El alzheimer afecta a 10.000 granadinos, una cifra en aumento
Cada año la unidad de Neurología del Virgen de las Nieves recibe a 800 nuevos enfermos
Recomiendan que ante los primeros síntomas se acuda a consulta
Granada/"El día a día es durísimo. Y no te ayuda nadie porque no hay medios, te preparas tú para todo, nadie te enseña a bañar a un adulto, ni a limpiar una ulcera por presión; nadie te enseña a afrontar una desinhibición sexual, ni a afrontar la agresividad, una alucinación o un delirio. Al final acabas enfermo tú mismo porque tienes que levantar a tu familiar, bañarlo si quiere y eso si entre medias no te ha golpeado 30 veces o te ha insultado. Tu familiar no sabe quién eres, ni que has pasado con él 50 años. Nadie te prepara para darle de comer a una persona que no sabe comer. Entonces llega un punto en el que estás cuidando a una persona que no te reconoce: eso es lo más duro para un familiar, junto a la agresividad que trae consigo la enfermedad". Este es el reflejo de la vida de Manuel Amurgo Galán, familiar de una persona con alzheimer y trabajador social y gerontólogo de la Asociación Altaamid, una de las seis que existen en la ciudad dedicadas a esta patología y la más grande en número de usuarios. Este relato lo comparte con 10.000 voces más en Granada, donde la cifra de pacientes por esta patología crece exponencialmente cada año.
Desde hace varios años, en la unidad de Neurología del hospital de Traumatología del Virgen de las Nieves están viendo a 800 nuevos pacientes de alzheimer cada año. Según los datos aportados por Cristóbal Carnero, jefe de sección desde hace 14 años, en sus consultas tratan a más de de 1.000 de estos pacientes al año. En Granada hay casi 10.000 personas que padecen la enfermedad, cifra que se oscurece atendiendo a que el 17% de la población de la provincia es mayor de 65 años y que dicha patología es la principal causa de deterioro cognitivo en personas mayores.
"El problema es que esto va a aumentar mucho, probablemente en los próximos 20 años esta cifra se duplique, es el problema que nuestros responsables deben plantearse y atenderlo en mayor medida, hay que tener muy claro que a esta patología no hay que esperarla".
El facultativo subraya que lo más reseñable de los últimos años en cuanto a la enfermedad de Alzheimer -que hoy celebra su Día Mundial- es el impacto, no solo en la persona que lo sufre y su familia, sino el coste que supone a la sociedad. "Estamos viviendo un envejecimiento demográfico", explica, que no hará si no acentuar las cifras de afectados por alzheimer. Esto ha hecho que los facultativos hayan cambiado el concepto de trabajo y sobre todo de abordaje: lo más eficaz es el diagnóstico temprano y no esperar a acudir a consulta cuando "aparezcan los problemas en casa".
Es cierto que no todo el mundo puede vivir pensando que la enfermedad está al acecho, pero lo que los profesionales tratan de abolir es la frase de: "son cosas de la edad". Carnero aclara que la edad no tiene por qué asociarse indefectiblemente a un deterioro cognitivo, sucede mayoritariamente a personas mayores pero hay muchos ancianos que no tienen este problema. "Lo que hemos aprendido es que cuando antes detectemos el problema antes podremos abordarlo y poner remedio para ralentizar ese proceso", sentencia el jefe de unidad.
Los remedios por ahora son limitados, reconoce, pero existen una serie de estudios que "nos hacen ser muy optimistas, la enfermedad va a cambiar de manera muy significativa en los próximos años".
Vivimos en una época en la que se va a cambiar el abordaje del alzheimer. El médico es positivo cuando asegura que nos vamos a tener que acostumbrar a que es una enfermedad que tendrá un diagnóstico como el colesterol. "Probablemente estaremos en disposición de verla cuando no presente síntomas y seamos capaces de distinguir los rasgos característicos de esa enfermedad", afirma. "En ese momento el tratamiento irá directo a paliar la dirección de la enfermedad".
Por desgracia, y por ahora, el alzheimer no tiene cura. Por lo tanto el tratamiento solo está enfocado a mejorar los problemas que produce la enfermedad, como la pérdida de memoria. El que se usa en la actualidad se ha demostrado, aunque de forma discreta que sí es capaz de mejorar un poco estos aspectos y ralentizar el proceso, afirman desde la unidad del Virgen de las Nieves. Este también mejora los cambios de la conducta como la agresividad o los cambios del sueño y las alucinaciones.
Por otro lado, y como otras enfermedades, también dependen de factores ambientales. "Hemos aprendido que la enfermedad de Alzheimer también se puede retrasar o prevenir. Son medidas de salud pública como el control de los factores de riesgo como la tensión alta, el colesterol o el azúcar mejora la perspectiva de no padecer la enfermedad. "Sabemos también que una alimentación sana, como la mediterránea, previene su aparición". La actividad física es capaz también de mejorar y prevenir la patología, pero por encima de todo está la actividad mental que, según apunta Carnero, está demostrado que si se lleva a cabo es capaz de revertir los primeros síntomas. "Las evidencias están más a favor de la actividad cerebral que de los tratamiento farmacológicos para mejorar los síntomas", sentencia.
La sanidad pública se ocupa de la tarea asistencial y del tratamiento del paciente, y donde acaba su alcance comienza la labor de las asociaciones. Altaamid es la mayor de la ciudad y se vuelca no solo con el paciente, sino que también en prestar gran atención a los cuidadores, que "llegan sobrecargados" y necesitan de múltiples atenciones: desde psicológica hasta legal, explica Manuel Amurgo.
La asociación Altaamid cuenta con 1.150 socios, lo que la convierte en la mayor de la ciudad. A su centro de día acuden en torno a unas 40 personas y diariamente se atienden a cerca de 25 personas en cuestiones de información y asesoramiento.
Estas asociaciones se ocupan de los aspectos a los que la Seguridad Social no llega. "El cuidador cuando empieza a sobrecargarse también sufre a una serie de alteraciones: desde las económicas -porque una persona con alzheimer tiene un coste al año de unos 30.000 euros- hasta alteraciones emocionales, psicológicas", explica Amurgo que defiende la labor contra la soledad y el desconocimiento de los cuidadores, en mayor medida cónyuges del enfermo y también de edad avanzada.
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