Regale colonias, depilatorios y bisoñés

ayer y hoy

Los anuncios eran para la belleza de la mujer, la impotencia masculina y la “insana y fea” calvicie, pero en castellano

Hoy para comprar debes saber inglés, francés, chino o japonés

Agua de colonia. / J. L. D.
José Luis Delgado

03 de enero 2022 - 03:13

Y es que con esos anuncios de etiquetas tan pijas estamos olvidando la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija. Echamos la vista un siglo atrás y en los envoltorios se decía en castellano bien claro lo que en fechas navideñas se aconsejaba regalar. Pero era tal la cantidad de propiedades que algunos de los productos prometían que casi resultaban milagrosos.

Loción y depilatorio.

Siempre han tenido los calvos mucha “suerte” con los anuncios publicitarios; porque raro era el año que no aparecían fórmulas mágicas para aliviar la alopecia, lo que evidencia que no eran tan definitivos. El “Capilar Americano” era un tratamiento seguro contra la calvicie porque, según afirmaba, no solo hacía crecer el pelo sino que además quitaba los dolores de cabeza. Valía 6 pesetas el frasco y la casa vendedora con sede en Barcelona apostaba 1000 pesetas a que el pelo crecía. Uno de los anuncios más sorprendente era el que alteraba el tradicional guión del regalo de Reyes: eran los niños los que querían sorprender al padre poniéndole al pie de la cama y mientras dormía, el maravilloso frasco regenerador del cabello “Paz”. Así decía el anuncio: “Los Reyes han cometido un olvido. Los niños deseosos de ver a su padre libre de su insana y fea calva, lo obsequian con un maravilloso frasco de regenerador Paz”. Se presentaba como un producto científico que había obtenido Medalla de Oro en la última exposición de Milán (?). Otra “maravillosa” solución para los calvos era comprarse un bisoñé en Casa Ramos; decía que los tenía con rayas y ondulaciones naturales y con tintadas de varios tonos. Para la impotencia varonil y la pérdida de energía nada mejor que las Perlas de Oro; pero lo curioso es que también servían para la pérdida de memoria (¡!), tal vez por si el desmemoriado no atinaba.

Polvos para el cutis.

“La mujer en todas sus edades debe procurar siempre ser bien parecida”. “La mujer que no cuida sus cabellos que son la bella aureola de su hermosura puede dejar de ser amada”. ¡Dios mío! Así se anunciaban hace un siglo dos productos estrella. Uno de los más prestigiosos depilatorios del año 1922. Se trataba del Depilatorio María Stuard que vendía la Casa Baltá de Barcelona a 6 pesetas el frasco. Era estupendo porque, según decía, desparecía el vello por completo sin manchar ni alterar la piel, dejando el cutis terso y hermoso. Y así se ofrecía también el restaurador del cabello Aynalem, una maravillosa loción que en Madrid preparaba un farmacéutico de nombre Emilio Rey Sánchez en la calle Martínez Campos. En Granada la Droguería de Ricardo González de la calle Marqués de Gerona anunciaba el restaurador del cabello negro y castaño llamado “Cabellina” de la Casa Espinar a 5 pesetas el estuche. Advertía que el teñido no sería notado ni por los más íntimos puesto que no manchaba las almohadas.

Para los calvos.

Pero la estrella de los regalos de Reyes eran las colonias de la prestigiosa Casa Gal que habían fundado unos empresarios de Irún a finales del siglo XIX. Famosos por sus colonias, sus polvos Flores de Talavera y su jabón Heno de Pravia. Esos polvos eran milagrosos: no solo no dañan el cutis sino que lo aterciopelan y le comunican un tono mate inconfundible, así decía. El jabón Heno de Pravia tenía un fuerte competidor en el jabón de sales La Toja, a 1,25 pesetas la pastilla; pero era el mejor del mundo “por su exquisito perfume y su abundante espuma”, según se anunciaba.

Hoy el bombardeo de anuncios de colonias y artículos de belleza con nombres raros resultan agobiantes; parece que están pensados solo para clientes políglotas; tienes que saber francés, inglés, chino o japonés, con lo fácil que es decir en castellano colonia, perfume o pastilla de jabón; hermosa lengua que no debiéramos olvidar aunque fuera por conmemorar este año el 500 aniversario de la muerte de Nebrija (1444-1522).

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