Valencia, un espectáculo humano al rescate
Ricardo del Arco, el sabio de la calle Elvira
ayer y hoy
Una calle del barrio Fígares lleva el nombre de este granadino, historiador, profesor de instituto, que murió atropellado por un camión
Cronista Oficial de Huesca y Medalla de Oro de Zaragoza
Estamos ante un verdadero cronista que jamás habló de sí mismo; uno de los historiadores más grande y menos conocido del siglo XX. Había nacido el 27 de marzo de 1888 en la calle Elvira y con veinte años, tras ganar unas oposiciones, estudiando, ocupó plaza de archivero en Huesca. Su padre, Ángel del Arco, ayudante del Museo de Granada, se trasladó a Tarragona y con él toda su familia. Allí pasó Ricardo su juventud recibiendo el influjo de esa histórica ciudad; aunque será en la Universidad de Valencia en la que se licencia en Filosofía y Letras en 1907, con 19 añitos, dispuesto a preparar sus oposiciones de Archivos y Bibliotecas. De su paso por Tarragona ha perdido el acento andaluz pero ha ganado la savia de la cultura catalanoaragonesa. Uno más de los muchos andaluces a los que debe Cataluña su grandeza.
En abril de 1908 el propio don Marcelino Menéndez y Pelayo le firma el acta de Archivero tras ganar sus oposiciones, tomando posesión de su plaza en Huesca. A partir de ahí empiezan sus infatigables visitas a los archivos oscenses, archivos catedralicio, municipales, parroquiales… investigando con meticulosidad sobre el riquísimo fondo documental que en ellos se guarda. De ahí salió una de sus primeras grandes obras: la Guía artística y monumental de Huesca y su provincia. Su nombre empieza a sonar, sus publicaciones son cada vez más frecuentes; acaba siendo nombrado académico de la Academia de la Historia junto a nombres tan ilustres como Aguado Bleye.
La riqueza artística y monumental del Alto Aragón empieza a ser conocida a través de las innumerables publicaciones de don Ricardo. Sangre aragonesa corría por sus venas si recordamos que su abuelo paterno procedía de Borja (Zaragoza) y uno de los artículos que escribió era precisamente sobre la familia infanzona de los del Arco en la obra Los linajes de Aragón.
Su incansable entrega a la ciudad oscense, sus numerosos artículos y su dedicación al estudio de sus fondos documentales sobre los más variados temas le hicieron merecedor del nombramiento de Cronista Oficial en agosto de 1912, cuando apenas contaba 24 años de edad. Allá donde había una iglesia perdida en el valle, un documento raro, un archivo parroquial olvidado, una casa solariega, un castillo abandonado, un retablo, unos restos arqueológicos, allí estaba don Ricardo interesado en el tema para darlo enseguida a conocer. Humilde, sabio, callado, erudito investigador, dado a los demás; como debe ser. Un verdadero cronista. Enseguida es nombrado académico de Buenas Letras de las Academias de Málaga, Zaragoza y Barcelona, y de la de Bellas Artes de San Fernando. En 1919 lo nombran Delegado Provincial de Bellas Artes y a partir de ahí su fama se ve engrandecida, sobre todo tras la publicación de su obra magna El Catálogo Monumental de la provincia de Huesca. En 1924 Zaragoza le entrega la Medalla de Oro de la ciudad; hoy una calle a orillas del Ebro lleva su nombre.
Escritos de sus propios alumnos del Instituto de Huesca hablan de su entrega, de sus comentarios sobre las obras de arte, de sus excursiones pedagógicas y de su vehemencia al relatar la grandeza de la historia aragonesa, contada con la pasión de un hábil narrador.
En 1938 publica su Fernando el Católico, obra con la que ganó el Premio Fastenrath, de la Academia de la Historia, dotado entonces con 2000 pesetas y el reconocimiento internacional.
Las desgracias llegaron a raíz una enfermedad y la pérdida de su ojo izquierdo en 1946. Muere su hijo Ricardo, muere su esposa y para colmo, el 7 de julio, San Fermín, de 1955 fue atropellado por un camión militar al cruzar por la Plaza de Navarra. Nació ayer en la calle Elvira y vive hoy con los sabios en la Gloria y su recuerdo en una calle del barrio Fígares a orillas del Genil.
No hay comentarios