Muere el accitano Antonio Rodríguez Gómez, profesor erudito de cariños
Obituario
Alternó sus clases en institutos de Jaén, Loja, Atarfe y Granada con la lectura y la escritura. Su adiós ha sido una última lección de vida.

Antonio Rodríguez Gómez (Guadix, 1955), catedrático de instituto de Lengua Castellana y Literatura, escritor e investigador infatigable de la cultura granadina, ha fallecido en la madrugada de este viernes a la edad de 67 años, víctima de una enfermedad que, a pesar de su dureza, no ha logrado borrarle la sonrisa.
Alternó sus clases en institutos de Jaén, Loja, Atarfe y Granada con la lectura y la escritura, participando en las ediciones críticas de Artículos de Larra (Aramburu ed.), No soy un libro de José María Merino (Ed. Siruela) y El niño de la bola, de Pedro Antonio de Alarcón (Publicaciones Comala). Ha escrito numerosos artículos de literatura en la prensa local y en Padeaya, su blog de literatura.
Su novela El último hayib de la Alhambra (Ed. Port Royal), es una ficción histórica rigurosamente documentada sobre la figura de Ibn Al Jatib. Antoñín, como era conocido Rodríguez por amigos y familiares, se sentía muy ligado a este personaje lojeño del siglo XIII, habiendo visitado su tumba en Fes (Marruecos) en varias ocasiones.
También ha contribuido a aportar luz sobre otro granadino ilustre, Pedro Antonio de Alarcón, novelando su vida en Pedro Antonio de Alarcón y su época (Alhulia, crisálida narrativa), obra que podemos considerar la biografía definitiva sobre el célebre autor del Sombrero de tres picos y que es a la vez un fresco de la sociedad granadina de las décadas centrales del siglo XIX, fundamental para conocer a la generación de la Cuerda Granadina.
Antonio Rodríguez pasó varios meses leyendo toda la correspondencia íntima de Pedro Antonio de Alarcón en la biblioteca del Museo Lázaro Galdiano de Madrid antes de redactar esta obra que no ha tenido tiempo de presentar. Era un gran aficionado a la música y a caminar, sobre todo por los Caminos De Santiago y las veredas de Bejarín, lugar cercano a su Guadix natal a donde acudía con asiduidad junto a Estela, sus hijos, nietos y su perro Fray.
Le gustaba especialmente esta cita de Pedro Antonio: “¡Somos felices! Nuestra ambición de adolescente está colmada. Podemos divertirnos mucho esta noche. Hemos tomado la tierra.” Su adiós ha sido ejemplar, la última lección de este profesor erudito de cariños que deja entre alumnos, compañeros, amigos y familia una mueca cómplice de ternura.
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