enorme clientela, sobre todo si en el retrato se consigue plasmar tanto la fidelidad de los rasgos físicos como los sicológicos; y Max Moreau lo conseguía con enorme habilidad, a pesar de la temblorosa movilidad de sus pinceles en los últimos años de su vida debido a una inoportuna enfermedad. Resultaba curioso y hasta enigmático verlo temblar a la hora de elegir el color en su paleta, pero luego fijar el trazo de manera firme y segura en el lienzo sin el menor titubeo.
Retratista, pintor de paisajes y bodegones, de flores y frutas como lo hicieran Zurbarán o Sánchez Coello; viajero a los pintorescos mercados de Túnez y Marruecos o a los puertos de Marsella y Lisboa. Recoge en sus lienzos a los humildes vendedores callejeros de Marrakech, los pescadores de Nazaré o a los gitanos del Sacromonte. Sus docenas de exposiciones lo hicieron conocido en Bruselas, París, Nueva York, Madrid y en nuestro Centro Artístico.
Quizás sea menos conocido como actor de teatro, músico y poeta. Compuso el ballet El lobo y el cordero, es autor del libro de poemas El boticario lírico y estrenó la tragicomedia Tutus.
Cualquier día es bueno para visitar el Carmen Museo del pintor situado en el Camino de San Nicolás porque, al ser nuestra la casa, la entrada es gratis.
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