Los borbones y sus escarceos amorosos en Granada
Historias de Granada
Isabel II, Alfonso XIII y Juan Carlos I eligieron en varias ocasiones la ciudad de la Alhambra para sus escapadas y devaneos
Alfonso XIII tuvo un apasionado romance con la sobrina del gobernador civil de Granada
El gesto que hace un mimo con sus brazos para decir que va a esquiar es el mismo que hace para decir que va a echar un polvo. Por eso cada vez que el rey Juan Carlos I venía a Granada y los periodistas preguntábamos a qué venía, la respuesta gestual con las manos siempre era la misma: o bien venía a esquiar o a lo otro. En la época dorada de las relaciones entre Granada y la Casa Real, en los años ochenta y noventa, se producían varias visitas al año de los monarcas españoles y había casi hilo directo con la Zarzuela. Fueron los años en los que era habitual ver al rey emérito en Sierra Nevada los inviernos practicando el esquí. Tanto venía, que hasta hubo alguien que propuso comprarle un piso. La propuesta no era tan descabellada teniendo en cuenta que, según se ha revelado recientemente, el por entonces príncipe Juan Carlos y la princesa Sofía habían comprado en 1972 por 40.000 pesetas una parcela de cuatro hectáreas para construir una vivienda. En los años sesenta una decena de empresarios se unieron para construir la estación de esquí y les interesaba que los que iban a ser reyes de España tuvieron allí una vivienda. Pero la cosa del piso real se quedó en intento.
En esa época dorada de la que hablaba antes, era vox populi la gran amistad que había entre don Juan Carlos y Jerónimo Páez, el responsable de la estación de esquí. Eso permitía que sus visitas a Sierra Nevada fueran más frecuentes que a otras estaciones. Yo cubrí en varias ocasiones como periodista esas visitas del rey a Granada, que venía unas veces acompañado de la reina doña Sofía, otras veces con toda la familia a esquiar y otras veces solo. Prácticamente todos los periodistas granadinos sabíamos que el rey a veces visitaba Granada de extranjis, a donde, sospechábamos, le siempre esperaba una mujer que no era la suya. Por entonces –antes del famoso lío con la alemana Corina y de saberse sus trapicheos económicos– la Casa Real era intocable y ningún medio de comunicación se atrevía a airear las escapadas del rey. Ni siquiera criticarlo. En aquel tiempo yo también era un juancarlista convencido, pero no porque creyera en la monarquía como modelo de Estado, sino por un gesto que tuvo el rey hacia mi persona. Lo he contado en alguna columna. Fue en las puertas de la finca Astrida en Motril. Yo había sido enviado por el periódico a cubrir la noticia y como fotógrafo. Estaba él con los reyes belgas Balduino y Fabiola y la reina Sofía posando para la prensa, cuando el monarca español se dio cuenta de que yo tenía problemas con la máquina de fotografiar. El carrete que tenía puesto en la cámara se me había acabado. Me puse muy nervioso. Entonces el rey les dijo a sus compañeros de posado, que iban a romper la formación, que esperaran un poco hasta que yo cargara mi máquina con otro carrete. Cuando hice mi foto, se lo agradecí con un “Gracias, majestad”. Él me contestó: “De nada, a mandar”.
Era un rey campechano, simpático, de los que presuntamente se interesaba por todo aquello que le explicaban. A mí me caía muy bien. Creo que a la mayoría de los españoles también. Además, había sido el rey que se había negado a apoyar el golpe de Estado del 23-F y eso le había granjeado el aprecio de los ciudadanos. Pero luego llegaron los escándalos a raíz de la implicación de un yerno en actividades delictivas, su participación en cacerías sospechosas y su aireada relación sentimental con una alemana llamada Corina. A raíz de ahí todo le fue cuesta abajo. Hasta tener que abdicar en su hijo Felipe VI y salir de España. Lo último que se sabe de él es que Hacienda está investigando los pagos que le hizo la Casa Real desde su abdicación. No sé, la Historia se ocupará de él.
La tatarabuela Isabel
Dos de sus antepasados también tuvieron que salir de España a prisa y corriendo. La tatarabuela de Juan Carlos I, Isabel II, tuvo que abdicar en su hijo Alfonso XII y se exilió en París. Su abuelo, Alfonso XIII, salió de España cuando se proclamó la República. Nunca más volvería en vida. Sus restos fueron traslados a España en 1980 siendo recibidos por su único hijo vivo: Don Juan de Borbón, el que nunca fue rey.
De asuntos de faldas y braguetas están llenos las biografías de los borbones, casi todos con una desenfrenada afición al amor y al sexo. Isabel II era conocida por la reina ninfómana por la gran cantidad de amantes que coleccionaba. Y ya desde muy jovencita. La hicieron casarse a los 16 años con Francisco de Asís de Borbón, un homosexual declarado al que el vulgo llamaba “Paquito Natillas”. Isabel II estaba gorda y tenía un rostro potente, pero eso no le impidió que por su lecho pasara todo aquel que ella quería. Es famosa la frase que exclamó cuando le dijeron quién iba a ser su marido: “¡No, con Paquita no!” Y el comentario que hizo de su marido en un corro de generales ha quedado escrito en la Historia de España: “Que voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más bordados que yo en la mía”. Isabel II llegó a tener doce hijos de diferentes padres. En todas sus biografías se relata que era una reina promiscua que le gustaba mucho la fiesta, que se acostaba al amanecer y que dormía hasta el almuerzo.
Uno de sus amantes, el general O’Donnell, le convenció de que para ser más conocida por sus súbditos debería viajar por España. En el periplo que hizo por Andalucía y en el que visitó Granada, se trajo de amante a un tal Carlos Marfori, un panadero buscavidas de San Fernando del que la reina se encaprichó. Hasta aquí vino con su furor uterino intacto. El Marfori había entrado en la Corte al dejar preñada a la sobrina del granadino Narváez. Gracias a los servicios de Marfori, Isabel II lo nombra ministro de Ultramar primero y I Marqués de Loja después.
La entrada de Isabel II en Granada fue el 9 de octubre de 1862. En la ciudad fue todo un acontecimiento. Para ella se preparó la ya entonces Casa Consistorial, el anterior convento de Carmelitas Calzados y hoy Ayuntamiento de plaza del Carmen. Hasta allí se trasladó incluso una vajilla desde Madrid para prestar el servicio a los monarcas. Granada se preparó de modo minucioso y alzó los característicos y efímeros arcos de triunfo con una novedosa iluminación de gas. Aquí celebró Isabel II su onomástica, con misa solemne en la Catedral a la que los granadinos acudieron en tromba a las Pasiegas. El agobio del gentío fue tal que hizo exclamar a la Reina: “¡Cuánta criatura!”. Y el claustro de la Universidad le regaló, según se cuenta para ser creído, una corona en oro del Darro y copia de la de Isabel I. En resumen, sucedieron los más diversos acontecimientos y celebraciones en una Granada acostumbrada a llegadas reales.
El fotógrafo Charles Clifford fue autor, por encargo de la propia reina, de las primeras fotos realizadas de la Alhambra. Para dicho cometido fue cerrado el recinto y queda como curiosa la anécdota de que Hans Christian Andersen, aquel famoso escritor y poeta, personaje esencial en el imaginario infantil universal, tuvo que esperar a que Clifford finalizara su trabajo alhambreño para poder visitar en recinto. ¡Lo qué hubieran pagado las revistas rosas de hoy por las fotos de la reina gorda haciendo arrumacos con el Marfori en la Alhambra!
A todos lados que iba la reina, el pueblo le daba vivas de alegría. Pocos años después los granadinos gritaron “¡Abajo los Borbones!”, cuando quemaron los retratos de la propia reina en la Plaza Nueva y festejaron con la revolución de septiembre de 1868 el cambio de signo y la llegada de un nuevo tiempo. La reina se tuvo que exiliar a París. Su nieto Alfonso XIII también se fue a París, aunque luego acabaría en la Roma de Mussolini. Su tataranieto Juan Carlos I eligió para el exilio Arabia Saudí.
Alfonso XIII, once veces
Alfonso XIII, nieto de Isabel II, también estuvo varias veces en Granada, una de ellas para inaugurar el hotel Alhambra Palace, de su amigo el duque de San Pedro de Galatino. Aunque a los que más venía era a cazar a una finca que tenía el citado duque entre Peñuelas y Láchar. Fue en Láchar donde Alfonso XIII se enteró del asesinato del rey de Portugal. En Láchar siempre esperaban al rey como esperan las plantas las lluvias primaverales: cada vez que iba le entregaba al alcalde mil pesetas para que las repartiera entre las familias más necesitadas.
La primera vez que vino fue con 16 años para colocar la primera piedra del Padre Suárez. No entró a la ciudad por la Puerta de Elvira, como era costumbre, sino por la calle San Juan de Dios, a donde se había levantado un gran arco junto a lo que es hoy el edificio de Hacienda. A este rey, por lo visto, le gustaba pasear solo por las noches y andorrear por las ciudades que visitaba. Muchos de esos paseos terminaban en cama ajena. Hay un libro escrito por Javier Pérez que habla de Carmen Ruiz Moragas, hija Leandro Antolín Ruiz, gobernador civil de Granada, a la que llamaban “La Borbona” por su relación amorosa con Alfonso XIII. Carmen Ruiz se había casado en la basílica de la Virgen de las Angustias con el torero mexicano Rodolfo Gaona, pero el matrimonio fue un auténtico fracaso. Solo duró unos meses. Y es que Carmen era antitaurina y no permitió que el torero le pusiera la mano encima: ni para amarla ni para cuando llegaba borracho para pegarle. Fue después de ese matrimonio fallido cuando Carmen se echó en brazos del rey, del tuvo dos hijos bastardos. Según este libro, Carmen era una mujer de armas tomar y nunca estuvo enamorada del rey, pero con el que llegó al buen pacto de ser protegida a todos los niveles, por supuesto, incluido el económico. La hija del gobernador civil de Granada después se haría republicana, tras conocer al poeta Juan Chabás, un intelectual que militaba en la Izquierda Republicana. Sería una seguidora del feminismo moderado de Victoria Kent. Murió cuando solo tenía 38 años, “olvidada y amargada”, como cuenta González Ruano en sus memorias.
Alfonso XIII, según se decía, tenía siempre la bragueta abierta y estaba llenando Madrid de bastardos. Cuando venía a Granada visitaba la basílica de la Virgen de las Angustias, la fábrica de pólvora del Fargue y la Alhambra. Por ese orden. Luego se iba a cazar o a buscar una cama ajena. Pegar tiros y desnudar mujeres era lo que más le gustaba en la vida, según sus biógrafos.
José Luis Entrala, en su libro Granada, un siglo de anécdotas, detalla las veces que reyes de España han estado en la ciudad de la Alhambra. Comienza con los Reyes Católicos que estuvieron varios meses en Santa Fe y más tarde vinieron para quedarse eternamente: ambos están enterrados en la Capilla Real. Juana la Loca solo vino estando de cuerpo presente.
Carlos I de España y V de Alemania se casó en Sevilla con la bella Isabel de Portugal y disfrutaron de una larga luna de miles de siete meses en Granada. Aquí concibieron al hijo que luego se convertiría en Felipe II. El emperador estaba tan a gusto aquí que hasta pensó en quedarse para siempre. Por eso construyó el palacio en pleno recinto de la Alhambra que lleva su nombre y que nunca llegó a terminar. Y mucho menos habitar. Felipe II y Felipe III no vinieron jamás. Carlos II no estaba el pobre para viajes. Cuando no tenía helera tenía cagalera. Felipe IV vino en 1624 y se hospedó en La Alhambra. Vio el mal estado del palacio que había comenzado su bisabuelo Carlos V y mandó restaurarlo. Felipe V fue el primer borbón que pasó por Granada, que vino acompañado por el príncipe de Asturias que luego sería Fernando VII. Luis I, Carlos III y Carlos IV, tampoco tuvieron tiempo para venir a Granada. Alfonso XII vino en circunstancias muy trágicas a prestar apoyo moral y económico a las familias afectadas por el terremoto de 1884, que se cobró 463 víctimas. Arenas del Rey se llama así porque fue el rey Alfonso XII el que facilitó el dinero para reconstruir el pueblo. Se casó con su prima María de las Mercedes a los 21 años de edad y enviudó de ésta tan solo cinco meses después, volviéndose a casar al año siguiente. A pesar de haber vivido solo hasta los 27 años, coleccionó un gran número de amantes, pero sobre todo perdería la cabeza por Elena Sanz, una cantante de ópera 13 años mayor que él y con quien llegó a tener dos hijos ilegítimos. Su hijo Alfonso XIII, como apuntaba anteriormente, vino a Granada once veces y en más de la mitad tuvieron que ver asuntos de faldas. Como buen Borbón, gozó de una vida llena de promiscuidades, devaneos amorosos y afición por el sexo. Mantuvo relaciones extramatrimoniales con un gran número de mujeres, llegando a tener cuatro hijos ilegítimos y célebres eran las escapadas clandestinas que realizó para acudir a fiestas nocturnas en clubes y domicilios particulares durante la década de 1920. Se dice que fue pionero en el cine pornográfico. Un fiera..
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