Ruinas y glorias de un partido y su alcalde

En los últimos 35 años las luchas de poder en el PP han sido constantes Una de las peores crisis fue al enfrentarse Martínez Soriano y Del Ojo en dos congresos

Torres Hurtado, Mariano Rajoy, Javier Arenas y Sebastián Pérez, en una visita de Rajoy a la ciudad en 2011.
Jesús Cascón Granada

24 de abril 2016 - 01:00

A lo largo de los últimos treinta y cinco años, las luchas de poder y el cainismo, propio de la derecha granadina, han sido una constante. La capacidad de enrocarse en sus cargos no es exclusiva de ningún partido, toda vez que cada formación política hace lo mismo cuando a alguno de sus integrantes se le amenaza con desbancarlo de su poltrona, pero en el PP granadino esta tendencia se ha representado en forma de doble detención y triple detención. Como un circo de múltiples pistas. Esto tenía que haberlo visto de lejos Pepe Torres, mucho antes de que su partido le insistiese en la idea de dar un paso al lado para dejar la candidatura municipal en manos de otro. Pero el otro resulta que era Sebastián Pérez, y por ahí no iba a pasar el alcalde más longevo y con más mayorías absolutas de la democracia granadina. O sea: Torres candidato o revienta el partido.

Y reventó. Por la denuncia de un "chalado", por evidencias que caen por su propio peso, o porque la abuela fuma, pero reventó. Si alguien pensaba que el actual mandato de los populares iba a ser un camino de rosas, que ingrese en el club de los ingenuos, aunque imaginarse un final así sólo está reservado a un puñado de directores de cine, y poco más. Es inédito que un alcalde de la ciudad de la Alhambra sea acusado formalmente de corrupción, como también es histórica su dimisión, la de Isabel Nieto y, de propina, la del primer teniente de alcalde y presidente provincial del partido. Una caída en tromba que buscaba parar una moción de censura pero que no servirá para evitarla porque en democracia está visto que es muy fácil llevar tu chaqueta al tinte y ponerte otra de distinto color con suma facilidad. Quien crea que este crepúsculo de los dioses es fruto de la casualidad, le invito que repase la historia de la derecha granadina. De Berlanga.

Con el hundimiento de UCD, Alianza Popular pasó de ser un partido residual de la derecha española y granadina a convertirse en el referente de la misma y de la noche a la mañana con el trasvase de políticos del partido de Suárez a la formación de presidida por Manuel Fraga. De los siete magníficos se transformó, en octubre del 82, en el principal partido de la oposición, propiciando la entrada en la política granadina de dos personajes que, a lo largo de los años, serían los protagonistas de dos de las mayores crisis institucionales sufridas por el PP local, Gabriel Díaz Berbel y José Torres Hurtado.

Quién le iba a decir, treinta y cuatro años después, que el que entró en política para una sola legislatura iba a convertirse en uno de los responsables de una de las mayores crisis institucionales sufridas por el PP a lo largo de los últimos años. José Torres Hurtado, en julio del 82 y de la mano de la Confederación Granadina de Empresarios, avalado por el entonces presidente de la Caja Rural, Segismundo Nogueras, y por dos de los hombres con más influencia dentro de aquella AP presidida por Gabriel Díaz Berbel (el abogado Miguel Angulo, y el exsenador de UCD Pedro Montañés), Torres Hurtado se iba a convertir en el primer diputado nacional representando a la derecha granadina de AP. La entrada en política le vino de forma casual al entonces vicepresidente de la Caja Rural, ya que ese puesto fue ofrecido personalmente por Manuel Fraga a dos catedráticos de la Universidad de Granada: Gallego Morell y Fermín Camacho. La negativa de ambos a formar parte de la candidatura de AP por la provincia de Granada ocupando el segundo lugar (el primero estaría asignado a Rodrigo Rato quien, posteriormente, se vio obligado a intercambiar su puesto por el de Guillermo Kirpatrick que iba de número uno por Cádiz), obligó a Díaz Berbel a buscar a la desesperada un candidato que aceptase las condiciones del partido. Al final el elegido fue un desconocido en política, quien desde el principio y a pesar del apoyo de Berbel encontró el rechazo en una gran parte de los dirigentes del partido, el ala más dura de la derecha granadina y que tantos problemas daría a Díaz Berbel en sus trabajos por centrar el partido apartando a los sectores más reaccionaros de la derecha granadina y cuyo máximo representante lo encarnaba el motrileño Francisco Bustos.

Precisamente, la entrada de Pepe Torres fue el desencadenante de la primera crisis de aquella vieja AP; en esas elecciones, Díaz Berbel, candidato al Senado, se enfrentaría a Luis Casaseca Navas quien, apoyado por el 'Clan Bustos' en la Costa, mantuvo duros enfrentamientos hasta el mismo día del recuento. Ese día, Berbel entró en la sala del recuento en la Audiencia Provincial como perdedor y salió como ganador del puesto al Senado. Un cambio sin duda que queda en secreto de sumario. Aquello nunca le fue perdonado por este sector, que no dejaría de atacar a Berbel con todo tipo de infundios y calumnias, que terminaron con la expulsión del partido de los cabecillas, tras la celebración del III Congreso Provincial, celebrado en el cine Diamante de Albolote.

Pasaron unos años de relativa calma hasta que nos topamos con una de las más graves crisis que ha sufrido el partido al enfrentarse el malogrado Martínez Soriano y José Luis del Ojo nada menos que en dos congresos. De amigos y colaboradores pasaron a ser enemigos y llevaron al PP a una división que aún se viene pagando. José Torres cobró un protagonismo especial ya que, siendo Delegado de Gobierno en Andalucía, recibió el encargo por parte de Arenas de apoyar a José Luis del Ojo en sus pretensiones por hacerse con la presidencia del partido, un apoyo que para nada sirvió ya que Juan de Dios Martínez Soriano, en contra de todo el aparato regional, logró mantener la presidencia a costa de pagar una dura factura y dejar unas heridas difíciles de cerrar. Tras ese combate, Sebastián Pérez empieza a cobrar un protagonismo al convertirse en uno de los hombres de confianza de Del Ojo, llegando incluso a ser propuesto como candidato de consenso para evitar una nueva confrontación entre Del Ojo y Martínez; sin embargo, los recelos del propio Del Ojo hicieron que dicha propuesta no saliera adelante. Una propuesta que vería luz verde cuando, años más tarde, su nombre fue propuesto a Javier Arenas por Del Ojo y Hurtado como candidato de consenso, evitando así un nuevo congreso de confrontación en el partido.

Con Díaz Berbel en horas bajas y enfrentado con el partido, el PP asiste a uno de los capítulos más esperpénticos de su corta historia. En plena campaña electoral que daba a Berbel como alcalde, en el partido empieza a cobrar fuerza una corriente crítica contra Kiki , que llega a plasmarse el mismo día de las elecciones. Cientos de papeletas aparecieron con el nombre tachado de Berbel y evitaron una nueva mayoría del PP. La estrategia consistía en desplazar a Berbel y poder negociar con el PA un pacto de gobierno que propiciara que el partido continuara al frente del Consistorio. Sin embargo, un pacto entre Jesús Valenzuela, el PSOE e Izquierda Unida, saltándose las instrucciones de su propio partido, propició el gobierno del tripartito y la llegada de Torres Hurtado cuatro años más tarde como candidato a alcalde, abriendo otra crisis en el partido.

Con la elección de Pepe Torres como candidato a la alcaldía del PP se pone fin a la era de Díaz Berbel, quien termina abandonando el partido, y empiezan a abrirse nuevas heridas en el PP de Martínez Soriano que, también por aquella época, aspiraba a convertirse en el alcalde de Granada. Aquel nombramiento y aquella elección fue impuesta por el presidente regional del partido, Javier Arenas, quien nunca perdonaría a Gabriel Diaz Berbel su resistencia a la hora de apoyar al Grupo Abengoa para administrar la empresa de aguas Emasagra y hacer frente a las recomendaciones del partido; el partido acepta a regañadientes la imposición de Torres Hurtado quien, de la noche a la mañana, deja su puesto como Delegado del Gobierno en Andalucía y asume su papel de candidato en unas elecciones en las que todas las encuestas pronostican un batacazo electoral de un partido aún no repuesto de las heridas abiertas con la marcha de Díaz Berbel. Pepe Torres asume el reto y para su campaña elige como coordinador y hombre fuerte a Sebastián Pérez, que se convierte en el hombre de confianza del candidato hasta tal punto que, ya como alcalde de Granada, Torres Hurtado y Jose Luis del Ojo proponen a Sebastián Pérez como presidente de consenso en el partido y evita una candidatura encabezada por César Díaz, delfín y hombre de confianza de Berbel en su etapa como alcalde. Un apoyo que al final sirvió al menos para que el PP comenzase un periodo de tranquilidad y que gracias a la unión de todos los sectores del partido llevó a Sebastián Pérez a conseguir por primera vez en la historia de la derecha granadina el gobierno de la Diputación Provincial. Fueron días de felicidad hasta que una vez más la ambición por ocupar el sillón de la plaza del Carmen volvieron a castigar al PP con una nueva crisis de imprevisibles consecuencias.

Lo que ocurre a continuación es bien conocido por todos. Torres Hurtado maneja una ciudad de Plaza del Carmen hacia afuera, y no al revés. Se preocupa de mantener intacta la confianza electoral de las zonas tradicionalmente afines a la derecha y blinda el centro de la ciudad. Su sistema le funciona a la perfección tras revalidar la alcaldía de nuevo con rodillo. Pero cuando el Consistorio busca otras fórmulas para financiarse, aparecen los problemas. El palacio de Hielo (maldita Universiada, pensará alguno de la alcaldía), el centro comercial al final del Camino Bajo de Huétor, las permutas urbanísticas, el Metro y su constante beligerancia con la Junta... Torres Hurtado pasó, en cuatro años, a convertirse en un personaje molesto para casi todo el mundo. Una mosca cojonera que vivía de las rentas, del pasado resplandeciente y que, en ningún caso, podía representar una regeneración de su partido, sino todo lo contrario. El día que le sobrevino una afección grave, más de uno pensó que sería el momento preciso y precioso para su retiro, pero Pepe Torres no cejó en su empeño de seguir siendo el regidor de la ciudad y sobre todo su resquemor a que Sebastián Perez se convirtiera en su sucesor -de la amistad a la enemistad en política hay un paso-, hizo que Torres Hurtado se convirtiera en un problema para el partido, como en su día sucedió con Díaz Berbel. Un empecinamiento que entonces pocos entendían pero, ahora, tras las detenciones, más de uno empieza a comprender. Sean o no sean verdad el contenido de las acusaciones, mientras estés partiendo la pana se va a conocer poco o nada. Una vez abandones la poltrona, los de enfrente correrán a barrer debajo de la alfombra.

No niego que es un triste final para un alcalde que merece su lugar en la historia, pero, como otros en su momento, la historia hablará de él con crueldad de sus cinco últimos minutos, y pasará de puntillas por sus primeros ocho años. Al tiempo. El cainismo no es propiedad de los partidos, está muy asentado en nuestra sociedad.

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