1958: El año en el que Sara Montiel contagió de septicemia a los granadinos

Granada año a año

"Alimenta que eleva, leche pasteurizada Puleva", primer lema de la Central Lechera de Granada, que nace en julio

Se hacen los primeros ensayos técnicos para poder ver la televisión en Granada y los granadinos empiezan a hacer las maletas para emigrar al extranjero

Sara Montiel con las trabajadoras de la Cafetería Capri.
Sara Montiel con las trabajadoras de la Cafetería Capri.

Una imagen que no se borra de mi memoria es aquella en la que veo a mi madre salir a la calle a que el cabrero de turno ordeñara su cabra delante de mi casa. Era una leche espumosa, caliente y sin ningún tipo de añadido: el agua era el aporte más frecuente utilizado por los pícaros que querían aumentar sus beneficios. Por supuesto nos exponíamos a cualquier bacteria porque estaba sin pasteurizar, pero era lo que había. Hasta 1958 era frecuente ver por las calles de Granada lecheros que vendían su producto casa por casa. A partir de julio las cosas cambiarían porque se crea la Central de Leche de Granada. Comenzó a funcionar ese mes a modo de prueba y consiguió tratar en un principio 2.500 litros de leche de vaca aportados por un grupo de ganaderos concertados. La marca que saldría se llamaría Puleva (Pura leche de vaca) y la primera publicidad al uso recomendaba que no se cociera. También destacaba el control sanitario a que era sometida, con magníficas cifras de acidez y grasa. "Alimenta que eleva, leche pasteurizada Puleva", decía el lema de la primera campaña publicitaria.

Icónicas botellas de leche de Puleva.
Icónicas botellas de leche de Puleva.

Por fin se podía beber con todas las garantías para la salud la leche sin cocer. Pronto los granadinos nos acostumbraríamos a comprar aquellas botellas icónicas de leche transparentes con estrella azul de seis puntas ideales para beber a morro.

Más cambios en nuestras vidas. En 1958 se hablaba en las tabernas, en los lavaderos públicos y en los talleres de costura de Granada de ese aparato que permitía ver y oír lo que estaba pasando en otro sitio y que podía ser un artículo de consumo: la televisión. En Madrid ya se podía ver desde 1956 y todas las provincias españolas estaban deseosas de incorporar el invento a la vida cotidiana. El Ayuntamiento de Granada puso encima de la mesa 750.000 pesetas para instalar en Sierra Nevada, concretamente en el Veleta, una antena receptora capaz de capar las imágenes que llegaban de fuera. El alcalde dijo que en junio de ese año comenzarían las obras de conducción eléctrica, de la antena y el edificio. Pero aquel intentó fracasó: no se veía nada ni se oía nada, solo niebla. Y nieve, como es lógico. Tuvieron que pasar otros dos o tres años para que los granadinos pudieran ver a Jesús Álvarez y Matías Prats comentar las noticias del día, a Sara Montiel cantando Fumando espero y a Mariano Medina predecir el tiempo con un mapa de isobaras pintadas en una pizarra. En blanco y negro por supuesto porque el color no llegaría hasta veinte años más tarde.

Hablando de Sarita Montiel. María Antonia Abad, pues ese era su auténtico nombre, estuvo en Granada el 20 de diciembre de 1958. Acababa de casarse con el director de cine Anthony Mann. Ambos estuvieron en la ciudad de la Alhambra. La actriz –ya era muy conocida por su participación en la película Veracruz– visitó el taller de bordados Isabel Jiménez Medinilla, Calzados Garach y Cafetería Capri, "donde fue reconocida por el público y donde dejó la estela luminosa de su arrobadora simpatía, de su garbo sin par y de una belleza tal que produce septicemia", dice el empalagoso cronista de Dígame que narra la visita de la actriz. En Radio Granada intervino en el programa Subasta de Ilusiones y a la mañana siguiente, antes de salir para Córdoba, visitó Los Mariscos, "donde estuvo a punto de perecer ante el arrebatado entusiasmo de sus admiradores", dice el de la septicemia.

A Sara Montiel le encantaba Granada. Vino varias veces, pero una especial fue en 1965 con el estreno de la película Samba en el cine Aliatar. Sara era la protagonista y el guionista el motrileño López Rubio. Sara Montiel, ya divorciada del director de cine, se alojó en el Nevada Palace. Ya había hecho 28 películas y era archiconocida. El joven periodista granadino Melchor Saiz-Pardo la entrevistó para la Hoja del Lunes. Recuerda José Luis Delgado que fue aquí, en una rueda de prensa, cuando anunció el rodaje de una película en la que interpretaría la canción Adiós Granada. La película se llamaba La dama de Beirut. En una taberna, uno de los protagonistas verá por la televisión a Sara Montiel cantando eso de: Adiós Granada, Granada mía, /yo no volveré a verte más en la vía". Sara Montiel murió en abril de 2013 y ya no volvió a ver Granada.

La gran evasión

Franco promulgó en 1958 ante las Cortes los Principios del Movimiento: "Nuestro régimen vive de sí mismo, se sucede así mismo y no se prepara otras sucesiones". Así de claro. Franco acabaría por convencerse de que dejaría de gobernar cuando lo llevaran con los pies por adelante. En 1958 el Gobierno adopta diversas medidas para facilitar el que los españoles puedan hacer las maletas e irse a otros países a trabajar. Al Régimen le interesaba la emigración porque así minaba el problema de la presión interna sobre los recursos, a la vez que desparecía una fuente creciente de descontento rural, que en muchos casos hubiera originado graves consecuencias políticas. Tal decisión, según el sociólogo José Cazorla Pérez, sirvió también para equilibrar la maltrecha balanza de pagos del país, que hasta entonces carecía de las necesarias divisas. Estas medidas se complementaron con la atracción de capitales extranjeros y del turismo, que tuvieron éxito y que configuraron las principales bases de la política española en esos años. Desde ese año a 1974, Granada estuvo siempre a la cabeza de las provincias que enviaba un mayor número de emigrante a Centro Europa. Si hubiéramos que darle un título de película a aquella circunstancia sería La gran evasión. En cualquiera de estos países europeos era fácil encontrarte con uno nacido en la provincia de Granada. De ahí la anécdota de ese emigrante granadino que va a pedir trabajo en un circo en Berlín y lo contratan de payaso para un número en el que tenía que dejarse abrazar por un gorila de pega. Salió a escena y cuando el gorila lo tenía abrazado, el emigrante, algo asustado, se encomendó a la providencia: "¡Virgen de las Angustias, no me abandones!". Desde dentro del gorila salió otra voz que se lamentaba: "¡Vaya por Dios, otro de Graná!".

Obras de ensanche de Recogidas.
Obras de ensanche de Recogidas.

En el Ayuntamiento de Granada estaban convencidos de que la calle Recogidas necesitaba un ensanche. Había un palacete que, a continuación de la iglesia de San Antón, ocupaba la Obra Sindical de Educación y Descanso y el llamado Hogar del Productor. Era un tapón para los coches que querían circular por allí. La demolición de ese edificio dejaría expedita la calle después de que desaparecieran los restantes edificios del lateral izquierdo hasta la Casa de los Patos, porque desde ese punto se hablaba de Prolongación de Recogidas.

Las obras duraron un par de años y cuando terminaron la calle Recogidas era otra. Como era otra la visión de Puerta Real con la construcción del edificio de Correos y Telecomunicación, que abrió sus puertas el 16 de junio de ese año y se inauguró oficialmente un mes más tarde.

En el Festival de Música y Danza Ataúlfo Argenta había alcanzado ya un prestigio internacional como pianista y director de orquesta. Había participado en seis ocasiones en el certamen y aquí gozaba de gran popularidad. Por eso su absurda muerte el 21 de enero de 1958 cuando contaba 44 años, sumió a la Granada cultural en la tristeza. Durante mucho tiempo se especuló sobre las circunstancias de su muerte hasta hace seis o siete años que Ana Arambarri escribió un libro en el que aclara el episodio.

Ataúlfo Argenta dirigiendo en el Palacio de Carlos V.
Ataúlfo Argenta dirigiendo en el Palacio de Carlos V.

Era una fría noche de enero cuando el músico, casado y con cinco hijos, concertó una cita secreta con Sylvie Mercier, una joven alumna pianista francesa de 23 años, para pasar una noche furtiva en su casa de Los Molinos. El músico encendió la chimenea y esperó acurrucado junto a ella en el garaje, con el motor de su coche encendido. Las emisiones de anhídrido carbónico les sumieron en un sueño. Los pulmones de ella resistieron. Los del maestro, desvencijados tras un episodio de tuberculosis que poco antes lo había dejado en los huesos, no. Aquello daba para el guion de una película.

Tragedia en el mar

2-Góndolas por el lago del carmen de Los Mártires.
2-Góndolas por el lago del carmen de Los Mártires.

Ese año el Festival contó con la presencia de Arturo Rubinstein, que dirigió la Orquesta Nacional, y le dedicó un homenaje a Andrés Segovia, que fue declarado hijo adoptivo de Granada y recibió la Medalla de Oro de la ciudad. En agradecimiento, el guitarrista dio un soberbio concierto en el Carmen de los Mártires, que solía abrir al público para unas verbenas de enorme acogida popular organizadas por la Asociación de la Prensa de Granada. En el lago del carmen se fletaban góndolas para que los visitantes pudieran navegar por él a la vez que se podían oír serenatas napolitanas a cargo de Larrabeiti, un futbolista vasco que jugaba en el Granada CF y que era también un gran aficionado a la pintura. El hombre le daba a todo. Por cierto, el Granada CF pasó esta temporada sin pena ni gloria en su segundo año en Primera División. Estuvo a punto de descender de nuevo, pero en la penúltima jornada consiguió mantener la categoría al ganar al Valencia. Salvados por la campana.

El 6 de octubre de 1958, con motivo de las celebraciones del IV centenario del fallecimiento del emperador Carlos V, se inauguró el Museo de Bellas Artes de Granada en su nueva ubicación de la planta primera del palacio que lleva su nombre, donde permanece desde entonces. El destino cultural fue el principal estímulo para que se concluyera el noble edificio que proyectara Pedro Machuca en el siglo XVI. Ese año casi 200 historiadores de toda España vinieron a Granada para hablar de Carlos V. En 1958 también nació la editorial de la Universidad de Granada.

Larrabeiti, en el centro, cantaba serenatas en el Carmen de los Mártires y además era pintor.
Larrabeiti, en el centro, cantaba serenatas en el Carmen de los Mártires y además era pintor.

En el capítulo de sucesos el más grave fue cuando desapareció en alta mar el pesquero Antonio-María, de Torrenueva, con ocho tripulantes. Se hundió mientras faenaba y ninguno de sus ocupantes pudo sobrevivir. Durante unos días se mantuvo la esperanza de encontrarlos con vida. Otros pesqueros por mar y los aviones de reconocimiento del Servicio de Marino que sobrevolaron las aguas frecuentadas por la pequeña flota pesquera de Torrenueva, no dieron con ellos. La certeza de la tragedia se hizo realidad cuando pasaron los días y no se halló ningún rastro de la embarcación.

En el mismo capítulo de sucesos hay que destacar el incendio que sufrió el Generalife el día ocho de diciembre de ese año. Se percató un vecino de la calle Real de la Alhambra que llamó a los apagafuegos. Según tiene registrada la memoria de José Luis Delgado, "cuando llegaron los bomberos no pudieron acceder al lugar porque una de las puertas estaba cerrada por dentro. No había luz en el bosque, por lo que tuvieron que quedarse al final del Paseo de los Cipreses y empalmar unos doscientos metros de manguera porque la motobomba no tenía gasolina". Un desastre. Gracias a que un joven llamado Julio Guisado trepó por el muro, se descolgó por el cable de un pararrayos, se coló por una ventana y pudo abrir la puerta. Luego, con el faro de su propia moto –cuenta Delgado– alumbró las operaciones de los bomberos. Todo un héroe. En los trabajos de desescombro se descubrieron unos baños árabes hasta ese momento desconocidos, una nutrida colección de elementos decorativos, ajuares domésticos, una portada con cerámica muy original, tejas policromadas y hasta monedas de la época de Felipe III. No todo fue perder en aquel día. También ganaron los bomberos porque debido a aquel desastre de actuación, el Ayuntamiento prometió dotarlos con más y mejores medios.

Pelea en el Alhambra Palace

Vinieron ese año al mundo el poeta Luis García Montero, el hidrogeólogo Antonio Castillo, el periodista Antonio Cambril, el catedrático de Anatomía y actual delegado de Salud de la Junta de Andalucía Indalecio Sánchez- Montesinos, el autor del Diccionario del habla granadina Alfredo Leyva y el político José Martínez Olmo. Entre los que dejaron este valle de lágrimas está el político alpujarreño Natalio Rivas, que fuera ministro de Instrucción Pública y uno de los hombres más influyentes de Granada. Aquel que oyó ese grito de un alpujarreño anónimo: "¡Natalico, colocanoos a tós!". También murió en 1958 el escritor teatral granadino Antonio Paso, que había trabajado en El Defensor de Granada y que escribió la exitosa obra La alegría de la huerta. Ese año también murió el papa Pío XII y fue elegido Juan XXIII, que había visitado Granada en 1950 cuando era el cardenal Ángel José Roncalli. Las crónicas periodísticas así lo recordaron cuando en el Vaticano salió la fumata blanca y nombraron al sucesor de Pío XII. El cardenal Roncalli se hospedó en el hotel Inglaterra, visitó la Capilla Real, la catedral y la basílica de San Juan de Dios. Allí dejó escrita una dedicatoria en el libro de firmas: "Obediencia y paz".

Y permítanme terminar con un sucedido gracioso en su recorrido y lamentable en su ejecución. Fue el rifirrafe en el hotel Alhambra Palace, con tirada de pelos incluida, entre la actriz Anita Ekberg y la genial bailarina rusa Ludmila Techerina. Esta última había venido a Granada para participar como protagonista en la película Luna de miel en España, que se estaba rodando en La Alhambra y el Generalife. La explosiva Ekberg había venido acompañando a su marido, el actor inglés Anthony Steel, que participaba en la cinta junto a Antonio El Bailarín. Los periodistas, entre ellos Juan José Carrasco, que es el que cuenta la anécdota en su libro Granada y el cine, estaban más por la labor de entrevistar a Anita Ekberg, que estaba aquí como acompañante, que a la protagonista de la película. Por razones obvias todos querían tener una foto con la sueca, a ser posible de perfil. Esto, al parecer, originó un problema de celos de la bailarina que finalizó con la pelea a mamporrazo limpio entre ambas en los mismos pasillos del hotel. Menos mal que Antonio El Bailarín estuvo al quite y las separó. De aquella pelea nunca hablaron los periódicos. Se ha quedado en la intrahistoria del cine.

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