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“Lamentablemente, como dicen Manuel Casares y José Tito, el tiempo ha dejado pocos testimonios de las riquezas que mencionan los textos árabes y solo el gran Albercón del Moro y los restos asociados a él, con vestigios de enormes muros y de las torres que tenía en sus cuatro esquinas, nos recuerda que, en efecto, hubo allí ricos alcázares de la aristocracia nazarí”. Este fragmento pertenece a la memoria que acompaña la licitación de la próxima intervención en el Albercón del Moro, en pleno campus de Cartuja de la Universidad de Granada. Se trata de un enclave de singular historia y uno de los pocos restos que indican que, posiblemente, en la periferia de Granada, en el límite norte de la ciudad –donde el campus universitario es frontera con la zona más degradada de la capital–, se ubicó en la época nazarí un barrio suntuoso, con magníficas viviendas, vergeles y posiblemente un palacete que pudo pertenecer al visir del Muhammed V, el rey nazarí que gobernó entre 1362 y 1391 y que mandó construir el Patio de los Leones. Ahora se quiere recuperar para disfrute de los granadinos, como enclave verde y de esparcimiento dentro del proyecto que prevé difuminar la frontera invisible entre campus y ciudad.
Riqueza y poder. El binomio pudo tener una de sus localización geográficas durante aquellos años de esplendor nazarí en lo que ahora es Cartuja. Es una de las hipótesis que manejan los arqueólogos y que ahora podría corroborarse con los trabajos que se plantean en el Albercón. Esta infraestructura es singularísima por su historia. Se asocia a un palacio nazarí, donde serviría para almacenar agua para uso agrícola pero también para recreo de las élites de la época.
Cumplió con la misión de alberca en época morisca. “Se encontraba en el famoso pago de Aydanamar donde, gracias a diversos textos árabes, sabemos que se localizaban cármenes suntuosos propiedad de las élites nazaríes”, señala el proyecto de recuperación arqueológica en la zona que se incluye en la licitación.
Se aventura la posibilidad de que existiera un complejo arquitectónico “que iría mucho más allá del resto de construcciones” de las que se tiene constancia. Así, se cree que quienes residieron allí tenían “capacidad adquisitiva”. Lo evidencian los materiales cerámicos “de lujo” que se han encontrado en los niveles de derrumbe. La parte alta marcaría una “distinción social”. Se trataría de un “espacio singular” que se bosqueja con los probables restos de una “suerte de residencia palatina periurbana”. En ese palacio el Albercón sería un elemento magnífico, ya que cuenta con unas “dimensiones extraordinarias que superan con mucho las necesidades estrictamente agrícolas”. Los arqueólogos determinarán qué otros usos recreativos pudo tener el depósito.
La Universidad de Granada cuenta con financiación de Emasagra y del Patronato de la Alhambra y el Generalife para recuperar este espacio del campus, que se prevé acondicionar como lugar de esparcimiento.
Aquellos cármenes (48 según el apeo del licenciado Loaysa, de 1575), contaban con agua de la acequia, pozos y manantiales. Agua que dio vida a vergeles que, posteriormente, trasmutaron en huertas. “De más provecho pero menos hermoso”. Son las palabras de Francisco Bermúdez de Pedraza en su Historia eclesiástica de Granada de 1638.
En 1891 llegaron los jesuitas. Remodelaron los terrenos y arreglaron el Albercón, que fue usado a modo de piscina por los monjes. Gracias a la restauración que acometió la orden se tiene información de cómo era antes de la intervención el estanque, de 41 metros de largo por 34 de ancho y esquinas curvas. Después llegó la Universidad, que urbanizó parte de la zona. Las huertas se perdieron y el Albercón cae en el olvido. En 1985 se cede el uso de la balsa a Emasagra, que tapó el estanque y lo destinó a depósito de agua potable para aquella zona de la ciudad, en pleno crecimiento. Dentro de la alberca se dispusieron zapatas y pilares para sostener la cubierta.
En verano de 2019 se desbrozó la zona, lo que permitió ver las huellas de un gran complejo constructivo, que se asocia a un palacio y que, según explica el vicerrector de Extensión Universitaria y Patrimonio de la Universidad de Granada, Víctor Medina, pudo formar parte de la muralla de la ciudad, del mismo modo que Comares se encaja en los muros de la Alhambra. Serán las excavaciones las que “arrojen luz” a las hipótesis planteadas, indica el vicerrector, que destaca el “interés” por conectar la ciudad con la zona Norte a través del campus, donde hay “elementos patrimoniales excepcionales”.
El proyecto que ahora se licita, con un presupuesto de 650.000 euros, pretende recuperar el Albercón “original” que está “cubierto por una estructura de pilares y forjado reticular”, y “devolver a la zona inmediata el carácter previo” a la intervención de Emasagra. Así, se prevé crear un espacio verde “de ocio” y “reclamo turístico”.
Además de intervenir en la estructura de la alberca, se quiere proponer un acceso. Hay tres opciones, y el proyecto señala que justamente el tercero es el más interesante. Está “olvidado” y viene desde el sur. Conecta con el “núcleo central” del campus y pasa por algunos elementos relacionados con la acequia de Aydanamar.
Además de restaurar el depósito de agua, recuperar la zona verde y habilitar un acceso atractivo, se prevé continuar con las excavaciones, que se espera que “sean tan visitables como el propio Albercón”. Los 35 pilares se cortarán por la base, se eliminarán casetas y el forjado, se retirará la tierra sobre la estructura y se harán catas, entre otras intervenciones recogidas en el documento. No se podrá eliminar la capa de hormigón armado de 20 centímetros. “La intervención que se va a realizar es para recuperar un bien que se ha desvirtuado”. Una vez que se descubra la infraestructura se valorará su estado.
Los trabajos en la alberca y en la zona (con cuatro sondeos previstos) prometen. En la zona se han realizado hasta ahora 23 excavaciones arqueológicas que documentan presencia humana desde la prehistoria. El Alfar Romano es Bien de Interés Cultural desde 1969 y la zona del Albercón cuenta con restos incluso de la guerra civil o posguerra, ya que se han hallado balas, una bomba y latas. Pudieron quedar allí durante la contienda, ser restos de prácticas de tiro, ya que en el Colegio Máximo (otro BIC) estuvo la academia de alféreces provisionales, o ser de la posguerra. Las granadas Laffitte fueron usadas por los hermanos Quero.
Si finalmente el palacio que se intuye está conectado con la muralla zirí (que también tiene catalogación de BIC) los restos del Albercón podrían sumarse a este nivel de protección, señala Medina.
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