Un banco para Barry con vistas al mar
Tras 15 años viviendo en Castell y antes de fallecer, el inglés Barry Patrick quiso dejar su huella donando un banco que lleva su nombre

En países como Reino Unido, Estados Unidos o Canadá, es habitual que algunas personas que saben que van a fallecer dejen algo con su nombre dentro del mobiliario urbano. Puede ser un banco o un árbol. En el municipio costero de Gualchos-Castell de Ferro están emocionados porque una familia de ingleses ha traído a la localidad esta costumbre, hasta entonces desconocida para ellos.
Desde el mismo Ayuntamiento se muestran muy agradecidos por "una iniciativa cívica que consideramos que es digna de imitar". Se trata de la donación de un banco a la población donde un inglés llamado Barry Patrick disfrutó del sol y de la tranquilidad durante los últimos 15 años de su vida. Es un gesto de agradecimiento de su familia a la hospitalidad que demostraron hacia él los habitantes y el equipo del Centro de Salud de la localidad en los días previos a su fallecimiento.
Su viuda, todavía muy afectada por la pérdida de su marido, Margareth Shurety -Margarita, para los habitantes del pueblo- no tiene más que palabras de agradecimiento para toda la gente de Castell de Ferro: "Son muy cariñosos, todo el mundo conocía a Barry y también me conocen a mí", comenta con un acusado acento inglés, aunque en un correcto español. "A mi marido, cuando conoció esto, le gustó mucho el carácter de la gente de aquí", añade.
Su idilio con esta localidad de la Costa Tropical comenzó cuando una amiga les invitó a pasar una estancia durante unas vacaciones. En cuanto Margareth vio una casa en el casco antiguo del pueblo, se enamoró de ella. "Le dije: ¿puedes comprarla para mí?". Entonces, Barry ya padecía de asma y, habitualmente aquejado de tos, vio en el traslado también un tratamiento natural para su enfermedad.
Margareth reconoce que si su esposo no hubiese tomado dicha decisión, habría durado mucho menos tiempo. "Estar aquí, con este clima, le alargó la vida", señala esta mujer amable y entrañable.
Una vez que vendieron aquella "casa fría del sur de Inglaterra" y se retiraron de sus respectivos trabajos (ella era secretaria de una empresa de telefonía), comenzó una de las etapas más dulces de su vida.
Desde su retiro, este ingeniero de éxito que tantas obras hizo en Londres, pasaba muchas tardes en la terraza del bar Rompeolas y en el Caferini, una acogedora cafetería desde la que se puede ver el mar.
Y así, junto a esta terraza, mirando al Mediterráneo, quiso dejar a la localidad este banco como recuerdo, para que todo el que lo desee también pueda disfrutar del azul del mar y del cielo de la Costa, plácidamente, al sol.
Los responsables municipales esperan "que sirva de precedente para la población local" y animan a que haya más personas que "dejen su huella". Algunos vecinos manifiestan que "es agradable sentarse a descansar en un banco y ver el nombre de la persona que quiso dejar ahí su recuerdo sus semejantes". Dicen que de esta manera se sienten un poco más unidos a él, aunque ya no esté. "Es como si no hubiese muerto del todo, porque hay algo suyo ahí", señalan los que le conocieron. Otros creen que se trata de un detalle de "civismo y cultura" y todos coinciden en que, en cualquier caso, ha sido una novedad traer este hábito a este pequeño municipio costero.
Esta costumbre, de larga tradición en ciudades anglosajonas, es bastante desconocida sin embargo en España. Margareth se queda sorprendida: "¿Aquí no se hace? ¿No?", pregunta extrañada. En su cara a veces asoman atisbos de una mujer alegre, pero en este momento impera la tristeza por la ausencia de Barry, que falleció en noviembre. Un terrible cáncer de esófago se lo llevó para siempre de su Castell querido, pero él mismo quiso dejar su huella allí. Cuando a Margareth se le pregunta para qué, ella contesta en un tono suave: "Don't forget: para que no se le olvide".
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