Un cuarto de siglo del gran susto de Sierra Nevada 1995
25 años del aplazamiento de los Mundiales
Un día como hoy de hace 25 años debieron empezar los Mundiales de esquí, que se aplazaron tres días antes para febrero de 1996
El trabajo de Jerónimo Páez y el apoyo de la Casa Real, que vino a inaugurar el encauzamiento del Genil, claves para pasar el golpe
Granada/Un día como hoy de hace exactamente 25 años tenían que haber comenzado en Granada los Campeonatos del Mundo de esquí alpino. Sierra Nevada 1995. Así sonaba en cada radio, en cada televisión local. Así se leía en cada periódico, en cualquier cartelón publicitario, en las miles de pegatinas que se repartieron y acabaron en carpetas de escolares, coches particulares, taxis o farolas.
Durante años no se había hablado de otra cosa en la ciudad y la provincia, inmersa en un plan de obras y de marketing que, de forma similar a cómo se transformó Barcelona para los Juegos del 92, iban a meter a Granada de lleno en el nuevo siglo. De hecho, los Mundiales eran la siguiente gran competición que iba a albergar España tras el éxito del 92. Por eso, su aplazamiento, por mucho que un año más tarde se amortizara, y de qué manera, y de que la propia Federación Internacional de Esquí (FIS) diera el veneno y el antídoto a la vez, fue un golpe y una desilusión que se aún recuerdan quienes lo vivieron.
El 29 de enero de 1995, hace un cuarto de siglo, ya se sabía que Sierra Nevada acogería los Mundiales de esquí un año más tarde y que no habría ceremonia inaugural. Pero aún así fue un día de fiesta. Los Reyes de España, que iban a ser los encargados de declarar abiertos los Mundiales, vinieron de todas formas a Granada aquel domingo de sol radiante y temperatura y luz primaverales. Se mantenía así una agenda para un día que debía ser histórico y lo fue: inauguraron el nuevo encauzamiento y el embarcadero del río Genil y el servicio de la agencia de noticias Efe en árabe.
Pero también subieron a Sierra Nevada, tres días después del golpe del aplazamiento para verse con los voluntarios y los trabajadores del comité organizador en una carpa. Allí lanzó un mensaje de fuerza, continuidad y optimismo en el que, además, anunció las fechas para los Mundiales del año siguiente: empezarían el 11 de febrero de 1996.
Todo ello ante dos ministros, Josep Borrell (Obras Públicas) y Suárez Pertierra (Educación), Juan Antonio Samaranch, Marc Hodler (presidente de la FIS), Manuel Chaves y el alcalde Jesús Quero. Ahí quedaba el mensaje. Su presencia fue más allá que lo testimonial. Fue la forma de apoyar a Granada ante España y el resto del mundo, pero sobre todo ante la FIS: habían herido a Granada pero no habían acabado con ella. No había fisuras. Los Mundiales se harían en el 96.
Campanadas y sequía
Para llegar a ese punto tuvieron que pasar muchas cosas antes, sobre todo en los días previos. 1995 no había empezado bien para Granada y no era precisamente el momento para que se dieran mal las cosas. Como un mal augurio, el año en el que se tenían que celebrar los Mundiales de Sierra Nevada se levantó con una tromba de agua que en la montaña no se transformó en nieve, y las campanadas de la Plaza del Carmen no sonaron y dejaron a los espectadores de Canal Sur sin tomarse las uvas.
El mismo día 1 comenzaba además una de las tantísimas actividades relacionadas con aquellos Mundiales que había venido a Granada al reclamo del dinero de la esponsorización: el rally Dakar. 200.000 personas siguieron el recorrido de los vehículos en las dos especiales en Armilla y los caminos de la Vega y El Temple. Pero el cielo obligó a cancelar la prueba de camiones. La fuerte lluvia en vez de traer copos trajo deshielo y se llevó por delante la poca nieve artificial que se había creado con los cerca de cien cañones instalados en las pistas de Sierra Nevada.
Por entonces, España pasaba la peor sequía de todo el siglo XX y las perspectivas no eran nada positivas. Los granadinos se despertaban todos los días mirando al cielo y después al macizo, vacío de nieve. "Sierra Pelá" era el dicho malafollá aquellos días. Emasagra empezó a cortar el agua en las casas cada día de diez de la noche a seis y media de la mañana. Aun así, la agenda se mantenía para que el 29 de enero todo estuviera listo. Se confiaba entonces en una borrasca que debía entrar a mitad de mes y en la producción de nieve con los cañones.
Mientras tanto, la ciudad palpitaba cada día los Mundiales de esquí. Desde pasacalles y mareas de voluntarios dando información a la retahíla de inauguraciones de las infraestructuras, eso sí, no todas las prometidas. El lunes 9 se puso en funcionamiento la Ronda Sur y los túneles del Serrallo, diez días después eran las nuevas instalaciones del Aeropuerto, y al siguiente el nuevo servicio de urgencias del hospital de Traumatología, realizado de forma expresa para los Campeonatos del Mundo de esquí alpino.
La tensión crece
Pasaban los días y no nevaba. La organización tenía que empezar a lidiar con las presiones internacionales y muy golosas que le llegaban a la FIS. Las estaciones suizas de Veysonnaz y Crans Montana, la austriaca de Schladming, la italiana de Val d'Aosta, y hasta la española Jaca (como siempre, tocando las narices) se habían ofrecido como alternativa por si Sierra Nevada fallaba.
Se recurrió a todo. Guadix y Monachil sacaron a San Torcuato y a San Antón para que nevara. La procesión de esta última congregó a dos millares de personas y llegó a medio mundo a través de la BBC o de la RAI italiana. Por si fuera poco había hasta polémica ecologista con la nieve artificial, que decían que contenía productos químicos, algo que se desmintió, y había marchas para evitar que Defensa instalara un radar militar en el Mulhacén.
El 18 de enero, a once días para el comienzo de los Mundiales, entró una borrasca que apenas empolvó la Sierra, sólo las partes altas, mientras que en Pradollano lo que se veía en la nueva Plaza de Andalucía eran los paraguas abiertos. No hacía el frío suficiente.
Acto seguido entraría otro frente en el que la organización tenía puestas las últimas esperanzas. Todo estaba preparado para recoger la nieve y moverla a las pistas. Pero de nuevo el blanco pasó de largo y se tuvo que activar un plan de emergencia: cambiar de escenario algunas pruebas modificando pistas y puntos de salida, cancelar definitivamente competiciones, y cerrar las pistas al público. Dos días después, el 22 de enero, los técnicos de la FIS, Jan Tischhauser y Sepp Messner, comenzaban la evaluación de las pistas. Sólo faltaba una semana y las previsiones del tiempo no eran favorables.
Y no nieva...
Pero desde hacía ya días se trabajaba en la posibilidad de que no se pudiesen celebrar los Mundiales. La primera advertencia la lanzó el presidente del comité organizador Juan López Martos el 9 de enero: la nieve artificial no aseguraba la celebración de los Campeonatos y que tenía que nevar de verdad. El día 14 se deslizó por primera vez la posibilidad de aplazar la cita. De un lado, Gianfranco Kasper, secretario general de la FIS, apuntaba ya a 1996. De otro, su presidente Marc Hodler, avanzaba la posibilidad de trasladarlos a marzo. Empezaban a tomar cuerpo las gestiones de Jerónimo Páez, el segundo de a bordo del comité organizador, y un año más tarde líder de Sierra Nevada 1996.
Aún así, el trabajo seguía centrado en inaugurar un día como hoy de hace 25 años, pero con un ojo en las pistas y otro en los despachos. Había que evitar la suspensión y convertirla, de verdad, en un aplazamiento. Que los popes de la FIS lo hubieran deslizado no era del todo fiable.
Los técnicos enviados a Granada alababan el trabajo de los encargados de nieve, pero en su primer informe (del 22 de enero) exigían más seguridad. Hasta el mítico Paquito Fernández Ochoa, asesor de la organización, lo pedía: una salida de pista era irse directamente contra las rocas. Por entonces no hacía ni un año que la gran esquiadora austriaca Ulrike Maier había muerto en un accidente en competición. Tampoco ayudaba a que en la FIS estuvieran seguros que en aquellos días de enero casi se pudiese ir en manga corta por la calle. Ni llovía, ni nevaba, pero es que tampoco hacía frío como para innivar artificialmente.
El 25 de enero Gianfranco Kasper reducía las posibilidades de que se celebrasen los Mundiales a un 51%. En Sierra Nevada nadie durmió, contaban las crónicas. Al día siguiente se daba el veredicto final y la gran pregunta flotaba en el ambiente: ¿quién aseguraba que en 1996 no se repitieran estas condiciones? Era lo que debía resolver la Federación Internacional antes de optar por dar una patada al calendario o definitivamente enterrar los Mundiales.
El aplazamiento
Para que se decidiese el aplazamiento de los Campeonatos del Mundo de esquí alpino, el 26 de enero de 1995, la actividad diplomática y negociadora fue tremenda. Jerónimo Páez llevaba días colgado del teléfono y tiró de sus mejores artes negociadoras. No se despegó del secretario general de la FIS Gianfranco Kasper, con quien comparecía ante la prensa de forma habitual. Por otro lado pidió la intermediación del rey Juan Carlos I y de Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, y a través de ellos convencer al mandamás de la FIS, Marc Hodler, alto cargo también del COI, de que Granada debía tener sus Mundiales un año después.
Evaluación de pérdidas, tanto para la organización como para la FIS, la falta de grandes citas internacionales en el esquí para 1996, pero sobre todo el esfuerzo de Granada y de sus representantes llevaron a la decisión final favorable al aplazamiento. Kasper decía que desde que está en la organización de Mundiales en 1970 no había visto tanta inversión ni tanto trabajo en una sede, aspecto que Jerónimo Páez siempre creyó que fue decisivo para dejar los Mundiales en casa.
Y así se anunció en una rueda de prensa hace 25 años y tres días: "Habiendo analizado la situación actual y después de estudiar con todo detalle los partes meteorológicos a largo plazo, el comité organizador y la FIS han decidido que, debido a causas de fuerza mayor, los Mundiales no podrán ser realizados. El comité organizador es declarado oficialmente preparado para celebrarlos en febrero de 1996, con mejoras y nuevas instalaciones en las áreas de esquí. La FIS y el comité organizador os invitan a los Mundiales de esquí alpino de 1996, aquí, en Sierra Nevada". Este fue el comunicado leído por Gianfranco Kasper y que Granada entera escuchó con el corazón en un puño.
Un año más de preparación, un año más para llegar poner más cañones, un año más para terminar las autovías, un año más de visitas de Cecilio a los colegios... Aquella visita de la Casa Real a Granada tal día como hoy de hace 25 años enterró Sierra Nevada 1995 y vio nacer a Sierra Nevada 1996. Pero esa ya es otra historia. Con un final muy feliz.
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