1945: El año del maquis, del hambre y de la Redonda

Granada año a año

Varios grupos de seguidores de la República se echan al monte y forman la Asociación Guerrillera de Granada

Es remodelada la Plaza de las Pasiegas y se termina el Camino de Ronda

1944: Las tortillas francesas que Morcillo se comía en el Pardo

1945: El año del maquis, del hambre y de la Redonda / G. H.
Andrés Cárdenas

16 de octubre 2022 - 05:40

1945 fue un año duro y difícil para gran parte del mundo, pero también esperanzador: ¡Se acaba la II Guerra Mundial! Los alemanes y los japoneses se rinden. Éstos últimos tras soltar Estados Unidos una bomba sobre Hiroshima. Hitler se suicida en su bunker de Berlín y al cadáver de Mussolini lo cuelgan en una plaza de Milán. Empieza una nueva etapa de la Historia. En España aún hay gente que cree que no ha acabado la Guerra Civil y que hay que seguir luchando para restablecer la República: son los maquis. Es más, se piensa que si los aliados habían acabado con los fascismos de Hitler y Mussolini, podrían también acabar con el de Franco. Por eso se crea en 1945 la llamada Agrupación Guerrillera de Granada, que tenía estructura político-militar y su lucha, en principio, era política. Hay quien dice que fueron auténticos guerrilleros, personas que no querían que el fascismo triunfara en España. Pero hay quien piensa que en ese saco de los maquis se metieron también perseguidos por la Justicia y aquellos que huían para que no se les aplicara la Ley de Fugas. Cristina Viñes da su opinión en uno de sus muchos libros sobre Granada. “Con frecuencia se ha dicho que el fenómeno de los maquis vino a constituir la última batalla de la causa republicana. Sin dejar de ser cierta esta interpretación, se ha puesto de relieve después que su realidad esconde una mayor complejidad de planos y matices. La propia represión resulta otro factor a tener en cuenta, así como también la miseria generalizada que impulsa a ‘echarse al monte’”.

Los hermanos Quero

A la Asociación Guerrillera de Granada pertenecieron numerosas y variadas partidas como la de Rastrojo, que actuaba por el término municipal de Diezma; la de los Galindos, que lo hacía por La Alpujarra; el grupo de Ollafría, que se movía entre Jaén y Granada; la dirigida por Rafael Castillo Clares o la de Rabaneo, el Yatero o la de Culoancho. No sé quién le ponía los motes a los maquis, pero algunos son de nota. Sin embargo, en Granada, si se habla de maquis no hay más remedio que hablar sobre los hermanos Quero. Lo mismo que había una guerrilla rural había una urbana. Los Quero pertenecían a esta última. Sus nombres no eran muy complicados: Antonio, Pepe, Paco y Pedro. Durante varios años pusieron en jaque al Régimen y eran muchos los gobernantes que pretendían ponerse la medalla con su aniquilación. Los cuatro hermanos forjaron una leyenda y, como todas las leyendas, hay visos de realidad y de mentira. Eran del Albaicín y fueron muchas las acciones que se le achacaron. Tras alistarse en el ejército republicano, Antonio y Pepe acabaron en la cárcel al terminar el conflicto armado en 1939. Lograron fugarse. A partir de ahí, se unieron a sus hermanos para formar una partida de guerrilleros "bastante importante", según explica el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada Claudio Hernández Burgos. Algunos autores han apuntado que eran anarquistas, aunque lo único que realmente está probado es que se declaraban antifranquistas. Quedó demostrado que los hermanos, al menos algunos de ellos, tenían incluso convicciones católicas y portaban medallas de la Virgen de las Angustias. Los Quero actuaban a plena luz del día, sin cubrirse el rostro e "incluso en fechas tan señaladas como el Día de la Cruz", apunta Hernández Burgos. Llegaron a enfrentarse a la policía en pleno centro de la ciudad.

Muchos ciudadanos, sobre todo aquellos que escondían sus convicciones izquierdistas, los tachaban de héroes, pero para muchos otros y para la prensa eran simplemente bandidos, delincuentes o ladrones. El autor Jorge Marco cuenta en un libro que tiene sobre los hermanos Quero que los vecinos de Granada se debatían entre el miedo por sus actos y la gratitud de quienes eran ayudados por estos guerrilleros urbanos, pues repartían parte de sus ganancias entre familias necesitadas y represaliados. De ahí que se les comparara con Robin Hood.

Tres de los cuatro hermanos Quero / G. H.

Sin embargo, tras varios secuestros y la muerte de uno de los secuestrados hizo que la balanza se inclinara hacia los que deploraban sus acciones. Al final los cuatro acabaron de forma trágica. Pepe murió tiroteado durante un secuestro por el hijo del capturado. Tenía 29 años. Pedro se pegó un turó al verse acorralado por la Guardia Civil en el Sacromonte. Uno de los sucesos más conocido fue la muerte de Paco Quero, muy cerca del Ayuntamiento. Se produjo un tiroteo, huyeron hacia el Realejo y lo abatieron en la calle Solares. Una persecución que comenzó en la Plaza de los Lobos y que acabó con este joven de 24 años en el suelo y con el rostro desfigurados por la cantidad de disparos que había recibido. Ocurrió en marzo de 1946. Un año después Antonio se pegó un tiro cuando él y parte de la banda estaban acorralados por la Guardia Civil en un piso del Camino de Ronda. Aguantó allí atrincherado casi tres días hasta que puso fin a su vida. Con el ocaso de los Quero se cerró la leyenda de los maquis de ciudad más famosos del país.

Obras en la Redonda

El Camino de Ronda, o la Redonda, como era más conocido y donde se abatió al último de los Quero, se abrió en 1945. Se trataba de una primera circunvalación que pretendía desplazar fuera de la ciudad todo del tráfico pesado que hasta entonces la recorría, según recuerda el profesor Joaquín Bosque Maurel en su libro Granada, historia y cultura. Para el alcalde de Granada, Gallego Burín, era “quizás la única obra realizada en Granada modernamente con un claro sentido urbano”, dijo. Él pretendía varias cosas. Primera que las obras dieran trabajo a muchas personas que estaban en el paro. Dos de cada tres granadinos no tenían un tajo fijo al que agarrarse. Y segundo, que la Redonda fuera la barrera que impidiera la invasión de la Vega por la ciudad. Parecía una buena idea, pero los resultados fueron otros. Con el tiempo, los caminos se convirtieron en calles, los huertos en solares y los solares en edificios. Y al final los edificios acabaron saltando la supuesta barrera e invadieron el otro lado de la Vega. Normal.

También es un año de obras, a pesar del hambre, que sigue vigente en los estómagos de los granadinos. Granada sigue levantada en la remodelación de calles y las redes de agua potable. Hay un chiste de Miranda de aquella época en Ideal en la que se ve a dos paisanos delante de una obra y uno le dice al otro. “¡Qué bonita es Granada!”. “Sí, cuando la terminen”, dice el otro con esa malafollá que nos distingue. En los chistes de Miranda siempre iban un gato y una mosca. Era muy aficionado al toreo y él mismo explicó en una entrevista que de pequeño no quiso lavarse las manos durante varios días porque estrechó las del famoso torero Juan Belmonte.

Ese año se inauguró el parador de San Francisco. Resulta que el alcalde Gallego Burín era muy amigo de Luis Antonio Bolín, el director general de Turismo y se lo cameló para que ordenara construir un parador en lo que fuera antaño el convento de San Francisco. Allí, en la capilla de ese convento, fueron enterrados por primera vez los Reyes Católicos, hasta que Carlos I de España ordenó al conde de Tendilla que los enterrasen en la Capilla Real. La invasión francesa y la desamortización, con sus graves efectos sobre los bienes eclesiásticos, dejaron prácticamente en ruinas al convento, cuyos frailes tuvieron que abandonarlo en 1835. Dice Juan Bustos que como nadie parecía interesarse por su conservación, se pensó que lo mejor era subastarlo, pero el Estado, que seguía ostentando la propiedad, acabó por convertirlo en almacén de Artillería y más tarde en casa de vecinos. Hoy sirve de residencia temporal de turistas con una buena economía. Es uno de los paraderos estrellas de la red.

Es un año de obras, a pesar del hambre mientras Granada sigue levantada en la remodelación de calles y las redes de agua potable

El 2 de abril de 1945 visitó por primera vez Granada José María Escrivá de Balaguer para iniciar en la capital la labor del Opus Dei. Quería fundar aquí un Colegio Mayor y para ello visitó el carmen de las Maravillas, en la cuesta de Alhacaba. Le gustó mucho la vivienda, a pesar de no estar en muy buenas condiciones y de contar con elementos extraños en el jardín: los parterres estaban delimitados por botellas de vino hincadas boca abajo que el dueño se había bebido. Con un par. El caso es que a monseñor Escrivá le maravilló el carmen de las Maravillas y lo adquirió para convertirlo en el Colegio del Albayzín para universitarios. Fue la primera y la última vez que Escrivá de Balaguer, elevado a los altares en 2002, estuvo en Granada.

De universitarios era la película El último guateque, el primer largometraje del director granadino Juan José Porto, que nació en el sanatorio de la Salud el 16 de abril este año de 1945. También tiene otras películas que en los años setenta triunfaron en los cines de los años setenta como El curso que amamos a Kim Novak y Crónicas del bromuro. Igualmente versionó para el cine El florido pensil, sobre la enseñanza durante el franquismo, de Andrés Sopeña. Precisamente en 1945 una ley orgánica diseñó lo que sería la enseñanza primaria. La Formación del Espíritu Nacional fue la principal asignatura que se impartió a los españoles. Depuración de profesores, estricta moralidad, religión y patriotismo caracterizaron la pedagogía de la década. Pero Porto también ejerció de periodistas dirigiendo periódicos como La Voz de Almería y Patria. Porto vive ahora en Madrid con su cabeza aún llena de sueños y de proyectos.

El Canuto y el bar Provincias

Hablando de cine, también ese año fue inaugurado el cine Príncipe, conocido popularmente como El Canuto por su forma estrecha y alargada. En 1946 comenzó a pavimentarse con piedra de Sierra Elvira la plaza de las Pasiegas y se construyeron esas escaleras que acercan a la entrada principal de la catedral y que suelen están cubiertas por las posaderas de los turistas cansados. La plaza de las Pasiegas se llamaba plaza de las Flores porque allí había un mercado donde se vendían flores y cuyos puestos estaban regentados por mujeres que procedían del valle cántabro del Pas. Otra teoría dice que lo de Pasiegas viene porque allí se reunían las nodrizas de aquel valle a amamantar a los hijos de los burgueses granadinos durante buena parte del siglo XIX. A veces en Granada el origen del nombre de cualquier lugar puede tener varias explicaciones. El caso es que para inaugurar la plaza de las Pasiegas como escenario actuó la Compañía Lope de Vega, que estaba dirigida por José Tamayo. Al año siguiente se estrenaría el auto sacramental La cena del Rey Baltasar, de Calderón de la Barca. En la remodelación de toda aquella zona surgiría el bar Provincias, en el callejón del mismo nombre que une la plaza de la catedral y la de Bibrrambla. Todo granadino que se precie se ha tomado un par de cañas alguna vez en el Provincias. Y si no, todavía puede hacerlo.

Ese año un incendio declarado en la manzana de casas comprendidas entre la calle Mesones, Hileras, Alhóndiga y Jáudenes, afectó a quince edificaciones y se tuvieron que desalojar a los vecinos de dichas calles. No hubo víctimas, pero veinte casas quedaron en la ruina total. Las desgracias ese año culminan con una fuerte tormenta en la Costa que causó daños en los cultivos en Motril y Salobreña. Después de una larga sequía viene una tormenta y lo arrasa con todo. El tiempo, como se ve, no ha estado nunca cuerdo.

El Bar Provincias está en la calle del mismo nombre. / G. H.

La cultura en aquellos tiempos era algo que no daba de comer, por lo tanto, no interesaba. Los pintores y los poetas sí tenían su espacio. Los primeros con sus exposiciones esporádicas y los segundos en los juegos florales que organizaban los ayuntamientos. De García Lorca no se podía hablar. Nuestro novelista y ensayista más destacado, Francisco Ayala, se había exiliado y desde América escribía Los usurpadores y los relatos de Cabeza de cordero en los que abordaba las secuelas de la guerra.

Al bajar esa temporada el Granada a Segunda División, se instalan dos crisis en el club. Una moral y otra económica. Los mejores jugadores se largan. También el presidente y el entrenador. Al final se hace cargo del club Manuel Fernández de Prada y Villarroel, marqués de la Torres de Orán, ahí es ná. Lo propone el gobernador Fontana, que le hace pagar al noble 150.000 pesetas que se debían a jugadores y directivos acreedores. El marqués forma una nueva junta directiva en la que al menos el cincuenta por ciento pertenecen a la nobleza granadina. Ni por esas el Granada sale del bache en el que se había metido. En el mundo de los toros, ese año hay plaza nueva y en la segunda corrida del Corpus triunfó Manolete, que llenó la plaza porque era el torero más famoso del momento. Completó el cartel con Pepe Martín Vázquez y Parrita. Su faena en el Corpus sería recordada durante muchos años por los aficionados granadinos porque cortó las cuatro orejas y los dos rabos. Salió a hombros de la plaza. Dos años más tarde saldría también a hombros, pero en un ataúd. Su muerte, acaecida en Linares, vistió a España de luto.

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