Orce: el hombre contra la hiena
Los restos de un elefante hembra extraídos en 2003 han permitido a un grupo de paleontólogos descubrir la evidencia más antigua de competencia directa entre las dos especies para aprovechar un cadáver
Un grupo de paleontólogos ha descubierto en el yacimiento de Orce la evidencia más antigua conocida hasta el momento de competencia directa por aprovechar un cadáver de megaherbívoro entre los dos grandes carroñeros de los inicios del Pleistoceno en Eurasia: el hombre y la hiena gigante caricorta. El hallazgo acaba de ser publicado en la revista Quaternary International y tiene en su origen una campaña de excavaciones en 2001 en la zona del yacimiento conocida como Fuente Nueva-3 en la que se produjo un hallazgo considerado espectacular por los expertos y que potencia el valor patrimonial del lugar.
Es un esqueleto parcial de elefante hembra al que le faltan las extremidades y el cráneo, pero que conserva el esqueleto axial, con la pelvis y la columna vertebral completas, algunas costillas, una escápula y la mandíbula ligeramente desplazada, según ha informado la Universidad de Málaga. Según la investigación liderada por la doctora de la universidad malagueña Patrocinio Espigares, lo más interesante del esqueleto, cuya extracción finalizó en 2003, es que está rodeado por 34 excrementos fosilizados (coprolitos) de hiena, junto a 17 lascas de sílex.
Este hallazgo sugiere a los expertos que el cadáver de elefante pudo servir de alimento a los dos grandes consumidores de carroña durante el Pleistoceno inferior, la hiena gigante y nuestros remotos antepasados, lo que permite explicar aspectos relativos a su comportamiento, que normalmente no se permiten en el registro fósil.
Los homínidos, que entonces no usaban de manera sistemática el fuego, carecían de capacidad digestiva para comer carne en putrefacción como hacen las hienas, y se centrarían en carne fresca como los músculos de las extremidades, en cuyos huesos largos se acumulan grandes cantidades de médula, de alto rendimiento calórico, al igual que en el cráneo, donde está el cerebro. Por ello, consideran los investigadores que aprovechaban la ventaja de llegar los primeros al cadáver, desmembrarlo y transportar sus extremidades y cráneo, para dejar a las hienas el resto del cadáver.
Las hienas debieron ingerir grandes cantidades de carne y vísceras, pues los excrementos fosilizados que rodean al cadáver son de color oscuro.
Además, esos excrementos se sitúan mayoritariamente donde debían estar los huesos de extremidades, lo que indica -a juicio de los expertos- que fueron depositados allí después del desmembramiento y transporte por nuestros antepasados.
En Fuente Nueva-3, yacimiento con una cronología de 1,3 millones de años, se recuperó una ingente asociación de industrias líticas que, junto a las localizadas en Barranco León, representan las herramientas más antiguas de la Península Ibérica y se considera evidencia de la presencia humana más antigua de Europa.
Estas industrias, toscamente talladas, las usaban los antepasados en funciones como aprovisionarse de carne y obtener médula ósea a partir de cadáveres de grandes herbívoros que carroñeaban.
Las lascas de sílex aparecen asociadas a numerosos restos esqueléticos de grandes mamíferos como caballos similares a cebras modernas, búfalos y ciervos gigantes, en cuyos huesos fósiles se encuentran marcas de descarnación, así como roturas por percusión para acceder a su tuétano.
El hallazgo, según los expertos, puede ser la punta del iceberg de lo que atesora este yacimiento y los demás de la región de Orce para conocer el género de vida de los primeros habitantes del continente europeo.
El grupo de trabajo lo lidera Espigares, profesora asociada de Edafología de la Universidad de Málaga, en colaboración con investigadores como el doctor Bienvenido Martínez-Navarro, profesor del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social de la Universitat Rovira y Virgili de Tarragona y el doctor Paul Palmqvist Barrena, catedrático malagueño de Paleontología.
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