Rafael Guillén, en estado transparente

pasado con presente incluido

El poeta granadino tiene en su haber el Premio Nacional de Literatura y el Premio Internacional García Lorca

Dice que ahora apenas escribe, sólo algunos poemas para que se publiquen cuando él ya no esté en este mundo: "Viste mucho tener un libro póstumo"

Rafael Guillén, durante el encuentro en su piso de la calle Poeta Manuel de Góngora / Reportaje Gráfico: Á. C. Y Archivo.
Andrés Cárdenas

28 de octubre 2018 - 02:35

He ido ver a Rafael Guillén una tarde en la que el sol otoñal entra a chorros por el ventanal de su estudio. Dentro, parecemos sombras chinescas por no sé qué paredes blancas. Fuera, el soportal se despierta del sopor de la siesta, la tarde se pone ropa de paseo y, por los cristales, vemos correr a un niño persiguiendo un globo imposible. Aún no es invierno y ya caen ateridas algunas hojas de los árboles plantados en el asfalto.

Al lado de Rafael Guillén uno no tiene más remedio que sentirse poeta y acaso recordar algunos de sus poemas. Allí, a contraluz, Rafael tiene una figura seductora de abuelo al que todos queremos llegar, un abuelo al que aún le gusta la vida, que dedica poemas a sus nietos y encima sale en los libros de texto porque un día le dieron el Premio Nacional de Literatura por su libro Los estados transparentes y otro el Premio Internacional Federico García Lorca por su trayectoria poética. Es el viejo poeta un hombre al que uno se siente próximo y que combina extraordinariamente bien su refrescante y genuina socarronería con una abrumadora serenidad. Es con esa serenidad con la que vive sus últimos años en esta vida, con sus repentinos y lógicos lapsus de memoria ("¿Cómo se llamaba este…? Bueno, ya me acordaré"), con sus referencias abundantes a muertos próximos y queridos ("es que se me están muriendo todos") y su posición ante la señora de la guadaña. "¿La muerte? Bueno… ¿quieres creer que siento una gran curiosidad? Como nadie ha dicho cómo es, yo tengo ciertas ganas de saberlo. No lo que conduce a ella, que eso ya lo sé, sino el final del todo". El poeta tiene la mirada chinesca y una risa fácil y mayormente provocadora, una risa socarrona que se acentúa con el sarcasmo al que a veces echa mano y del que rara vez se desentiende. Goza de un voluble repertorio de encantos. Después de todos sus premios y honores que ha recibido a lo largo de su existencia, considera que ha cumplido como poeta y se siente satisfecho con su vida. Y no es para menos. En 2010 se editaron en tres volúmenes sus Obras Completas. En conjunto es autor de una veintena de libros de poesía, cultiva también la prosa y el ensayo y ha recopilado su trabajo en numerosas antologías, la última de ellas aparecida en 2017. Sus poemas y artículos han sido traducidos a otros idiomas y autores de diversos estilos han puesto música a sus versos. Un fenómeno, vaya.

"Llegado ya a cierta edad me da la sensación de que cuando escribo estoy perdiendo el tiempo, de que este tiempo que invierto en reflejar lo vivido, podría utilizarlo en vivir más. Llega un momento en la vida en que lo más importante es respirar", dice en su libro 'Tiempo de vino y poesía'. Por eso ya apenas escribe y los pocos poemas que permanecen inéditos en su ordenador, quieren que sean para un libro que se edite cuando él no esté ya en este mundo. "Tenía unos poemas escritos para un libro póstumo y hace poco vino a mi casa mi amigo Jenaro Talens y se los llevó para publicarlos en Visor. Se jodió el invento. Así que ahora tengo que escribir otros poemas. Viste mucho tener un libro póstumo, ¿no crees?".

LA CUEVA DEL OSO

Cuando llamo a su piso de la calle Poeta Manuel de Góngora, donde lleva viviendo 18 años tras mudarse del Albaicín ("he cambiado la vista de la Alhambra por la vista de Sierra Nevada"), me abre la puerta Nina, la mujer con la que Rafael Guillén se casó hace casi sesenta años y con la que ha tenido cuatro hijos. "Pasa, te está esperando en la osera", me dice Nina. La pretendida osera es el despacho en el que trabaja el poeta y el pretendido oso está sentado delante del ordenador mirando la página web que le ha hecho su hija Marina. "Antes que nada mira está página. Es magnífica. Aquí está toda mi vida y te puede ahorrar mucho el trabajo", me dice. Después me explica que ha pasado muy mala noche con una muela que le ha estado dando la lata. La osera tiene las paredes llenas de libros y las estanterías llenas de premios y galardones que ha recibido el poeta durante toda su vida. Hay quien ordena su biblioteca por autores o por géneros literarios, él la tiene ordenada por los que se refieren a Granada, por libros en los que él ha participado y por libros firmados por sus autores. Además, aún quedan huecos para su archivo personal, con decenas de cedés en los que hay digitalizada los manuscritos de sus obras y su correspondencia con cientos de escritores y personalidades con las que se ha carteado.

-Todo esto se lo he donado a la Biblioteca de Andalucía, que se ha hecho cargo de la digitalización y custodia. Se puso en contacto conmigo la Fundación Miguel Delibes de Valladolid porque estaba interesada por mi legado, pero mis hijos dijeron que esto se queda en Granada. Así que aquí está, permanecerá en este piso hasta que Nina y yo nos muramos. Si se llevan antes los libros tendré la sensación de que la vivienda está vacía.

Granada era todavía una fotografía romántica de Jean Laurent, con las traseras del Zacatín aún visibles y a punto de concluir el embovedado definitivo del Darro, cuando Rafael Guillén vino al mundo en la calle San Juan de Dios, en el año 1933.

-Los primeros recuerdos que tengo son los que me veo en brazos de mi madre y liado en una manta que me llevaba a la sacristía de la Iglesia de San Juan de Dios porque estaban bombardeando Granada. Decían que allí, en la sacristía, estábamos salvados. No tenía ni tres años cuando murió mi padre y mi madre se fue a vivir, con mi hermano Jorge y conmigo, a casa de mi abuelo en la Zubia. Luego pasamos algunos años en Salobreña, donde vivía mi tío Trinidad, el hermano de mi madre. Como mi padre se había dedicado a lo que antes se llamaba los coloniales o ultramarinos, mi madre se hizo representante para sacar a su familia adelante. Cuando llegó el estraperlo ella se negó a trabajar en ese sector porque era muy religiosa y eso era ilegal, así que se hizo representante de aquellos juguetes recortables que se ponían en una tabla y se tiraba de ellos con una guita. Yo creo que mi madre fue una de las primeras mujeres que se puso a trabajar en Granada.

En el año 1943 su hermano Jorge y él ingresaron, gracias a una beca, en el seminario de San Cecilio de Granada, dirigido entonces por los jesuitas, donde el futuro poeta cursaría estudios elementales y humanidades, mientras que su hermano continuó con la carrera eclesiástica. En 1948 comenzó a asistir a clase como libre oyente en el Instituto Padre Suárez de Granada, a la vez que ayudaba a su familia con diversos empleos. En 1950 entró en la Escuela de Comercio y en 1951 ingresó en el Banco Hispano-Americano, donde continuó trabajando durante más de cuatro décadas, hasta su excedencia en 1993.

TODO LO BELLO ES TRISTE

En aquellos años de postguerra, Rafael Guillén, que había sobrevivido al racionamiento y al piojo verde, al hambre y al estraperlo, comenzó a alimentarse el alma con la poesía. Tenía veinte años cuando comenzó a participar en las reuniones poéticas de la Granada de los cincuenta. Funda con José G. Ladrón de Guevara, Elena Martín Vivaldi, Julio Alfredo Egea, José Carlos Gallardo, Miguel Ruiz del Castillo y otros poetas, el grupo 'Versos al aire libre', movimiento local renovador de la poesía. Desde el asesinato de García Lorca nadie quería hablar de poesía en Granada y estos jóvenes decidieron que ya estaba de más el silencio de los versos. Aquella época da para mucha literatura y algunas deliciosas anécdotas, como la del policía secreta que asistía a sus reuniones y que no me resisto a que Rafael me la cuente otra vez.

- Estábamos en la época de la dictadura pura y dura y un día nos dimos cuenta que a las reuniones asistía regularmente un tipo que se ponía en una esquina, que escuchaba todo y no decía nada. Al poco tiempo supimos que era policía secreta que enviaba en Gobierno Civil para vigilarnos. Hacer versos en aquellos tiempos era ser sospechoso de algo. De tanto ver a aquel tipo hasta congeniamos con él. Pasó el tiempo y un año a mí y a Pepe Guevara nos nombraron miembros de un jurado de un concurso de poesía. Cuando le dimos el premio a uno de los participantes, tanto a Pepe como a mí nos sonaba el nombre. ¡Era el policía secreta que asistía a nuestras reuniones! ¡Se había hecho poeta! Jajajaja.

En 1957 Funda con José G. Ladrón de Guevara la colección de poesía Veleta al Sur, donde ambos editarán hasta el año 1966 algunas de sus obras, junto a las de otros poetas, andaluces principalmente. De aquella época Rafael ha contado alguna vez las penurias que a veces pasaban para publicar los libros.

-La imprenta era un cuchitril de tres metros de ancho por seis de largo, sin otra ventilación que el ventanuco que daba a una taberna por el que nos pasaban las bebidas cuando nos quedábamos a editar los libros. Era de los Guevara, unos primos de Pepe y tenía los recursos muy limitados. Un día uno de los Guevara me llamó para decirme que estaba componiendo un libro que le habíamos encargado y que no podía terminar las dos últimas páginas porque se le habían acabado las 'emes'. Tuve que llamar al autor del libro y pedirle que cambiara las palabras que llevaran 'eme' por otras. Menos mal que era un amigo y no se cabreó porque lo entendió.

Rafael publicó su primer libro de poemas, Antes de la esperanza, en 1956. Con él arrancó una trayectoria que cuenta ya más de seis décadas y con casi una treintena de libros entre prosa y poesía. "Tengo mucha biografía porque soy muy viejo", dice para quitarse mérito. Su actividad literaria la ha compartido con su pasión por viajar. A raíz de su excedencia en el banco, comenzó a ir de un sitio a otro y no hay continente que no haya visitado más de una vez. En Marruecos ha hecho escuela y los países asiáticos, que ha visitado casi todos, le han servido para entender que hay culturas que se merecen una mirada distinta. Rafael es uno de los fundadores, junto con Paco Izquierdo, de la Academia de Buenas Letras de Granada. Entre sus numerosas distinciones están la Medalla de Oro de la Ciudad de Granada, la Medalla de Oro de la Provincia de Granada, la Medalla de Honor de la Academia de Bellas Artes de Granada y la Medalla de Honor de la Fundación Rodríguez-Acosta, entre otras. Para citar sus obras y sus reconocimientos harían falta otras dos páginas de éste periódico. Además, para eso está la Wikipedia.

-La poesía se ha quedado atrás, no avanza en esta época en que hay tantos adelantos y están las nuevas tecnologías. Por supuesto que hay que seguir haciendo poesía, pero tal vez de otra manera.

La tarde siempre se hace corta con Rafael. Todo lo bello es triste mientras exista el tiempo, que dice él. Antes de despedirnos le preguntó que temática tienen los versos inéditos que guarda en el ordenador y que le servirán para su deseado libro póstumo.

-Son de temática amorosa. Tú sabes que el tiempo es circular y después de haber tratado algunos temas a lo largo de mi vida, vuelvo a la poesía amorosa que escribía en mi juventud. Así que ahora, en ese círculo que debo completar, estoy en la juventud y la adolescencia. Dentro de poco estaré en la infancia y más tarde mamando de una teta, que debe ser muy agradable volver a esa sensación.

Debe serlo, Rafael. Debe serlo.

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