El Santa Clara Golf de Otura sigue abandonado un año después de su compra
Inmobiliaria
Una cadena hotelera catalana ejerce de intermediaria y lo mantiene como activo a la espera de un nuevo venderlo a un nuevo propietario
El Ayuntamiento no ha recibido en todo este periodo ninguna comunicación de la empresa Ona Asset Management
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Granada/Nunca lo ha tenido fácil el campo de golf Santa Clara de Otura. Lo cierto es que costaba pensar que en aquel páramo, un secarral donde crecían arbustos urticantes, el polvo se acumulaba en los caminos, y las liebres se reproducían a sus anchas, pudiera siquiera dejar crecer césped. De dónde saldría el agua, se preguntaban entonces los vecinos del pueblo y de las urbanizaciones, aún con el recuerdo de la sequía del 95 del que, como vestigio, quedan depósitos de agua en cada chalet. Ahora, donde debía haber un verde prado de 18 hoyos crece la maleza, vigorosa tras las últimas lluvias, y donde debían volar las bolas al golpeo de un driver, brotan jaramagos y amapolas mecidos por el viento sempiterno que sopla por el Barranco de los Lobos. El campo cerró en noviembre de 2022 y seis meses después se conoció la compra de la instalación por parte de la cadena catalana Ona Hotels para relanzarlo. Sin embargo, a un año del anuncio, nada ha cambiado y ni siquiera en el Ayuntamiento de Otura han recibido ninguna llamada ni comunicación con los nuevos dueños del campo.
De hecho, la propia empresa afirma a este diario que "Ona no ha efectuado la compra de ningún campo de golf", en referencia al complejo otureño, aunque sí admite que "nuestro departamento de asset management ayuda a promover la gestión de activos a terceros". Por ello, dice que en este caso "actuó como asesor para impulsar la venta, pero no somos nosotros el comprador final". Acerca de si ese departamento de la compañía ya ha vendido en campo a otro nuevo dueño, la empresa no ha dado respuesta a las preguntas de este diario. Esto explicaría, de entrada, el silencio alrededor del campo, y que el Ayuntamiento de Otura no haya tenido en este periodo ningún tipo de contacto para tener conocimiento de las actuaciones que se llevarían a cabo en su territorio por parte de la empresa que explotaría el resort.
El campo de golf Santa Clara fue adquirido en mayo del año pasado por el departamento de Asset Management del grupo hotelero Ona Hotels, que cuenta con sede en Barcelona y que gestiona 42 hoteles y resorts en toda España, esencialmente en destinos vacacionales: la costa catalana (Daurada, Brava y Barcelona), Canarias (presente en tres de las islas de archipiélago), Baleares y en Murcia y la Costa Blanca de Alicante. También tiene un hotel en Andorra y en Andalucía cuenta con siete hoteles en la Costa del Sol (Nerja, Estepona, Marbella y Mijas). De ellos, Ona Hotels gestiona tres establecimientos con campos del golf. El de Otura sería el cuarto.
Todo en condicional porque realmente el Santa Clara Golf Club forma parte de un grupo de hasta diez activos turísticos en toda la Península, según figura en la página web de Ona Asset Management consultada por este diario: un hotel en Puerto de Santa María (Cádiz), otro en Pinto (Madrid), dos en Murcia (en Fuente-Álamo y Torre-Pacheco, y ambos con campo de golf), uno en Torremolinos (Málaga), otro en los Pirineos (en la estación de La Molina, en Girona), otro en Mojácar (Almería), otro en Benidorm (Alicante), y hasta una residencia universitaria en Salamanca. Estos establecimientos son a los que Ona asesora y ayuda encontrar comprador.
El simple anuncio de hace un año ya empezó a mover el dinero. Basta con que suene un poco para que se active el mercado. Pocos vecinos se ven una mañana normal entre semana. Algún atleta haciendo deporte, quien sale de una casa lo normal es que sea un trabajador. "Yo vengo a limpiar, no sé nada del campo". "Nosotros no somos los dueños, solo cuidamos el jardín". Pero algunos hay, que no quieren dar su nombre, pero que están dentro de la Unidad Urbanística de Conservación que vela porque las calles no caigan en el abandono pese a que vivan varios centenares de personas. "Desde que se dijo que habían comprado el campo, esto se ha reactivado y se están haciendo casas", cuenta uno de los habitantes de la urbanización colindante.
Efectivamente, en la calle que lleva a la entrada de la casa club del campo de golf hay al menos media docena de viviendas, unifamiliares y de diseño moderno, en construcción bastante avanzada. Una de ellas lleva apenas dos meses en obras, cuenta uno de los albañiles. Apenas asoman los primeros pilares de la futura casa, la única que se está erigiendo en el lado que linda con la valla del campo de golf abandonado. También llaman la atención los carteles que anuncian oportunidades para nuevas construcciones, o parcelas en venta, algunas bastante grandes. Y no por el contenido, sino porque están muy nuevos, parece hasta que recién colocados.
También son nuevos los carteles de la empresa de vigilancia colocados en cada puerta del resort. Están desde el pasado mes de diciembre contratados por los nuevos dueños del campo de golf, quizás el único movimiento que denota interés en su inversión. En la garita de entrada, un agente de seguridad privada se encarga de vigilar el campo y el inmueble con varios compañeros con los que se va turnando. Dar rondas por todo el recinto para que nadie se cuele, aunque es complicado. Algunas vallas se tiene agujeros y directamente algunas casas están dentro de las propias calles del campo. Sobre todo se vigila también la casa club, donde dentro quedan numerosos enseres y mobiliario. También hubo okupación, pero desde que se implantó la seguridad el problema ha desaparecido.
El campo fue adquirido por la empresa catalana dentro de un paquete de propiedades de uso terciario que estaba en manos de la Sareb, el llamado banco malo, que gestiona activos transferidos por las cuatro entidades bancarias nacionalizadas tras la crisis financiera de 2008, y por las entidades en proceso de reestructuración o resolución. El Santa Clara estaba dentro de una cartera con otros bienes que se adjudicó en un concurso competitivo a entidades especializadas en la gestión de este tipo de sociedades. Una de las claves está en una reserva de 15.000 metros cuadrados pendiente de construir destinada a uso hotelero, y que nunca se llegó a desarrollar aunque estaba previsto cuando se inauguró en 2008.
Antes de la crisis sanitaria del coronavirus, en 2018, se vivió el último intento hasta la fecha de salvar los muebles del campo. La empresa con sede en Madrid Global Golf Company arrendó el campo para diez años, y anunció asimismo una inversión de un millón de euros en cinco años para relanzar la instalación. Llegaron torneos, buenas relaciones con el empresariado granadino, todo con un modelos de negocio que buscaba atraer a un turista de calidad amante del golf, el esquí, y aprovechar la oferta cultural de la ciudad de Granada. Las mejoras del campo ponían, además, el foco en la atracción a futuro de circuitos profesionales y torneos en el Santa Clara. Nada de ello sucedió y el campo pasó a otras manos que los propios socios desconocieron quiénes eran.
Cuando se cerró el campo en noviembre de 2022 apenas quedaban una cuarta parte de los casi 300 que llegaron a formar parte del club. Entonces, el campo ya estaba descuidado. No se regaba, el verde se tiño de amarillo y la sequedad se extendía por el campo. Las pistas de pádel estaban deterioradas y la piscina climatizada ni siquiera funcionaba. A los pocos días de aquella denuncia pública, el campo se clausuró.
Para algunos vecinos, la culpa de que nunca haya funcionado el campo la tiene el propio Ayuntamiento. Uno de ellos, sin querer identificarse pero cuya casa linda con la valla del campo, en esa parte aún con césped junto a una larga avenida, cree que la falta de conservación y la falta de apoyo institucional por parte del Consistorio han lastrado siempre al campo. Siempre la polémica urbanística sobrevoló al Santa Clara. Una madeja donde es muy difícil establecer qué sucedió primero, o qué es consecuencia de qué.
Mientras tanto, las cámaras vigilan cada casa de la urbanización. Siempre fue un lugar inhóspito. Cuando plantaron casas y césped tampoco dejó de serlo. El aire sigue soplando, más todavía por las tardes, y mece el agua que queda sobre el fango del estanque del campo de golf. Lo único que se parece a un campo de golf es un carrito apontocado en el solitario parking del campo. Aún espera a que alguien lo vuelva a conducir.
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