1949. El año en el que Pepita ‘La Caraesponja’ ganó en las ‘Pasaeras’ de San Pedro
Granada año a año
En febrero se aprobó el Plan General de Ordenación urbana y en mayo reventó la acequia gorda y murió de un ataque cerebral el profesor Hermenegildo Lanz
En 1949 Andrés Sopeña, el autor de El florido pensil, tenía un año. Le había salido un diente de leche y había empezado a andar. Para evitar que al caer se hiciera aporreaduras, su madre le había puesto una chichonera. Andrés era un desastre y se daba unos calamonazos que se quedaba ennoclao. De ahí que le pusieran una de esas chichoneras que eran muy utilizadas en los primeros pasos de los bebés y que consistían básicamente en un rollo grueso de tela suave alrededor de la cabeza del pequeño que podría abrocharse con una correa debajo de la barbilla. Aunque seguramente la de Andrés había sido fabricada en Lanjarón, pues por aquellos entonces los artesanos del mimbre exportaban estos artilugios (convenientemente acolchados por dentro) a toda España. En caso de que el porrazo te pillara sin chichonera, las madres tenían a mano el remedio de ponerte un pañuelo apretado con una perra gorda para evitar que el chichón fuera a más y que te doliera la cabeza. Con el pañuelo en la frente los niños de entonces parecíamos delanteros centros a punto de rematar un córner.
Pero para dolores de cabeza los que le costó al alcalde Gallego Burín llevar a cabo su Plan General de Ordenación Urbana en 1949, año en que comenzó a cambiar seriamente el urbanismo de la ciudad. “El valor universal de Granada reside en mantener su carácter, la unidad de su paisaje y el perfil de su pasado, pero sin intentar convertirla en una ciudad arqueológica. Nuestra norma ha sido conservar la ciudad antigua con el máximo respeto y construir la nueva con la máxima libertad, respondiendo a las exigencias de nuestra época y de modo que pueda hablar de un idioma por todos entendido”. Con estas palabas el alcalde Antonio Gallego Burín defendía el citado Plan, que iba a ser aprobado, como no podía ser menos, por el Pleno del Ayuntamiento en febrero de ese año. Este proyecto preveía la división de la ciudad en varias zonas, cada una de las cuales tendría sus propias ordenanzas que iban a regular las edificaciones que se iban a construir. También el plan concedía mucha importancia a los accesos a la ciudad y a los núcleos considerados turísticos como el Albaicín y la Alhambra. Pero el Plan de Gallego Burín también tendría sus detractores, impugnándose en muchos extremos, tanto en función de la repercusión sobre los propios habitantes como en lo tocante a la regulación de un régimen local. La historiadora Cristina Viñes tiene escrito que los aspectos más duramente atacados por los intelectuales, escritores y tertulianos sería el caso concreto de la prolongación de la Gran Vía y su plaza (hoy Isabel la Católica), cuya realización suponía el derribo de edificios como el de Correos o el del Banco de Bilbao. “El Plan saldría aprobado contra viento y marea, aunque luego en la realidad algunos de aquellos polémicos aspectos no se llevaran a cabo”, dice Viñes.
Sí se realizaron obras de menor envergadura, pero no de menos importancia: la urbanización y embellecimiento de la zona de la catedral y la Alcaicería, los trabajos en el Realejo y la construcción de las nuevas barriadas que fueron surgiendo en torno al casco urbano: la Virgen de las Angustias, Cercado Bajo de Cartuja, Zaidín, Haza Grande… Para bien o para mal, Granada empezaba a parecerse más a lo que es hoy.
El reventón de la acequia gorda
El 25 de mayo reventó la acequia gorda a su paso por el Paseo de la Bomba. El caudal de agua llegó a superar el metro de altura y arrastró todo lo que encontraba a su paso. Desde donde se produjo la rotura, a unos diez metros de la fábrica de alpargatas, el agua anegó varias casas de la Carretera de la Sierra, así como los talleres y oficinas del tranvía. La inundación arrasó por completo los sembrados en un radio de cerca de 100 metros cuadrados.
Para quitarse el susto, no había más remedio que pasarse por la taberna más cercana, donde era casi prohibitivo en aquellos años tomarse una cerveza. La libertad de precios establecida para esta bebida con objeto de que no desapareciera por completo de los establecimientos del ramo, tuvo un reflejo inmediato: la subida del producto. En Granada se bebía ya de la marca Alhambra, como no podía ser de otra manera, entre otras cosas porque no había muchas más. La caña llegaba a costar hasta 1,5 pesetas, lo que resultaban un poco gravoso para el obrero que podía ganar 28 pesetas a la semana. Por poner una comparación, en la calle San Antón esquina con Puente de Castañeda se abrió en 1949 un restaurante (creo que se llamaba Casa Salvador), que ofrecía a los trabajadores y empleados modestos un menú compuesto por dos platos, postre y plan por dos pesetas. Para mitigar el ansia de beber cerveza y no verse perjudicado el bolsillo, los taberneros se inventaron la ‘chicuelina’, que además de ser una suerte del toreo inventada por Chicuelo, fue un vaso de cerveza más pequeño que la caña y que costaba 80 céntimos. Los granadinos luchaban por entrar en una etapa libre de carencias. Era difícil aún, pero mientras llegaba el ansiado futuro, tenían sus horas de asueto y sus fiestas.
Ese año, Pepita la ‘Caraesponja’, chica de vida alegre, gana el concurso de las ‘Pasaeras de San Pedro’, una costumbre ya perdida que hacía reír mucho a los granadinos. Se trataba de una prueba que consistía en pasar el río Darro a través de unas piedras que se ponía en el cauce y que estaban untadas con jabón y sebo para que fuera más difícil la travesía. Las chicas que participaban se pegaban unos buenos remojones al caer al agua, lo que provocaba las risas y la diversión de los que presenciaban el espectáculo desde el pretil del río. El público masculino se lo pasaba en grande viendo a las chicas empapadas, cuyos encantos se marcaban debajo de la ropa mojada. Era un concurso muy reñido porque el premio consistía en unas medias de cristal y 500 pesetas, lo que ayudaba a aliviar la maltrecha economía de las participantes, casi todas empleadas del Rey Chico o con tajo laboral cerca de lo que era La Manigua.
La visita de la Virgen de Fátima
En aquellos tiempos la religiosidad de los granadinos era de las que de tener en cuenta. Ese año recaló en Granada una copia exacta de la Virgen de Fátima y los habitantes de la ciudad de la Alhambra se lanzaron en tromba para verla y pedirle el consiguiente milagro. La imagen iba camino de Berja pero estuvo varios días en Granada recorriendo barrios e iglesias. En el Paseo de la Bomba se celebró una misa con la copia virginal presente a la que asistieron unas 60.000 personas y casi un millar de enfermos desahuciados por la Medicina. Gabriel Pozo dice en uno de sus reportajes que al menos una decena de ellos “experimentaron curaciones aparentemente milagrosas, lo que obligó a la Real Academia de Medicina se reuniera con urgencia para elaborar un dictamen para el Arzobispado”. Nunca se supo el resultado, pero gracias a la visita se construyó la basílica de Fátima en Lancha de Cenes.
El obispo nuevo, Balbino Santos-Oliveras, muy devoto de la Virgen de Fátima, promovió los actos de recibimiento de 103 misioneros que llegaron a Granada para hablar de sus experiencias cristianizadoras en África y otras partes del mundo. Los misioneros llegaron el 18 de octubre y se organizó una misa multitudinaria en el Embovedado (preparado para tal fin en Puerta Real, con San Cecilio y la Virgen de las Angustias en el decorado del altar). Para que los fieles pudieran oír la misa se puso altavoces en las plazas del Campillo y Mariana Pineda.
El Ayuntamiento de Granada le había encargado al escultor Prados López una imagen de la reina Isabel la Católica para culminar el edificio que lleva el nombre de la soberana en pleno centro de Granada. El escultor terminó el encargo en 1949. Hay que mirar muy para arriba para contemplar esta escultura que tiene casi tres metros de altura y que fue fotografiada por Torres Molina antes de que subiera a los cielos de Granada.
Este año nos visitaron el príncipe Muley Hassan de Marruecos (que luego reinaría con el nombre de Hassan II) y el rey de Jordania Abadallah I. Rechazado por Europa, Franco quería que los árabes fueran de alguna manera sus aliados y da órdenes para que los ilustres visitantes sean bien acogidos en la capital de la Alhambra. El 6 de septiembre vino el príncipe marroquí. Comió con el alcalde Gallego Burín y el gobernador provisional Vicente Hita, según tiene recogido José Luis Entrala. Presenció la zambra de Manolo Amaya, visitó la Alhambra y el Generalife y hasta estuvo en la Capilla Real. Muchos más espectacular fue la visita del rey jordano. Vino el 10 de septiembre y la ciudad se engalanó para recibirlo. El monarca hachemita fue paseado por toda la ciudad en un coche descapotable en el que iban el alcalde y el arabista Emilio García Gómez. Esa misma tarde acudió al coso taurino para ver una corrida de toros, espectáculo que no había visto en su vida. Y por la noche cena de gala en el Palacio de Carlos V. Aunque la visita más recordada ese año fue la de Miss América 1949, una tal Bebe Shopp, que se puso a gritar de miedo cuando acudió a una corrida y el novilleo granadino Hormiguita sufrió un aparatoso revolcón. Tenía la chica 18 años y no hubo granadino que la viera que no pensara en otro tipo de revolcón. Cuenta Entrala en su libro de anécdotas que la miss se tomó una manzanilla en el Sevilla (a pesar de ser abstemia) y que por la noche se hizo unas fotos con María la Canastera. Luego la chica americana dijo en la prensa que lo que más recordaba de su visita a España había sido su estancia en Granada. Con un par de ovarios.
En 1949 nació la Peña de La Platería, la decana de las peñas flamencas en todo el mundo. Se llama así porque las primeras reuniones de la peña se hicieron en el taller de platería que tenía Manuel Salamanca Jiménez en la calle San Matías. Fue Manuel Martín Liñán (conocido por ‘Manolico el de los pollos’ por el negocio de pollos asados que tenía en las Bodegas Granadinas) el gran mecenas del flamenco y el que permitió que la sede esté hoy en el carmen albaicinero. Por allí han pasado prácticamente todas las figuras del cante flamenco, por aquellos años casi proscrito porque se alineaba con gente pendenciera y de dudosa reputación. Hoy, gracias a Dios, este cante está donde se merece estar. Y la Peña de la Platería, como la Puerta de Alcalá, ahí está, viendo pasar el tiempo.
Los que nacen y los que mueren
En 1949 llegaron al mundo en la ciudad de la Alhambra José Enrique Moratalla Molina, que fuera alcalde de Granada entre 1999 y 2003; el tenista Manuel Orantes, que tuvo importantes éxitos deportivos en los años 70 y 80; el director de orquesta y compositor Miguel Ángel Gómez Martínez, autor de la Sinfonía del Descubrimiento; los pintores Manuel Ruiz y Eduardo Fresneda y el torero José Julio Granada. Y en 1949 dejaron este mundo Fernando de los Ríos y Hermenegildo Lanz. El primero fue profesor en la Universidad de Granada y ministro de Instrucción Pública durante la República. El segundo fue un profesor de dibujo, además de pintor, grabador, creador de títeres, escenógrafo, diseñador y fotógrafo. Ambos fueron amigos de García Lorca y víctimas de la represión que impusieron los vencedores de la contienda civil. Fernando de los Ríos, murió en el exilio en Nueva York el 31 de mayo, once días después de que su amigo Hermenegildo Lanz cayera desplomado en plena calle víctima de un ataque cerebral.
También muere en 1949 en Venecia Mariano Fortuny y Madrazo, que había nacido en la popular Fonda de los Siete Suelos que existía junto a la Alhambra. El que sería un famoso pintor y diseñador textil dejó Granada al morir su padre. Tenía solo tres años cuando la familia se trasladó a París y después a Venecia. Nunca volvió a Granada.
En el plano cultural se estrena el inolvidable Teatro Cervantes la tragedia histórica en verso Muza o La rendición de Granada. Había sido escrita por el periodista Gonzalo de la Torre. También este año viene a Granada el investigador Claude Couffon, el primero que tuvo el valor y la osadía de viajar a España para preguntar qué había sucedido con Federico García Lorca. En sus textos dejaría escrito: “Cuando llegué a Granada nadie quería hablar de lo que había pasado con el poeta. Era peligroso hacer preguntas y era imposible entrar en Víznar”. Pocos meses después llega Gerald Brenan también con la intención de buscar la tumba del poeta y saber algo más sobre su asesinato. El resultado fue el mismo: silencio por todas partes.
También ese año los periódicos trajeron la noticia del desmantelamiento de la red de fugas de CNT en un asalto a su piso franco en la calle La Paz, con la muerte de seis guerrilleros que estaban preparando su huida a Marruecos. Tres murieron en el tiroteo con las fuerzas del orden y otros tres apresados y ejecutados después sin juicio previo. Este desmantelamiento de aquellos que preparaban las fugas de sus compañeros a otros países, fue el paso previo a la desaparición total del maquis. La lucha contra estos guerrilleros era a muerte, sobre todo después de que el 28 de julio de ese año un grupo de maquis intentara matar a Franco cuando fue a inaugurar la central térmica de Ponferrada. Sus disparos llegaron a tocar el vehículo, pero no lo suficiente como para lograr su objetivo: cambiar la historia de España.
En el aspecto deportivo, fue una buena temporada del Granada C.F., en la que le faltó poco para subir. El equipo quedó tercer empatado a puntos con el Málaga y el Real Sociedad, que sí subieron gracias a su mejor gol average. La Federación Andalucía de Fútbol le concedió ese año la Medalla al Mérito Deportivo al defensa Millán. Y así nos metemos ya en el nuevo año.
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