En busca de vida entre las ruinas del terremoto de Marruecos
Municipal
Un grupo de cinco bomberos y dos perros de la Unidad de Rescate de los Bomberos de Granada ha estado una semana en Marruecos para buscar supervivientes en el terremoto
El pasado 8 de septiembre la tierra tembló en Marruecos. Un terremoto de 6,8 de magnitud, el de mayor intensidad en los últimos cien años en la zona, dejó 3.000 muertos. El epicentro fue en Al-Haouz, cerca de la cordillera del Alto Atlas, a unos 72 kilómetros al suroeste de Marrakech.
Un desastre natural que tiene movilizado a la comunidad internacional para prestar ayuda a los vecinos de Marruecos. Y Granada no podía faltar en esta movilización solidaria. La Unidad de Búsqueda y Localización (Unibul) se movilizó nada más registrarse el terremoto y que el país marroquí pidiera ayuda internacional para localizar supervivientes entre la devastación causada por el terremoto, acrecentada por el material de las construcciones de la zona, principalmente de adobe, lo que ha impedido que haya más supervivientes entre los restos porque son construcciones que no dejan bolsas de aire que puedan mantener con vida a personas varios días.
Desde Granada se desplazaron cinco bomberos y dos perros. Llegaron el 11 de septiembre y volvieron tras una semana de búsqueda en la que no han conseguido localizar supervivientes. Formaban el grupo Luis Marín (responsable del grupo), los guías caninos Alejanddro Guarderas y Alberto Mendoza, los perros Illa y Kala y el personal de apoyo Cristóbal Pérez y Miguel Ángel García.
Ya en Granada, en el Parque Norte, recuerdan para este periódico cómo ha sido esta semana de un trabajo que realizan de forma voluntaria (pertenecer a esta unidad de rescate es voluntario) y que suman a su experiencia en rescate en otras catástrofes como los terremotos de Turquía, El Salvador o Alhucemas.
Tras su llegada a Tánger, se les asignó un intérprete y un escolta para recorrer los 700 kilómetros que los separaba de Amizmiz, la base de operaciones de los equipos internacionales donde las autoridades locales también tenían un puesto de mando y cada noche les asignaban el trabajo del día siguiente. Eran parte del equipo internacional de ayuda que enviaba España pero también Reino Unido y Qatar, que fueron los tres países de los que aceptaron ayuda desde el gobierno de Marruecos.
“El trabajo era durante el día porque por la noche decidieron que no saliéramos, algo que nos sorprendió porque en otros sitios el trabajo es 24 horas. Pero decían que había escorpiones y serpientes que nos podían afectar al trabajo”, recuerda el responsable del grupo, Luis Marín.
La primera imagen que tienen de la zona es diferente a otros grandes terremotos como el de Turquía. “Había algunas edificaciones derrumbadas pero no se percibía la magnitud del terremoto”, asegura. Y es que el tratarse también de una zona de aldeas pequeñas y muy dispersas en el terreno, esa sensación de destrucción era diferente, aunque al llegar a aldeas totalmente destruidas se comprendía la tragedia. A modo de ejemplo, para que podamos entender aquí lo que ha pasado, hablan de que es como si hubiera pasado en la Alpujarra hace décadas. Allí había aldeas con 20, 40 o 60 habitantes para las que tenían que ir despejándoles la carretera de escombros para acceder.
La primera misión internacional de la perra Illa
Pero los bomberos están acostumbrados a trabajar en situaciones difíciles y aislarse de lo que los rodea para ser efectivos. De ahí que la mente la tenían en encontrar supervivientes pese a las imágenes de personas y familias desesperadas por lo sucedido. Y es que este grupo de rescate trabaja para encontrar víctimas vivas, no cadáveres. Pero reiteran, como ya se ha constatado por estudios posteriores, que el tipo de construcción de adobe hizo que hubiera pocos supervivientes pasados los días. “Por eso nos pidieron que nuestro trabajo fuera revisar y supervisar que los bomberos locales no se habían dejado ningún superviviente o cadáver por el camino. Ellos lo hicieron bien de primeras y nosotros íbamos comprobando que lo que habían hecho estaba bien. Por eso pidieron unidades caninas, porque ellos no tienen perros”, explica Marín. Y es que en las peticiones de ayuda internacional se centraron fundamentalmente en unidades de rescate caninas precisamente para esa búsqueda entre escombros.
Para eso fueron Illa y Kala. El perro no detecta cadáveres, solo personas vivas. Lo hace a través del olor humano y si localiza algo lo marca ladrando y parándose en la zona. Pero no hubo suerte. “Lo bueno de los perros es su gran adaptación. Para ellos es un juego. El perro, una vez que lo pones en la zona, trabaja solo y tú solo lo diriges por si hay alguna zona que creas que no ha revisado”, dice el guía de Illa, Alejandro Guarderas.
Illa es una perra que acaba de cumplir los tres años y lleva ya casi dos en la unidad. Esta ha sido su primera salida a una misión de rescate internacional y la respuesta ha sido muy positiva. No así su guía, que ya ha estado en los terremotos de Turquía de 1999, de Alhucemas en 2001 y el de 2003 de El Salvador.
Todos han tenido también experiencias previas en grandes terremotos. El responsable del grupo estuvo también en el terremoto de Lorca y en el de Turquía; Miguel Ángel García en el de Turquía de este febrero y Cristóbal Pérez en el de Turquía de 1999, el de Alhucemas de 2001 y en el de Turquía de febrero.
Y ¿qué se siente cuándo se va a un sitio así? “Lo primero es incertidumbre por lo que te vas a encontrar. Lo bueno es que vamos de manera oficial y con intérprete, que es nuestra fuente de información y eso ayuda mucho”, asegura Pérez. “Tú vas para ayudar en lo posible. Si encuentras gente con vida, como nos pasó en Turquía en el 99, que encontramos dos supervivientes, es muy gratificante”.
También recuerdan lo difícil que es cuando en una zona las familias se agarran a cualquier movimiento o ruido como un clavo ardiendo y tienes que decir que no hay nada, que no hay vida. Para eso también es importante la fortaleza psicológica. “En el día a día estamos acostumbrados a trabajar concentrarnos y nos evadimos de todo”, asegura García.
Y la enseñanza de estos viajes es la misma para todos, cuando te das cuenta al llegar aquí que “le das importancia a cosas superfluas”.
Un protocolo que se activa en minutos
En 1995 se creó el grupo de rescate dentro del Cuerpo de Bomberos de Granada, que da cobertura a la capital y a 52 municipios de la provincia. Este grupo estaba destinado a prepararse ante una posible actuación ante un gran terremoto. Se trata de un servicio voluntario recogido en la organización interna del Cuerpo en el que todos los que están dispuestos a movilizarse ante catástrofes y a formarse. Lo que en principio nació para dar cobertura a nivel local pronto se movilizó para ayudar también ante terremotos internacionales. Según explica el jefe de Bomberos de Granada, Gustavo Molino, este grupo se activó durante el enjambre sísmico que vivió Granada y el Cinturón en 2021. Lo forman aproximadamente 50 efectivos de 160 bomberos que componen el cuerpo, por lo que un tercio de la plantilla está preparada para actuar en casos de terremotos o cualquier necesidad de rescate ya sea en altura, tráfico o en agua. Para activarse a nivel internacional, como este caso, primero el país donde ha sucedido la tragedia tiene que pedir apoyo. Una vez que pasó esto en Marruecos se activó el protocolo local. Primero tienen que tener la autorización de la alcaldesa, de la Subdelegación del Gobierno y después el Gobierno, conocedor de los recursos disponibles, ya los moviliza. El grupo de rescate de Granada está también en fase de conseguir la certificación internacional ya que ahora es indispensable para contar con estos grupos. En este caso, plantearon su disposición a viajar el sábado a primera hora y consiguieron la luz verde final del Gobierno el lunes al haberse pedido específicamente por Marruecos equipos caninos. Los bomberos viajaron con sus propios vehículos y material y el viaje lo paga el Gobierno.
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