1940: Cuando el arco iris salía en blanco y negro

Granada año a año

En abril se sacan a subasta las obras para la nueva red de agua potable en la capital, para acabar así con la leyenda negra en nuestra capital sobre el líquido elemento

En febrero se inicia la demolición del barrio de La Manigua y meses más tarde finalizan las obras del pantano de Cubillas.

Empedrado en la calle Ganivet
Empedrado en la calle Ganivet
Andrés Cárdenas

11 de septiembre 2022 - 06:06

Granada/En aquel año de 1940, como decía mi añorado Pepe Ladrón de Guevara, el arco iris no salía de colores, sino en blanco y negro. Había mucha miseria que superar, mucha hambre que saciar y mucho miedo que vencer. La guerra no solo había vaciado las despensas, también los ánimos y los corazones. Las cárceles estaban llenas de presos políticos y comenzaba la II Guerra Mundial, en la que, como es lógico, no participamos. Nosotros habíamos tenido la nuestra. Hitler intentó que Franco fuera su aliado en el mítico encuentro de Hendaya, pero el que acababa de ganar una guerra no quiso entrar en otra, como el que gana una baza en una partida de póker y no quiere seguir apostando. El encuentro, el 23 de octubre, fue de tan extrema frialdad que no respondió a las expectativas de ambos dictadores. El mandamás alemán encontró al mandamás español tan poco hablador y tan somormujo, que acabó susurrando a sus generales: "Con este hombre no hay quien pueda".

Rerparto de alimentos para los más necesitados.
Rerparto de alimentos para los más necesitados.

En aquel año el alcalde de Granada era el historiador de Arte Antonio Gallego Burín, que había sido elegido en 1938. Muchos granadinos que vivieron aquella época consideran a este alcalde como uno de los mejores que ha tenido Granada, además de un intelectual en estado puro.

Otros, sin embargo, lo consideran un franquista que ejerció su poder de una manera interesada y aleatoria. Lo que está claro es que mientras en muchas ciudades los alcaldes iban a ser los terratenientes y adinerados, aquí lo iba a ser un profesor universitario que había escrito libros y que había estado al frente de muchos proyectos culturales. Al menos en eso salimos ganando.

Destrucción de La Manigua

El caso es que en ese año comienza a destruirse La Manigua, el barrio en el que "las madrugadas de burdeles solían terminar entre copas de anís y una tos tuberculosa bajo las bufandas que aliviaban el malestar y el frío trasparente de las amanecidas", escribía Juan Bustos. En aquel año había censadas en Granada 358 prostitutas, sin contar las que no pasaban el control sanitario pertinente. Hay una famosa foto de Manuel Torres Molina en el que se ve al alcalde trajeado con una piqueta iniciando la demolición de barrio donde reinaban La Bizcocha, La Muertos o la Esquinazos, tres de las putas más famosas de la zona.

La inmensa mayoría de los granadinos estaba a favor de la destrucción de ese barrio, por considerarlo un foco de enfermedades y pestilencia, por lo que la medida fue bien acogida. Sin embargo, como ya he contado en otras ocasiones, hubo voces en contra. El pintor Julio Juste, que fue un buen conocedor de la reforma de Gallego Burín, escribiría que éste había manejado muy bien los instrumentos de la intervención pública para "sacar a subasta pública los terrenos expropiados en unas condiciones en que un solo puñado de capitalistas, en muchas casos implicados en el propio aparato administrativos, tienen acceso a aprovecharse de esa hábil conjunción entre lo privado y lo público". También he escrito que en un libro reciente sobre Gallego Burín en el que se relatan sus luces y sus sombras.

Gallego Burin, piqueta en mano, demuele la primera casa de La Manigua.
Gallego Burin, piqueta en mano, demuele la primera casa de La Manigua.

Mateo Revilla dice estar convencido de que la apertura de la calle Ganivet tras la desaparición de La Manigua fue una solución urbanística equivocada. "Calle Ganivet es una operación que niega la historia de la ciudad al destruir su tejido y carecer de razón funcional o representativa", dice Revilla. En fin, que lo que es bueno para unos es malo para otros. Como siempre.

Rafael Acosta en un óleo de Rosario Clavarana
Rafael Acosta en un óleo de Rosario Clavarana

El caso es que ese año se inician, como digo, muchos proyectos que dejarían irreconocible la ciudad: comienza la reforma de Plaza Nueva uniéndola a la de Santa Ana, la reordenación de la plaza del Palacio Arzobispal, la reforma de la Plaza de las Pasiegas y la construcción de la rotonda que separará el Paseo del Salón y de la Bomba, colocando en ella la Fuente de Los Leones. También ese año dicen los periódicos que el embovedado será convertido en una plaza monumental que se llamará Fuente de las Batallas. Reformas que harán decir a Melchor Fernández Almagro: "Durmiendo o vigilando, Gallego Burín no deja de pensar un solo día en su ciudad: soñándola".

Ese mismo año Gallego Burín deja de ser alcalde y es nombrado su amigo Rafael Acosta Inglott, un canario afincado en Granada y catedrático de Historia del Derecho. Solo está siete meses en el cargo porque muere en 1941 de tifus, por eso Gallego Burín toma de nuevo la alcaldía. Hasta 1951, en que la deja definitivamente para pasar a ser director de Bellas Artes.

Boniatos, tocino y bacalao

En un plano más doméstico, las cartillas de racionamiento están en su auge. Las tiendas de ultramarinos despachan la ración de arroz, garbanzos, boniatos, aceite, azúcar, tocino y bacalao correspondiente al cupón que, a tal efecto, deberá de cortarse de la cartilla que había emitido la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes. Excepcionalmente se disponía de otros productos como café, chocolate, membrillo o jabón. Muy pocas veces se repartía carne, leche y huevos, que solo se encontraban en el mercado negro y a precios prohibitivos. La guerra había dejado un país asolado que provocó una época de auténtica hambre, sobre todo en las ciudades. Los que vivían en el campo lo tenían mejor porque podían comer de lo que sembraban y de los animales que criaban. Es en aquel año cuando empiezan a forjarse grandes fortunas económicas a partir del mercado negro de otros productos básicos. El llamado estraperlo. En él tuvieron implicados muchos afines a poder, lo cual impidió que se atajara el problema.

Manuel Sola, en el centro, toma posesión como gobernador civil.
Manuel Sola, en el centro, toma posesión como gobernador civil.

Ese año se inaugura en Granada el orfelinato del Pilar, pues después de la guerra hay muchos niños huérfanos. También se entregan siete casas para familias humildes y un dispensario municipal. Es nombrado ese año presidente de la Diputación Manuel Sola Rodríguez-Bolívar, un joven de 28 años licenciado en Derecho que tiempo después sería alcalde de Granada. Lo que ya daremos cuenta a su debido tiempo.

Se habla mucho de qué hubiera pasado en los años de sequía si Franco no hubiera hecho tantos pantanos. A Franco se le llamó ‘Paco Ranas’, porque decían que iba saltando de pantano en pantano. En Granada ese año entra en su fase final el pantano del Cubillas, que se había diseñado para dar agua a toda la Vega granadina. Unos setenta mil colonos se iban a aprovechar de sus aguas. Por aquel tiempo el agua de Granada tenía fama de ser mala y de provocar graves enfermedades infecciosas.

El 27 de abril de 1940, por fin, el Ayuntamiento aprobó las obras para terminar las redes de agua potable. El presupuesto: 31 millones de pesetas. Las conducciones de agua anteriores, tan antiguas como mal cuidadas, provocaban el rezo y la correspondiente persignación de muchos granadinos antes de tomarse un vaso de agua: Dios nos coja confesados, decían muchos antes de llevarse al gañote el líquido elemento. De ahí que hubiera un auge ese año de los aguadores granadinos, que proclamaban que llevaban agua de la Fuente del Avellano o de la misma Alhambra: "¡Acabaíca de bajar la traigo ahora!", "¡Fresca como la nieve!", "¡Del Avellano. La traigo del Avellano!". Los pregones de los aguadores estaban en el hit parade de la música urbana de la capital.

Solar en el que se ubicará el edificio de Correos.
Solar en el que se ubicará el edificio de Correos.

También había quioscos de agua, como el de Plaza Nueva y el de la Carrera del Genil, que estuvieron abiertos hasta que se terminó, dos años después, la ansiada red de agua potable. Fue cuando se dio por finalizada la leyenda negra sobre el agua de Granada.

La epidemia de tifus

El hambre, la mala alimentación y la falta de aseo propiciaron el aumento de enfermedades como el tifus, la meningitis, el tracoma y, especialmente, la tuberculosis, conocida por aquellos años como "la enfermedad del pobre". Aunque fue el tifus exantemático, el ‘piojo verde’ como se la llamaba popularmente a esta patología, la epidemia que más fuerte golpeó a la ciudad. Según una investigación de Gabriel Pozo, esta enfermedad dejó entre 1940 y 1941 entre 6.000 y 7.000 muertos. Sus síntomas eran aparatosos: fiebres altas, alteraciones del sistema nerviosos, temblores y graves erupciones de piel. Como se transmitía a través de los piojos, se cerraron las escuelas y se organizaron campañas para que todos los niños fueran rapados como medida de prevención.

Gallego Burín, con una huérfana de la guerra.
Gallego Burín, con una huérfana de la guerra.

Pero esas noticias apenas salían en los periódicos, no había que aguar la celebración del llamado Primer Año Triunfal. Sin embargo, la mortalidad llegó a dispararse en la capital: 25 de cada mil personas morían a causa de este padecimiento. No había desgraciadamente tratamiento para la epidemia, por eso se tenía que evitar la mugre y la suciedad. Una de esas medidas era expulsar a los indigentes y pordioseros. "El alcalde Gallego Burín expulsó a casi 3.559 mendigos llegados de la zona roja como supuestos transmisores de la enfermedad", dice Pozo. También es cierto que fue un problema que preocupó mucho al alcalde, que dejó un detallado informe para la Historia sobre los primeros meses de la epidemia. Dicho informe no se dio a conocer hasta muchos años después. En aquel brote de tifus murió, además del alcalde Acosta Inglott, el portero del Recreativo de Granada.

Y hablando de fútbol, en aquella temporada 1940-41, se rehace el equipo que había estado inactivo durante la guerra civil. Esa temporada es importante porque el nombre del club se cambia. Ya no se llamaría Recreativo de Granada, nombre que se le había dado al equipo el 14 de abril de 1931, sino que se llamaría Granada Club de Fútbol. Recién terminada la guerra se nombra una gestora que forman Ricardo Martín Campos y Paco Cristiá que recomponen el equipo. A falta de jugadores locales, que andaban desperdigados y sin ganas ni fuerzas de darle una patada al balón, traen desde Madrid a seis futbolistas foráneos que van a componer la columna vertebral del nuevo equipo: el internacional Manolo Valderrama, el defensa González, el portero Floro, los medios Maside y Santos y el virtuoso con el balón, Trompi. Este último fue apodado así porque era pequeño como un trompo, bailaba con la punta de los pies y manejaba el balón como un auténtico malabarista. En el tren que trajo desde Madrid a Granada a Trompi, viajaba el periodista Carlos Tomás Romero, que había decidido establecerse en la ciudad de la Alhambra. El periodista escribió esto: "Trompi para nosotros era la esencia del fútbol, hacía lo difícil fácil, el regate mirando al cielo era como la caricia amorosa a su rival, era el amago, el cambio de ritmo, era el baile de salón del más experto danzarín romántico… era el 'dribling' hecho música clásica, el 'diablo' rojiblanco del Granada". Leyendo esto a uno le da rabia no haber visto jugar a Trompi.

También en 1940, el papa Pío XII, que es el que había, le concede a Granada el honor de tener como copatrono al llamado apóstol de la Caridad, San Juan de Dios. La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios recibió un despacho de Roma en el que se confirmaba la decisión del Papa. A la Virgen de las Angustias y a San Cecilio, se le une San Juan de Dios, para muchos granadinos el mejor triplete defensivo de Granada.

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