Rogelio Robles, el fotógrafo de Lorca y Falla
La Fundación Robles Pozo saca del anonimato al fotógrafo de García Lorca y Manuel de Falla · El abogado granadino Rogelio Robles cedió su patrimonio a la Escuela de Arte de GranadaSon muy pocos los que han oído hablar del autor de las fotografías que ahora aparecen hasta en los autobuses
Vaya este relato a la memoria del profesor Ramón Fernández Espinar, vicepresidente que fue de la Fundación Robles Pozo.
Son muy pocos los que han oído hablar de Rogelio Robles; y apenas lo citan al pie de las fotos más populares de García Lorca y Manuel de Falla. Y eso no está bien. Ya que él hizo las que aparecen hasta en los autobuses urbanos y en las cartelas anunciadoras de los espectáculos relacionados con Lorca o Falla.
Rogelio Robles Romero-Saavedra era un abogado granadino de la calle Colcha, hijo del también abogado José Robles Pozo, cuyo nombre llevaba la ya desaparecida calle casa de paso que unía Colcha con Sancti Spiritu, el Pasaje de Robles Pozo. No era justo que este personaje granadino permaneciera por más tiempo casi olvidado. Y menos mal que al que fuera concejal del Ayuntamiento, el profesor de la Escuela de Arte, Castillo Higueras, se le ocurrió adquirir para la ciudad parte del patrimonio referido a Rogelio Robles.
Tenía Granada una arraigada tradición fotográfica porque el tema lo pedía a voces. Como dice el profesor Piñar Samos, estudioso de la fotografía y los fotógrafos en Granada, la ciudad ofrecía enormes atractivos para ser admirada por los objetivos de propios y extranjeros. La colina de la Alhambra, el Patio de los Leones, la Sierra, el Albaicín, el Sacromonte, los gitanos, el casco histórico, la Vega.
Por Granada se entusiasmaron los mejores fotógrafos de aquella recién descubierta aventura del daguerrotipo en la década de 1830. Unos años después andan por aquí fotógrafos de fuste: Teófilo Gautier, Eugene Piot, Charles Clifford, Laurent y yo no sé cuantos más. El caso es que fueron sembrando semilla y afición y el final es que se creó aquí una estupenda estirpe de fotógrafos locales, gracias a los cuales hoy nos deleitamos admirando aquella Granada de finales del siglo XIX y principios del XX que tantos rincones de nostalgia nos evocan.
Es la época de los Ayola, padre e hijo, Juan Torres García, José Camino, Rafael Garzón, Rafael Señán, los Linares y un montón de fotógrafos más cuya relación haría tedioso este comentario.
Sería el Centro Artístico el que aglutinara a muchos de los fotógrafos aficionados de Granada; Valentín Barrecheguren, Federico Olóriz, los Gómez Moreno, Dorronsoro o Alberto Álvarez de Cienfuegos, entre otros; pero no se tendría que olvidar a nuestro protagonista, Rogelio Robles, puesto que él formó parte de los socios fundadores de la segunda etapa del Centro Artístico, allá por mayo de 1910, siendo encargado del Taller de Fotografía.
Su vinculación también a la entonces Escuela de Artes y Oficios, debido a la amistad con el profesor de fotografía Torres Molina, le granjeó prestigio entre el mundillo del ramo.
La vinculación que tenía con Lorca fue la razón por la que este le encargó que hiciera la foto de familia de los componentes de la redacción de la revista Gallo, además de otras muchas fotos, algunas de las cuales son esas que vemos mil veces reproducidas por todo el mundo.
Lorca, Falla en la Antequeruela, Fernando de los Ríos, los bailes de Carnaval del Centro Artístico, la Cabalgata de los Reyes Magos… Ninguno de estos eventos entre los años 1920 a 1930, pudo escapar a la cámara de Rogelio Robles.
Sumemos a esta casi anónima labor la generosa donación que hizo a la Universidad de Granada para crear la hoy fructífera Fundación Benéfico-Docente Robles Pozo, inscrita en el Registro de Fundaciones desde 1959 y cuyos beneficios recaen, por la propia decisión del benefactor, en los alumnos de la Escuela de Arte de Granada. En la calle Gracia está su recuerdo.
No debiéramos ser tan olvidadizos. Rogelio murió sin hijos y ya se sabe, como nadie te llore, pocos te recuerdan. Y gracias que la Fundación ha publicado un libro sobre este generoso personaje. Si no, ni nos enteramos.
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