1946: El año en que se pudo esquiar en la Cuesta Gómerez
Granada año a año
La Fuente de los Leones pierde una taza y en diciembre se da lo que fue llamada la nevada del siglo.
Se inaugura por todo lo alto el Estadio de la Juventud, nacen Emilio de Santiago y Francisco Martín Morales y muere en Argentina Manuel de Falla
Granada/Al escritor británico Somerset Maugham, que estuvo varias veces en Granada en los años cuarenta, le preguntaron una vez qué había que hacer con la vida. "Pues vivirla, no se me ocurre otra cosa mejor", dijo el escritor. Pero claro, lo importante no es saber que hay que vivirla, sino saber cómo vivirla. En su recorrido por las calles de Granada el escritor había encontrado una ciudad "triste, gris y desolada". Decía que sus habitantes estaban siempre vagabundeando "melancólicos y ociosos por las calles". Y nos tachaba a los granadinos de taciturnos y sombríos. Normal. Recuerden que estamos en la década de la carencia y de las dificultades que provocaba el día a día a la hora de subsistir. Quien lograra una hogaza de pan, un poco de aceite o unos boniatos para asarlos, se podía sentir el rey del mambo. Aunque por encima de los lamentos y las quejas de los habitantes se oían los pregones de los mercachifles, el cascabeleo de los coches de caballos en donde iban los pocos turistas que llegaban a la ciudad, la voz del aguaor alabando el agua de la Fuente del Avellano… La vida seguía. Granada, como tantos otros sitios de España, estaba viviendo la época que la Historia le había asignado. Y punto.
En 1946 Gallego Burín sigue vestido de albañil y continúa con la transformación de la ciudad. En ese año se reforma la Plaza de las Pasiegas, la de San Isidro y se construye la rotonda que separa los Paseos del Salón y de la Bomba. "Regir una ciudad no es, únicamente, administrarla, es, también, algo más y más hondo. Es darle alma, darle tono, darle estilo", dijo cuando inauguró la reforma de la Plaza de Santa Ana. Aunque en las habladurías de los tertulianos críticos se dejaba caer que en la restauración de dicha plaza el alcalde había barrido para su casa al ordenar colocar el Pilar del Toro, que estaba en la calle Elvira, enfrente de su vivienda.
Antonio Gallego Burín no sólo se dedica a ser alcalde, también tiene tiempo para la escritura y publica ese año una Guía de Granada que, según José Luis Entrala, "llegó a convertirse en la más clásica y vendida con innumerables ediciones que la llevarán a estar en plena vigencia hasta el fin de siglo". Por esas fechas también publica Marino Antequera su libro Dos días en Granada, que sirve bastante para el turista que viene por poco tiempo a la ciudad de la Alhambra. En ese año se celebra también el centenario de la visita de Alejandro Dumas a Granada. El célebre autor de Las Damas de las Camelias había escrito un libro llamado De París a Cádiz y había puesto a Granada por las nubes. El gran cronista de Granada Cándido García Ortiz de Villajos contaba en sus crónicas que el escritor francés se había alojado en una fonda de la calle Silencio que regentaba José López Jiménez, conocido como Señor Pepino. Y que el escritor francés había llamado a Granada la 'ciudad reina'. Todo fueron elogios y parabienes para los sitios que había visitado, a pesar de que a su hijo le dieron un ladrillazo en la Plaza de Cuchilleros.
De Santiago y Martín Morales
A pesar de los momentos económicos tan difíciles, el alcalde está dispuesto a promocionar Granada en España y en el extranjero. Para ello invita a periodistas a visitar la ciudad durante el Corpus. Los trató tan requetebién que luego no tenían más remedio que exaltar a Granada en las crónicas que escribían para sus periódicos. Los periodistas durmieron en el Alhambra Palace, visitaron gratis todos los monumentos, cenaron en el Parador y se llevaron de recuerdo un plato de Fajalauza. Todo de gañote. Según Entrala, hubo muchas críticas en tabernas y mentideros varios por parte de quienes consideraron un despilfarro aquel alarde en una Granada con tanta hambre y miseria. Los que defendieron la idea del alcalde dijeron que gracias a esa visita Granada fue primera página en el ABC y escribieron sobre la misma –alabando sus bondades, claro– periodistas de gran renombre en aquellos tiempos como el accitano Gómez Aparicio, Mariano Rodríguez Rivas, Sánchez Camargo y Eugenio D'Ors. Las crónicas también fueron difundidas por la agencia EFE al extranjero. ¿Estuvo ese dinero bien gastado? Ustedes, queridos lectores, tienen el privilegio de pensar lo que quieran.
En 1946 nacieron el arabista Emilio de Santiago y el humorista Francisco Martín Morales, dos personas que amaron a Granada hasta dolerles el alma. Y murieron el cardenal Parrado y Manuel de Falla, este último en Argentina. En este inexorable ciclo de la vida, unos nacen y otros mueren.
Emilio de Santiago, con el que mantuve una postrera y firme amistad, nació el día de Navidad, en el que cayó una intensa nevada que dificultó la llegada de la partera a la casa. Por eso su madre le acostumbraba a decir: "Emilín, tú siempre tan inoportuno". Unos días antes, el 18 de diciembre, había caído tanta cantidad de nieve que los periódicos Ideal y Patria coincidieron en su portada que era la "nevada más intensa y persistente del siglo". Así lo constataba el Observatorio de Cartuja de la Compañía de Jesús. La nieve incomunicó varios pueblos de La Alpujarra y la carretera de Madrid se cortó a la altura de la Venta de la Nava. Cayó tanta nieve que hasta los jóvenes pudieron esquiar en la Cuesta de Gómerez y en la Acera del Casino. La vida en la ciudad quedó prácticamente interrumpida porque los repartos de pan, leche y agua, que se hacían en burros o carros tirados por mulos, no llegaron a realizarse. Así que Emilio de Santiago se quedó helado cuando llegó a este mundo. Él fue un referente cultural en Granada desde los años 70. Una persona destacada y reconocida por sus estudios sobre Al-Andalus, por sus publicaciones y por su conocimiento sobre la Alhambra, que conocía mejor que la cocina de su casa. Lo llamaban siempre que venía una persona importante a Granada para explicarle los pormenores del monumento nazarí. Estuvo muchos años en ese menester, hasta que José Miguel Castillo Higueras le quitó el puesto. Tradujo los poemas que hay en el monumento de Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak y los recogió en el libro La voz de la Alhambra. Lo que se dice una eminencia. Mantuvo siempre una actitud crítica con los poderosos y los ignorantes que presumían de sabios, lo que siempre lleva al desprecio de los gobernantes y finalmente al olvido. Murió en 2015 completamente solo, enroscado como un perrillo, como su admirado Sócrates cuando se bebió la cicuta que le dieron.
Esa misma actitud crítica es la que mantuvo siempre Paco Martín Morales con sus dibujos. Nació en 1946 en Almería, pero su familia pronto se vino a Granada. Primero a Almegíjar y después a la capital. Hubo un tiempo en que los dibujos de Francisco Martín Morales agriaban el desayuno a más de un preboste, político o poderoso. Por eso también muchos de los lectores de los medios en los que él trabajaba los primero que hacían era buscar la viñeta de Martín Morales, convertida en trinchera personal del dibujante más descreído y lucido de cuantos he admirado. Siempre aplicó ese método crítico, tanto en sus dibujos como en sus diatribas y lamentos por el estado del panorama político. En los últimos años de esa época, sus viñetas se convirtieron en verdaderos editoriales de la prensa escrita porque con un simple dibujo y su fina ironía era capaz de burlar o desorientar a la siempre poderosa censura. Estando un día desayunando Paco en su casa de Carataunas, salió al patio a ver cómo iban las labores de poda de los árboles de la vivienda. La rama gruesa de uno de ellos le impactó en la cabeza y le causó tales heridas que ha pasado los doce últimos años de su vida sentado en una silla de rueda y sin comprender lo que pasaba a su alrededor. Paco murió el pasado 27 de agosto.
Setenta y nueve años tenía Manuel de Falla cuando murió en 1946 en Alta Gracia, provincia de Córdoba (Argentina). Falla vivió varios años en Granada, en la calle Antequeruela Alta. Y aquí en encontró un nuevo círculo de amigos con los que desarrollar sus proyectos e intereses. Era muy amigo de Ángel Barrios, pero también tenía contactos con el pintor Manuel Ángeles Ortiz, con Federico Garcia Lorca, con Hermenegildo Lanz, con Fernando de los Ríos y con el propio alcalde, Antonio Gallego Burín, con los que realizó múltiples excursiones para buscar información acerca del folklore de la zona. Fue también el que promovió el Concurso de Cante Jondo cuyo centenario se está celebrando este año. Lo de autoexiliarse a Argentina, sigue siendo un misterio puesto que se llevaba bien con el Régimen. El gobierno de Franco intentó que volviera a España, le ofreció una pensión de 25.000 pesetas si regresaba y en 1940 le concedió el rango de Caballero de Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio. Sin embargo, decidió quedarse en Argentina, a pesar de vivir allí en situación económica apretada y gracias a las ayudas de los amigos. Lo dicho, un misterio. Falla era, sin duda, el músico más conocido por todos los españoles porque su imagen estuvo en los últimos billetes de cien pesetas. Falleció el 23 de noviembre de 1946 y sus restos mortales fueron trasladados a Cádiz, donde reposan en la catedral.
Manifestación contra la ONU
En diciembre se celebraron en varias provincias españolas, entre ellas Granada, multitudinarias manifestaciones para arropar al Caudillo y contra la injerencia extranjera. Ese mismo año se había creado una Organización Mundial de Naciones y España se había quedado fuera por ser el único país colaboracionista con el régimen nazi de Alemania. Además, los demás países vetaban, mediante una resolución, la entrada de nuestra nación en cualquiera de los organismos internacionales, al tiempo que recomendaban la retirada de los embajadores del resto de los países. Franco respondió al día siguiente de tener conocimiento de dicha resolución con manifestaciones en varias capitales españolas.
En Granada la manifestación partió de la Plaza del Carmen y fue al Gobierno Civil y después a Capitanía General. Todos con pancartas y carteles a favor del Franco. Se avecinaba los duros años del ostracismo internacional y de la llamada Autarquía, que pretendía la recuperación económica en la posguerra ignorando el mercado exterior. El Generalísimo intentaba hacer ver a los extranjeros que en España lo adoraban y que nos bastábamos solos para salir de la crisis económica. Los periódicos y el NO-DO hablaron de cientos de miles de personas en toda España los que habían coreado el nombre del dictador: ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!
En 1946 se inauguró por todo lo alto el Estadio de la Juventud, que había promovido el gobernador civil José María Fontana. El gobernador consiguió 600.000 pesetas de Madrid para comprarle unos terrenos al médico Fermín Garrido al final del Camino de Ronda. Las obras se iniciaron en 1944 y el 1945 hubo alguna que otra competición en el mismo, pero hasta 1946 no se inauguran oficialmente. José Luis Entrala en su libro Granada un siglo de historia deportiva, recuerda que el programa fue realmente espectacular y permitió contemplar deportes como waterpolo, atletismo, natación, hockey sobre ruedas, rugby, baloncesto y partidas de cesta y pala en el grandioso frontón a cargo de pelotaris que vinieron expresamente de Madrid. Muchos granadinos vieron por primera vez practicar deportes como el water-polo o el hockey sobre ruedas. La fiesta terminó, como no podía ser menos, con una verbena organizada por la Sociedad Sierra Nevada. El único problema que tenía el maravilloso nuevo estadio era que estaba muy lejos de la ciudad y para llegar a él había que hacer otros deportes como el campo a través por trochas y veredas o el salto de cañas de tomateras y melonares que había en las huertas cercanas.
1946 también es el año en que se pone en marcha en Granada un nuevo juego: el de las quinielas. Un sistema de pronósticos en el fútbol con el objetivo de cambiar la vida de los afortunados a los que acertaran el resultado de los partidos de Primera. El Granada no entraba en las quinielas porque estaba en Segunda.
También ese año el Ministerio de Educación Nacional compró por algo más de tres millones de reales el llamado Palacio de las Columnas para convertirlo en Facultad de Filosofía y Letras. El Palacio fue erigido entre los años 1802 y 1819 por Cristóbal Fernández de Córdova y Pérez de Barradas para su residencia privada. Después de vivir varios años en él, se quedó vacío porque el dueño se fue a vivir a Córdoba, donde tenía su señorío.
En 1946 se lleva a cabo una reforma de la Fuente de Los Leones, en la Alhambra. Resulta que en siglos anteriores alguien le había puesto a dicha fuente una taza superpuesta y Manuel Gómez Moreno, considerado el más grande de los eruditos granadinos, y otros estudiosos quisieron restablecer la verdad arqueológica y eliminar la segunda taza, pues no era así como la habían diseñado los arquitectos de Mohammed V en el siglo XIV. A la hora de la reforma surgió la duda de si en un principio la gran taza dodecagonal descansaba directamente sobre el lomo de los leones o estaban sustentados por los balaustres torneados que la separan de las singulares esculturas. Gómez Moreno dijo lo segundo y aquello fue a misa.
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