Paseo otoñal por el refranero de la ausencia
Los refranes populares acumulan en pocas palabras toda la sabiduría sobre el tiempo que hace cada mes y su efecto en la tierra
"Enero friolero, febrero ventolero, marzo airado, abril variado, mayo hermoso, junio fogoso, julio claro, agosto raro, septiembre extravagante, octubre abundante, noviembre llevadero y diciembre nevadero". De niña me resultaba irritante, como hoy en día a la mayoría de los jóvenes, oír de mis mayores retahílas de sentencias y refranes como los de esta cabecera. ¡Qué ignorante era de niña! No lograba ver la sabiduría encerrada en cada una de las advertencias o consejos de esos refranes, y cual quijote les reprochaba a mis abuelos que ensartar refranes a troche y moche hacía su conversación pesada. ¿Pesada? ¡Claro! Llevaba el peso de las costumbres, de la historia y de la riqueza cultural de mi tierra, de nuestra tierra, y sí, también de ciencia de nuestra Tierra.
Aprovechemos el reciente paso por el equinoccio que cerró el verano y abrió la puerta al otoño para dar un paseo por el refranero cogidos de una mano de la ciencia. Equi- significa igual y noccio, noche, por lo que la sabiduría popular dice que llegado el 21 de septiembre o "San Mateo, tanto veo como no veo". Este año hemos entrado en el otoño el día 23 a las 10:21, instante en que la Tierra pasa por una determinada posición de su órbita alrededor del Sol. La clave está en el momento en que el Sol alcanza uno de los puntos en los que la eclíptica (camino aparente que el Sol dibuja en el cielo a lo largo de todo un año) corta al ecuador celeste, pasando nuestra estrella del hemisferio norte del cielo al hemisferio sur celeste. Cuando la noche dura lo mismo que el día en todos los puntos de la Tierra, se oía decir: "En septiembre, las gallinas vende. Por navidad, vuélvelas a comprar". Lógico consejo, ya que conforme los días se acortan, las gallinas van poniendo menos huevos; habrá que esperar a diciembre, cuando los días vuelvan a crecer, para repoblar el gallinero. Como bien sabemos son dos los equinoccios: "Marzo y septiembre son como hermanos: uno dice adiós al invierno y otro al verano". Hermanos sí, pero bien distintos. Uno de los anuncios del otoño es que las tardes son cada vez más cortas ("Cuando a las seis veas oscurecer, el otoño seguro es"); ahora bien, la luz ayuda a nuestro cerebro a producir la sustancia que nos mantiene activos, la serotonina. Por eso, en otoño al producir menos serotonina podemos tener la sensación de añoranza, mientras que en primavera con tardes más largas, nuestra sangre se altera.
Si por otra parte nos centramos en los rasgos climáticos de esta recién estrenada estación, o "otoñada segura, San Francisco la inaugura", veremos que el refranero está lleno de sentencias que la definen perfectamente, aunque bien es cierto, con algunas contradicciones. A modo de ejemplo, comparemos "en octubre, agua del diez al veinte, para todo es conveniente" con "agua de octubre, las mejores frutas pudre". Es evidente el carácter lluvioso del mes y el agua es siempre conveniente para el campo, hasta el día treinta y uno de octubre incluido, siempre que no lo haga de forma torrencial o en exceso, pues entonces la fruta de los árboles se pudre. Además, "cuando octubre truena, viento lleva" porque "el cordonazo de San Francisco se hace notar, tanto en tierra como en el mar". En otoño hablamos coloquialmente de gotas frías asociándolas a cualquier situación meteorológica que lleve o pueda llevar lluvias intensas, efectos desastrosos, preferentemente en la zona mediterránea. Esta idea es sinónimo de la presencia de aire muy frío en niveles medios y esto, unido al aire cálido de Mediterráneo en la época otoñal bastaría para explicar los acontecimientos de fuerte inestabilidad y de carácter tormentoso. Y en algunas ocasiones catastrófico: "octubre es un mes de historias que dejó malas memorias". De cualquier forma "en otoño, la mano al moño" porque comienzan a llegar las borrascas del Atlántico y, con ellas, los vientos más intensos que estropean el mejor de los peinados.
Si nos damos un paseo, a ser posible camino de la Fuente del Avellano, miraremos embelesados los impresionantes colores otoñales de nuestros castaños, granados, robles, etc. El cambio de horas de luz en el otoño también invita a árboles y plantas a prepararse para el invierno ya que "en octubre de hoja el campo se cubre". A la pérdida de radiación solar se unen los suelos helados por lo que se dificulta la captación de agua y nutrientes por parte de las raíces. En estas condiciones, la productividad de las hojas disminuye. Cuando mantener el follaje cuesta más de lo que produce, la estrategia más rentable para el árbol es perder las hojas y llegar a un estado de baja actividad o reposo, retirando el suministro de savia y clorofila a las hojas, que abandonadas a su suerte caen por el viento y la lluvia. Proceso lento que suele terminar a finales de noviembre: "antes de Santa Flora, ya no tiene hoja la mora". Mi abuela, de nombre Flora, celebraba su onomástica el 24 de noviembre. Numerosas labores del campo vienen marcadas por el calendario. Así "en octubre podarás, más la encina dejarás" ya que el frío facilita la cicatrización de las heridas de la poda; sin el bombeo de savia y sin insectos es más difícil que la planta o el árbol podados sufran enfermedades. Por cierto, la encina no tiene poda. Al placer de las bajadas de las temperaturas, a los beneficios de la lluvia y a la belleza del paisaje otoñal hemos de sumarle la mengua de las molestas moscas veraniegas, aletargadas totalmente si la temperatura se aproxima a los 7ºC allá por finales de octubre, como el 28, "por San Simón, cada mosca vale un doblón". Ya sin moscas conviene ir pensando en las matanzas para la mejor conservación de la carne y "a todo cerdo le llega su San Martín" el día 11 de noviembre con tiempo frío. Esperamos a noviembre, "dichoso mes, que entra con todos los Santos y sale con San Andrés", un mes trascendental, y por tanto dichoso, para la agricultura, con la recolección de la aceituna y la siembra del cereal. Y mes también de tránsito entre el otoño templado y el cercano invierno que "por los Santos, trae la nieve en los altos y por San Andrés, la nieve a los pies". Y seguiremos en diciembre paseando acercándonos al solsticio de invierno.
Gracias por acompañarme en este paseo que también ha sido un pequeño homenaje a mis mayores y a su gran sabiduría. ¡Cómo disfrutaría y aprendería ahora de sus retahílas si siguieran conmigo!
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