Cuando se acaba el amor y empieza la guerra
La mayoría de las peleas por la custodia de la mascota se resuelven con pactos, pero a veces llegan a los tribunales, casos que cada vez son más frecuentes
"Si me abandonas, sólo quiero los perros", cuenta Martina Navratilova que le decía su ex pareja, Judy Nelso, con quien luego protagonizaría una de las batallas judiciales más sonadas de la historia de la prensa rosa. Juntos, esta pareja, llegó a tener 17 mascotas en común. Hoy en día cada vez son más las parejas, homosexuales o no, que en vez de tener hijos optan por tener máscotas. Y, cuando se acaba el amor y empieza la guerra, puestos a fastidiar al rival, el cariño por el perro o el gato se puede exagerar para convertirlo en el talón de Aquiles del contrario.
Así las cosas, cada vez más los jueces tienen que hacer frente a disputas por la custodia de la mascota. Y tan cruentos son los enfrentamientos y tal es la falta de buena voluntad que si algunos ex cónyuges pudieran entrenarían a la mascota para matar y fijarían el régimen de visitas.
Los primeros casos en España se remontan a abril de 2006, cuando la Audiencia de Barcelona rechazó un convenio regulador planteado por un matrimonio que preveía visitas al perro de la pareja, previo consentimiento de la ex esposa. La sentencia determinó que aquel acuerdo no se podía hacer cumplir por la vía forzosa, ya que sus términos no implicaban derecho susceptible de ser ejecutado desde el momento en que la obligación estaba sujeta a la voluntad de la ex y actual rival.
Frente a ese criterio, sin embargo, en 2002 un juzgado de San Vicente del Raspeig (Alicante) resolvió la disputa de una pareja por un caniche al establecer que el animal permaneciera con la mujer, quien debería encargarse de su alimentación y cuidados, pero que el ex marido podría visitarlo durante los fines de semana.
Otras veces, en vez de visitas a la criatura los juristas optan por soluciones más salomónicas. En octubre de 2010 un juzgado de Familia de Badajoz aceptó la petición de un hombre para disfrutar de la custodia compartida del perro de la pareja. La mujer recurrió a la Audiencia de Badajoz que en febrero de este año ratificó la primera sentencia, de modo que el animal desde entonces reside seis meses con cada uno de sus dueños.
Víctor Moreno, una abogado granadino que ha divorciado a tantas parejas como han casado algunos curas, sabe muy bien de qué va el tema. "Conozco la sentencia de Badajoz, que jurídicamente ha considerado a la mascota como un bien semimoviente (no inmueble) y en la liquidación de gananciales su uso ha sido atribuido a temporalmente a un miembro de la pareja".
El magistrado José Luis Utrera comprende la pretensión de la pareja y reconoce que éste será un fenómeno en auge "porque cada vez las familias tienen menos niños y más animales domésticos", no obstante, entiende que éste no es un asunto "objeto de litigio y resolución judicial". En su opinión lo importante es que las parejas en proceso de ruptura regulen de forma privada estos pactos, "sin acudir al juzgado".
Y para la vía del acuerdo, el abogado granadino miembro del grupo de Abogados de Familia, lo mejor antes de llegar al estado de enajenación furibunda del divorcio es hacer un acuerdo prematrimonial. "Cada vez son más comunes. Lo importante es que queden claras las medidas que se han acordado para cuando llegue la crisis. Salvo el caso de los niños, tódo lo demás se puede pactar, desde rechazar la pensión compesatoria hasta quien se queda con el álbum de fotos (un cláscio) o la mascota".
Los veterinarios también reconocen que los animales domésticos constituyen un punto de fricción importante en las separaciones, aunque "lo habitual es que no se acuda al juzgado, sino que se resuelva entre ellos", indica Fernando Sanz. Aún así, admite que entre sus clientes conoce algún caso en el que los animales domésticos han sido objeto de acuerdos privados de custodia compartida. Legalmente se establece que la propiedad del animal corresponde a la persona cuya identidad figura en los datos del chip de la mascota. Este argumento ha conseguido apaciguar algunos ánimos enervados.
Otra veterinaria, Susana Maldonado, recuerda otra separación en la que fue el perro y no el hijo menor de la pareja el centro del conflicto. El asunto logró resolverse precisamente porque era la identidad de la ex esposa la que aparecía en el chip y , por tanto, como dueña legal del animal era la responsable del perro y de los posibles incidentes que pueda protagonizar o sufrir con terceros.
Su compañera, Fani Morales, le quita hierro a las tensiones originadas por los animales durante las separaciones de las parejas porque "generalmente llegan a acuerdos". Pero aún así recuerda lo que denomina "un caso extremo": Un hombre que trató de hacer sacrificar un gato que había regalado a su ex esposa cuando la relación entre ambos concluyó. "Nos avisaron de la protectora cuando vieron que el animal estaba sano".
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