El botones del siglo XXI
Un hotel de la Costa quiere recuperar esta profesión en extinción, donde en otros tiempos comenzaron primeras figuras

Los botones, aquellos chicos que solícitamente ayudaban a los clientes a llevar las maletas, prácticamente han desaparecido en España como consecuencia del ahorro de costes de personal y de las nuevas tecnologías. Tan sólo permanecen en algunos establecimientos de alto nivel de ciudades como Madrid o de la Costa del Sol. En el extranjero también es habitual verlos todavía en algunas puertas de hoteles del conservador Londres o en destinos como el Caribe, donde realizan una función primordial para que el cliente quede satisfecho armados, sobre todo, de su amplia sonrisa.
En la Costa Tropical existe un hotel que quiere recuperar esta tradición, aunque la imagen con su uniforme de botones relucientes y su gorrito, al estilo Sacarino, se ha actualizado acorde al siglo XXI. Este verano, Valentín González será el botones del Hotel Helios, de Almuñécar. Tiene en común la juventud de sus antecesores (18 años) y su amabilidad a la hora de tratar a los huéspedes. Sin embargo, es un joven de hoy, con su pendiente en la oreja y preparado, pues está realizando estudios de comercio exterior.
Su periplo en la vida de un hotel comienza cuando su padre, que también se dedica a este mundo, le aconseja que pruebe, que le va a gustar. "Como no tenía trabajo donde vivo (Benidorm), me vine y así aprovecho el verano", comenta el joven botones. De momento, en las dos semanas que lleva reconoce estar contento.
La miel en los labios la pone el director, Rafael Lamelas, cuando le cuenta que algunos botones que había en hoteles, bancos o incluso periódicos, comenzaron desde abajo su carrera profesional en la empresa, escalando puestos como ayudante de recepción, jefe de recepción, hasta llegar a dueños o directores de hotel, como es su propio caso.
De momento, las funciones de Valentín son las de enlace entre los huéspedes y los distintos departamentos del hotel. Así se va enterando del funcionamiento interno del microcosmos que supone un establecimiento de estas características. Desde luego, es el principal aliciente, porque a diferencia de un botones esperando propinas americanas, Valentín está mentalizado de que los clientes españoles (que acuden en su mayoría en la época estival) no están para muchas alegrías. "No se preocupe, es mi trabajo", les comenta por muy pesado que sea su equipaje, cuando le dicen que no tienen una moneda. En estos 15 días tan sólo ha recibido unas 5 propinas, la mayor de 5 euros (de un extranjero) y, el resto, de 30 céntimos a un máximo de un euro. De ahí que sepa que la mayor ventaja de su puesto sea el aprendizaje.
En el equipaje que transporta hay de todo: desde maletas o sombrillas y todo tipo de enseres de playa hasta juguetes en las familias que viajan con niños. También hay quien desdeña su ayuda, lo cual comprende, porque, según comenta, "pueden sentirse en un compromiso o no están acostumbrados". Lo que más le preguntan es qué hacer en los alrededores. Y el viernes, sobre todo por el mercadillo.
Así, su día a día transcurre entre las 10:00 y las 14:30 horas no sólo subiendo maletas sino también yendo a hablar con la gobernanta o con mantenimiento o con cocina, cumpliendo los mandatos de sus jefes, enseñando habitaciones a clientes o desplazándose a Correos para recoger la correspondencia, al banco o ayudando en recepción si no hay nada más que hacer.
Pero, ¿por qué no suplir estos cometidos con las nuevas tecnologías? "No es lo mismo", dice el director del hotel, quien sostiene que es una profesión que se ha perdido y que hay que recuperar.
Este aprendiz no está solo en su cometido, ya que aunque él es el botones oficial, en el hotel hay otro joven en prácticas que viene de la UGR, en concreto de la facultad de empresariales. Él opina que su estancia allí en estos meses le está ayudando a encontrar su camino en el terreno profesional.
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