Tocar un instrumento musical podría aumentar hasta tres puntos el cociente intelectual en menores, según un estudio realizado en Granada
UGR
Científicos de la Universidad de Granada hallan nuevas evidencias de los beneficios que aporta tocar un instrumento sobre las capacidades cognitivas y el rendimiento académico
Científicos de la Universidad de Granada (UGR) han hallado nuevas evidencias de los beneficios que aporta tocar un instrumento sobre las capacidades cognitivas y el rendimiento académico de niños y adolescentes, a través de la revisión y metaanálisis más actualizados hasta la fecha. Su trabajo, titulado ‘Please don't stop the music: A meta-analysis of the cognitive and academic benefits of instrumental musical training in childhood and adolescence’, ha sido publicado en la revista de alto impacto Educational Research Review, una de las más importantes del mundo en el ámbito de las Ciencias de la Educación.
Los investigadores han cuantificado la magnitud de los cambios cognitivos que aporta la práctica musical, revelando que tocar un instrumento puede beneficiar un amplio número de capacidades mentales, como la memoria y la atención. En términos de inteligencia, tocar un instrumento llegaría a aumentar el cociente intelectual de niños y adolescentes hasta 3 puntos. Y aunque la mayoría de personas no se inician en esta actividad en busca de una mejora cognitiva, “un beneficio así debería entenderse como un preciado regalo, que añade más valor a una actividad que ya tiene valor en sí misma”, destacan los autores.
El interés por identificar actividades que potencien las capacidades mentales ha crecido en los últimos años. En nuestras sociedades las personas pueden elegir entre una gran cantidad de opciones de ocio, y la comunidad científica está trabajando para determinar cuáles de ellas podrían tener beneficios en aspectos clave de nuestra cognición, como el rendimiento escolar, la atención o la memoria.
Los investigadores de la UGR Rafael Román Caballero y Juan Lupiáñez Castillo, en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad McMaster (Canadá), han analizado cuantitativamente los resultados de todos los estudios disponibles en la temática, y aportan nuevas evidencias de que practicar música durante la infancia y la adolescencia tendría efectos positivos sobre las capacidades cognitivas y el rendimiento académico.
Un debate habitual en este tipo de estudios es si las diferencias que se observan entre las personas que practican música y quienes son causa de implicarse en esta actividad. Por otro lado, las diferencias podrían ser el resultado de un sesgo de selección, es decir, que las personas con condiciones más favorables son las que acceden más a este hobby y la práctica musical no produciría ningún cambio cognitivo, las diferencias serían anteriores al inicio de la actividad. El metaanálisis sugiere la causalidad de este efecto, dado que todos los estudios incluidos siguieron un diseño longitudinal comparando a los grupos de participantes antes y después de aprender a tocar. El resultado se repite en el diseño estándar de oro para probar causalidad, los ensayos controlados aleatorizados.
Más impacto cuanto mayor sea el margen de mejora
El trabajo, además, ofrece otros resultados interesantes. En primer lugar, el efecto de la música parece ser mayor cuanto menor sea la edad de la persona cuando comienza a tocar el instrumento y cuanto menor sea su estado de desarrollo cognitivo en el momento inicial. Así, los cerebros más jóvenes y con mayor margen de mejora son los que podrían beneficiarse más. De hecho, el metaanálisis observó un mayor impacto de la práctica musical en los niños de ambientes más desfavorecidos.
También los autores encuentran que no todas las actividades musicales producen estas mejoras. Esto es algo que se ha observado con otras actividades con potencial cognitivo: “no todo vale”; es decir, no todas las versiones de esa actividad influyen de la misma manera. En el caso de la música, la evidencia con videojuegos musicales (como el famoso juego Guitar Hero) o simplemente con escuchar música o no hacerlo no parece ser tan clara.
“Parece que la capacidad estimuladora de aprender a leer partituras y lenguaje musical, sincronizar movimientos de manos y dedos, coordinarse con otras personas en la interpretación de una obra, y mucho más, son claves para este efecto”, apuntan los autores.
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